Dama.

D1

El ajedrez es un juego de estrategia en el cual la reina es la pieza con el mayor valor absoluto y la que se mueve con mayor facilidad. No sólo protege al rey, también es capaz de decidir toda la trayectoria de la partida. Por lo general, si pierdes a tu reina poco después de iniciar el juego, es muy probable que tiendas a la derrota, esto no es muy diferente a la manera en que se maneja el pueblo de Immantia.

"En 1743 ocurrió la mayor masacre de la historia humana, un suceso que llevó a un país potencia a dividirse en dos. El país, Itepan, era gobernado por el rey Frein y la reina Latisia, quienes usaban los recursos del reino para intercambiarlos con otros imperios a cambio de estatus y riquezas. Claramente, una vez se supo esto, incluso los guerreros veteranos se volcaron en su contra y exigieron un destrono, el cual si no era dado por las buenas, sería tomado por las malas. Y así fue como la guerra de Itepan comenzó. Habían dos tropas esenciales: la tropa real, comandada por el general Shatwiz, quienes defendían el castillo con su vida; por otro lado, la tropa "demo", es decir, la representante del pueblo, liderada por la guerrera femenina más fuerte de ese entonces: Lán Hoowder. 

Cuatro años y siete meses fue lo que duró la guerra de Itepan. Ambas tropas habían sufrido bajas en cantidades ridículas, la condición del reino era lamentable, las familias morían de hambre, la violencia había incrementado ante la lucha de sobrevivir un día más, y los líderes de cada ideología estaban cansados. Ante la necesidad de cesar la guerra, Lán Hoowder caminó por sí misma hasta el castillo, dejó su espada en el suelo y con la cabeza bien alta comenzó a hablar:

— Compañeros guerreros, herederos del trono, almas de los caídos. He venido aquí no a rendirme ni a pelear, y que sea Dios quien me escuche y sea testigo de mis palabras, lo único que deseo es la paz que viene después de la guerra, que todo aquello que produzca el pueblo sea para el pueblo, y que nuestros representantes, el rey y la reina, ofrezcan una disculpa ante su avaricia y soberbia. Puedo morir aquí y ahora, pero mis hermanos no detendrán la lucha hasta que caiga hasta el último que defienda al trono pecador. Por ello mismo, con toda la humildad que es capaz de ofrecer mi corazón, les pido que bajemos nuestras espadas, nuestros arcos y flechas, que dejemos a un lado nuestras diferencias y hagamos un trato. 

La tropa real estaba agotada, pero aún no bajaban la guardia, mantenían sus espadas hacia ella mientras esperaban la indicación del comandante Shatwiz para atacar. Sin embargo, esa orden jamás llegó.

— Me parece muy interesante que esperara casi un lustro en pedirlo, guerrera Hoowder. Deme una sola razón para creer en sus palabras y consideraré su propuesta.

— La vida debe ser razón suficiente para usted, comandante. El reino jamás se había visto tan débil como ahora. Si continuamos así, seremos nosotros quienes maten a cada ciudadano de Itepan, aunque nosotros mismos prometimos dar nuestra vida para protegerlos. 

— ¿Y qué es lo que planea? El rey y la reina no se disculparán, ni siquiera tenemos que pensar en ello, en esta guerra vencerá el último sobreviviente y el equipo ganador narrará la historia a su gusto. Y cuando ganemos, su nombre será recordado por generaciones. Hablarán de Lán Hoowder, la mayor traidora del reino, y cómo llevó a Itepan casi a su extinción.

— Siempre admiro la confianza de un guerrero en su victoria, pero desprecio cómo transforman la historia que le cuentan a sus nietos. El día en que acepten que en lugar de diez mil guerreros se enfrentaron a mil y apenas pudieron sobrevivir, será el día en que sea capaz de callarse por un momento y escuchar lo que tengo que decir.

Shatwiz frunció el ceño al oírla, normalmente no permitía que ninguna persona le hablara de esa manera, pero estaba tan interesado en saber lo que pensaba que prefirió dejarlo pasar.

—Entonces, ¿cuál es su maravillosa idea, guerrera? ¿quiere que mi tropa vaya en contra de sus ideales y traicione a sus gobernantes? ¿o ustedes mismos planean ir hasta allá a matarlos?

Lán esbozó una pequeña sonrisa al oírlo y negó con suavidad, aquel comandante no tenía la misma habilidad hablando que luchando.

—Ninguna de las dos. En realidad, es algo simple, no requerirá de mucho esfuerzo, sólo de estrategia.

Aquel hombre la miró interesado, notó cómo ella no despegaba su mirada de su espada, por lo que decidió tirarla y hacerla a un lado. Después de eso la mujer decidió acercarse, segura de que no saldría herida.

—¿Y ahora?

—Y ahora me temo que el vencedor escribe su propia historia.

Dichas palabras pusieron en alerta al comandante, quien rápidamente se inclinó por su espada, pero era demasiado tarde. Lán se había encargado de alejar la espada con su pie, lo sujetó por la nuca cuando trató de agacharse y clavó la cuchilla –la cual había escondido en su manga– en la parte izquierda de su cuello. Bastó remover la hoja afilada del lugar atacado para que este comenzara a sangrar. Ahí, de rodillas, sujetándose el cuello para tratar de frenar el sangrado. Después, tirado en el suelo, con sus manos aferradas a aquella zona, el comandante falleció. La tropa real había perdido y era momento de aceptarlo.

Shatwiz le tenía mucha ventaja física, pero ella lo superaba en cuanto a inteligencia y estrategia. Al ver cómo su gente moría poco a poco, se desveló cuatro noches enteras buscando una solución para el problema, hasta que tuvo que aceptar el destino: el último en pie decidía, y ella era la última en pie. No sé trataba de los cientos de soldados, se trataba de sus líderes.



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En el texto hay: guerras, lucha de poderes, ajedrez

Editado: 08.01.2021

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