Danáe

Capitulo III. ¿Qué le passa a Danáe?

Pasaron días desde la graduación, los padres de Naiara decidieron regalarle una gran sorpresa por su cumpleaños, aunque se habían atrasado un poco.

—Naiara tienes que cerrar los ojos.

—Ya los tengo cerrados, espero que no haya ninguna escalera por aquí cerca.

—No hay ninguna, tú sigue recto. Quieta, ya puedes abrirlos—Los abrió. —¡Sorpresa!

—Esto, ¿esto es en serio? No os hubierais molestado, pero de verdad, muchísimas gracias— Dijo a dándoles un fuerte abrazo a los dos. —¿Ves esto Danáe?—Se acercó a la cuna suspendida de madera blanca. —Tenemos nuestra propia casa pequeña—Danáe sonrió moviéndose.

—Pues aquí está, tu nueva casa, espaciosa para que Danáe juegue.

—Muchas gracias papa, a los dos— Danáe empezó a llorar poco a poco, parecía no encontrarse bien, la llevaron al hospital ya que no era normal que los niños llorasen sin ningún motivo aparente, ya que eran bebes artificiales, como todos.

—Tu hija es diferente— Dijo el doctor sentándose en la silla.

—¿Qué?

—Tranquila, no eres la única, esta semana hemos recibido tres padres igual que tu.

—¿Y qué hago? Esto es nuevo, no lo enseñan en la universidad.

—No, porque no tienen ni idea de enfrentarse a bebes reales.

—¿Como que bebes reales?

—Te lo explicare, veras. Nosotros como ya sabrás, somos artificiales, todos los que estamos en este planeta somos robots muy mejorados con sangre artificial hecha de la autentica sangre real, en nuestro interior tenemos tubos en vez de el aparato digestivo y los órganos frecuentes, el único órgano que tenemos es el corazón, que también es artificial.

—Sí, eso ya lo sé.

—Nuestros antepasados tenían que comer, dormir, ir al baño, ir al gimnasio, nosotros no lo tenemos que hacer, lo hacemos por costumbre pero en realidad podemos vivir sin comer una eternidad. Como sabrás hay una persona que no se sabe quién es, que puede desconectarnos para siempre, somos robots con una piel bien conseguida que parece carne real de nuestros antepasados.

—¿Lo que me está diciendo es que mi hija no es un robot?

—Lo que estoy intentando decirle es que su hija es diferente, no sé cómo pero ella sí que llora, si que tiene que comer, si que tiene que ir al baño, si que tiene que dormir, seguramente cuando se la dieron cometieron algún error, algo de los antiguos humanos nace en su interior y tiene que quererla como una más y no dejarse engañar por la sociedad.

—¿Cómo es que está tan tranquilo?

—Porque no es la primera ni será la última, pero me temo que si se enteran de que su hija es diferente vayan a por ella.

—¿Por qué? No es una amenaza.

—Todavía no, al menos no para ellos, pero cuando sea mayor va a tener un gran control, no sé si tendrá parte robótica y parte humana pero, seguramente obtendrá ambas cosas.

—No se podrá desconectar si la persona que está ahí la quiere fuera de juego.

—Y tendrá la habilidad como un robot normal, absorber la información,

—Pero también será más vulnerable, podría hacerse daño.

—Tendremos que hacerle pruebas y ver que partes tiene de humana y que partes tiene de robótica. Mire, si le parece bien, mañana tráigamela otra vez y le hago una consulta gratuita, ¿qué le parece?

—Está bien, mañana le veré.

—Cielo, ya se ha calmado— Dijo su padre Enrique quien tenía a la pequeña en brazos.

—Suerte con su hija señorita Costa— Salieron del hospital con la niña dormida en brazos de Naiara, cogieron el coche y se fueron volando hasta la nueva casa. Toda la zona estaba bien limpia y ordenada, con los pocos árboles en huecos de la cera, carreteras negras con rayas blancas y semáforos en la tierra y en el cielo.

—¿Estás segura que quieres pasar la noche en tu nueva casa después de lo que ha pasado con Danáe?— Preguntó su padre Adam.

—Sí, tranquilos, vamos a estar bien, solo necesitamos adaptarnos, solo es eso, buenas noches.

—Buenas noches cielo—Dijeron los dos a la vez. Naiara cerró la puerta, se quito los zapatos y ando descalza con Danáe en brazos.

—Pequeña, que faena tenemos ahora— Dijo poniéndola en su cuna suspendida en un palo de metal. Un ruido la alarmo. —¿Quien está ahí?— Se levanto del sofá de repente.

—Perdona, no quería asustarte— Dijo un joven, por accidente tiro un jarrón que estaba a su lado. —Lo siento.

—Deja el jarrón, además no me gustaba, espera, tu, yo te conozco, eres Mateo, el del laboratorio ¿Qué haces aquí?

—Te tengo que decir una cosa.

—¿A mí? Pero si no me conoces de nada.

—Lo sé, pero, sé lo de tu hija.

—No, ni se te ocurra chantajearme tío

—Solo necesito un lugar en el que pueda estar mientras averiguo lo que esta pasando.



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En el texto hay: familia, experimento, amor

Editado: 19.03.2019

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