Damnare Vultus

Capitulo 8

- Abaddona... -el nombre quema mi cuerpo como fuego y me entran ganas de vomitar y llorar.

Me despierto en un revoltijo, de sabanas y almohadas, la mayoría regadas por el suelo.

Molesta libero mis pies de las sabanas y las lanzo lejos de mi, llevo semanas sin poder descansar bien, estoy cansada de esto, solo escucho la voz de alguien y luego siento náuseas y dolor, el rastro de alguien frente a mi es leve, no logro formar por completo el rostro de ese ser que aparece en mis sueños.

Mi teléfono empieza a sonar y me levanto para agarrarlo, es un mensaje de mi primo, me avisa que el vuelo es a las seis de la tarde y que me espera ahí.

Apenas son las diez de la mañana así que tengo tiempo, he conseguido empleo en una empresa, pero me han dicho que por ahora no empezaré a trabajar hasta que me llamen, la persona a la cual voy a sustituir les ha estado causado daños y por ello necesitan primero arreglar lo que pasa.

Pedí permiso en mi trabajo para faltar las semanas que estaré en Costa Rica con mi familia.

Mis padres siguen sin saber que voy a tomar ese vuelo y anhelo que no se entere, pues no cambiará mi decisión, solo habrá una fuerte pelea y yo me iré.

Mis maletas se las he dado a mi primo ayer, pues mis hermanos y mis papás andaban comprando comida.

Tras bañarme y alistarme me siento en mi cama, mirando a la ventana, respiro hondo, hay una fría brisa, normal en Irlanda en realidad, más en esta época del año.

Sé que de niña viaje a Costa Rica, pero no recuerdo casi nada, solo el viaje en avión y que justo el día que llegamos hubo un temblor, recuerdo haber creído que había sido mi hermano Dante.

Es demasiado fuerte, más de lo que debería, más de lo que él desearía, pero también es inestable, se controla lo mejor que puede.

- Laana... -la voz de mi hermano Amadeo me saca de mi tranquilidad y lo miro de inmediato-. ¿Qué haces?

- Nada, espero a que mi cabello se seque -se tira en mi cama mientras hablo y estira sus brazos como una cruz.

- Hay algo que debo decirte -susurra Amadeo, como inseguro de decírmelo.

- Soy toda oídos.

- No puedes decirle a nadie que te dije esto -me pide mientras pone su mano en mi rodilla-. ¿Entiendes?

- Esta bien.

- ¿Quién te devolvió tus alas? -pregunta y mi rodilla arde.

- Amadeo, calmate -le pido alejando su mano de mí, su tacto quema cuando no se controla, suelto su mano de inmediato cuando me duelen, están rojas y arden.

- Lo siento, no me di...

- Esta bien, entiendo, ya se pasará -suspiro nerviosa al pensar lo alterado que esta-. ¿Quién te dijo lo de mis alas?

- Yo pregunte primero -me acusa.

- Pero tu sabes más que yo -digo pues mis padres parecen nunca ocultarles nada.

- Mamá... -es lo único que responde.

- Una chica, espiritu, en realidad no sé lo que es, ella... dijo que era mi hermana y que debía devolvermelas.

- Egún -pronuncia mientras ve hacía el suelo.

- ¿Qué? -pregunto al escucharlo decir mi segundo nombre.

- Tú no -uno mis cejas cuando dice eso, lo empujo levemente del hombro, aunque quema.

- Dime de que hablas.

- No me toques, te vas a lastimar más -se levanta y se sienta-. Laana, a ti te pusieron el nombre de Egún a los cuatro años, porque mamá no quería soltar ese nombre de la nada y darte preguntas.

- ¿Cómo si temiera equivocarse? -digo con una leve sonrisa de burla.

- Si, no han querido arriesgarse, tampoco de que encontrarás algo referente a ese nombre.

- Amadeo, ¿esa chica que me dio las alas...? -dejo de hablar al escuchar un portazo contra la pared.

- Mamá quiere hablar contigo -dice Dante en un tono molesto, me mira con las cejas unidas, cuando sale de mi cuarto veo como la manija de la puerta esta torcida y rota.

Amadeo no es el único alterado, la fuerza de Dante ya es difícil de manejar pero en ese estado, no es algo que quiera analizar bien.

- Amadeo... -trato de hacer que se detenga y responda a mi duda pero solo me mira apenado y se va de mi cuarto.

Mis ojos arden, pero no por la furia o por la sangre encadenada de mi familia, es por decepción, siempre es lo mismo.

Salgo de mi cuarto y me siento en el suelo, al lado de las barandas del balcón, quiero escuchar lo que le dicen a mis hermanos, tan importante que no lo puedo saber.

Ya he limpiado mis mejillas que se habían cubierto de unos cuentas lágrimas por la situación.

- No podemos permitir que ella salga -asegura mi padre.

- ¿Por qué, dónde quiere ir? -pregunta Amadeo.

- Esta fecha es la que siempre usa la familia para organizar sus fiestas, no nos pensamos arriesgar -esta vez habla mi madre.

- ¿La van a encerrar para que no este con la familia? -la voz de Dante suena filosa, furioso-. No es justo.

- Cierra la boca, Dan -Amadeo ordena en un tono de incomodidad.

- No, papá ella algún día lo sabrá...

- Por ahora lo evitaremos, es por su bien -su tono es suplicante, no brusco.

- Es por el bien de ustedes -acusa Dante, hablando de nuevo.

- Hijo, por favor -esta vez es mi madre quien habla y ya no oigo más quejas.

Le temen a mi madre, le temen porque la conocen bien y aunque me gustaría decir que es una ventaja por mi parte no lo veo así, la verdad yo no conozco a mis padres y ellos no me han permitido conocer a mi familia.



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En el texto hay: angeles, demonios, cadena

Editado: 06.03.2019

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