Sentada frente al doctor me agarré las manos en mi regazo.
— No quiero que se preocupe demasiado, es solo una leve anemia que no pasará a más con algunas vitaminas y una buena dieta. — Me comentó el doctor y aunque él no quería que me preocupara, ya lo estaba. — No dejaremos que le pase nada.
— Temo por mi bebé. — Confesé apretándome las manos.
— Todo irá bien si sigue mis instrucciones. — Me tranquilizó, tendiéndome un pañuelo de papel. — Pero tiene que descansar y sobre todo alimentarse bien.
— Tengo mucho trabajo. — Me excusé agarrando el pañuelo.
— Señorita Daniela. — Se tornó serio. — Su estado no es un juego y debería saber que de una leve anemia podría llegar a algo más grave. La salud de su bebé y la suya es lo que importa ahora. — Sabía que el doctor tenía razón, pero también tenía una familia a la que ayudar con mi sueldo.
Cuando salí de la consulta me encontré con un serio Hian.
— Vamos, te llevaré a casa. — Me dijo Hian y empezó a caminar.
— Pero, ¿y el trabajo? — Pregunté, apresurándome a caminar detrás de él e Hian suspiró mirándome.
— ¿Acaso no has escuchado al doctor? — Me preguntó molesto. — Tienes que descansar.
— Hian...
— Además, tendrás que contarle al capullo de Calvin lo que está pasando. — Me gruñó, poniendo los ojos en blanco.
— Gracias. — Agradecí e Hian se detuvo frente a mí haciendo que me detuviera también.
— Me molesta que él esté antes que yo. — Ladró serio. — Pero la criatura no tiene la culpa.
— Hian... — Pronuncié de nuevo su nombre. Querría decirle que entre Calvin y yo solo había habido una noche, que no lo quería.
— Ahora vámonos. — Hian me indicó la puerta, donde Martín esperaba con Alejandra. Ella era su prometida. — Mi madre me ha puesto a una de sus asistentes mientras que tú te ocupas de lo realmente importante. — Me informó Hian y lo miré.
— Gracias.
— Cuando nazca el crío tendrás que ponerle mi nombre. — Gruñó, poniéndose sus gafas de sol y caminando hasta detenerse junto a Martín, con quien cruzó algunas palabras.
— ¿Cómo te encuentras? — Me preguntó Alejandra que se acercó a mí.
— Mejor. — Mentí con una corta sonrisa.
— Calvin es una buena persona. — Me comentó Alejandra, copiando mi sonrisa y poniendo su mano en mi brazo por apenas un segundo. — Me alegra que estéis juntos.
— ¿Calvin es amigo tuyo? — Pregunté sabiendo la respuesta.
— Con Calvin puedo hablar de todo, él me escucha e incluso me da consejos. — Respondió Alejandra. — Es un chico que se merece lo mejor.
— ¿Lo conoces muy bien? — Tuve curiosidad mientras nos acercamos hasta Hian y Martín.
— Sí, por eso deseo que tenga lo mismo que yo. — Alejandra ni siquiera sabía que Calvin estaba enamorado de ella, o simplemente no quería saberlo.
— Martín tiene tus cosas. — Me comentó Hian cuando Alejandra se colgó de su brazo.
— Gracias, Martín. — Le agradecí mirándolo y me respondió con una sonrisa.
Tomé la decisión de irme a casa, de regresar con mi familia.
Recordando que tenía un mensaje de mi hermana Carla, agarré mi cartera sacando de dentro mi teléfono móvil. Podía escuchar como Hian y Alejandra tonteaban en la furgoneta, mientras Martín conducía para el apartamento del joven Hian.
«Necesito dinero».
Era obvio que si me escribía era por dinero.
«¿Para qué?».
Le respondí a través de un mensaje. A veces creía que la consentía demasiado.
Coloqué mi mano en mi vientre, cada vez se me notaba más la barriga cosa que era normal pues pronto tendría cuatro meses de embarazo. Volví a mirar la pantalla de mi teléfono cuando lo sentí vibrar con la llegada de otro mensaje de Carla.
«¿Por qué me contestas ahora?».
Me asaltó con un reclamo a mi tardanza y suspiré antes de volver a escribirle.
«Estaba ocupada. Hablamos cuando llegue».
— ¿Todo bien? — Me preguntó Hian sin ni siquiera girarse.
— Sí. Solo hablaba con Carla. — Conté, abandonando el chat y guardando mi teléfono móvil en la cartera.
— ¿Otra vez dinero? — Supo, aunque me molestara, él sabía lo consentida que tenía a Carla.
— Cuando esté en casa hablaré con ella. — Tenía que saber para que me pedía tanto dinero.
— ¿Te irás? — Me preguntó Hian, pillándole por sorpresa mi noticia.
— Sí, necesito descansar y en casa estaré bien. — Expresé el motivo de mi decisión.
— Aquí también puedes descansar. Si te vas le provocaras un disgusto a mi madre. — Me intentó convencer.
— Mentiroso. — Respondí y Alejandra sonrió mirándome.
— No le hagas caso, es un niño caprichoso. — Me alentó Alejandra. — Ve a casa con tu familia y descansa.
— Entrometida. — Ladró Hian mirando a su prometida y ella se giró hacia él, dándole un beso en la boca.
Preferí mirar por la ventanilla, no tenía ganas de ver como se demostraban amor. Al fin y al cabo, si estaba embarazada era únicamente, por culpa de ellos, por despecho. Hian y Alejandra tuvieron su primera cita y yo me acosté con Calvin.
Cuando entré en el apartamento me encontré con la señora Fernanda que se acercó a mí, ni siquiera tuve tiempo de pasar al salón.
— Hian ya me ha contado. — Me informó Fernanda que agarró mis manos.
— Yo... — Dije simplemente, antes de ser interrumpida por ella.
— Tienes que descansar. — Me pidió Fernanda, llevándome con ella hasta el salón. — Y no preocuparte por nada más. Me encargaré de que una de mis mejores asistentas se ocupe de llevar las cosas de mi hijo.