Calvin me llevó hasta su dormitorio nada más terminar de cenar, pensar que esta mañana discutimos y ahora me encuentro aquí en su casa familiar. Me sorprendió su dormitorio, apenas era de tener adornos. Había dos grandes estanterías colocadas en la pared. Una repleta de trofeos de variedad de cosas, si que era listo y no solo palabras de una madre. En la otra estantería solo había libros y más libros.
- Puedes coger el que quieras. - Me dijo Calvin que se detuvo de tras de mí. Lo miré y apreté el peluche en mis manos.
- Pensé que eras más cabeza hueca. - Confesé y él sonrió poniéndose a mi lado.
- No soy como Hian. - Respondió sonriente y le di con el peluche.
- ¿Que dijistes?. - Salté diciendo. - Que no hablaríamos de nadie.
- Nadie es Hian. - Dijo inflando los mofletes. Caminé alejándome de él y observé las fotografías que había sobre el escritorio. Eran todas en blanco y negro.
- ¿Son tuyas?. - Le pregunté ilusionada con una sonrisa que no pude evitar. Calvin se acercó a sintiéndome.
- Antes me gustaba la fotografía. - Habló y se quedó mirando los marcos. Di un paso para él y Calvin bajó su mirada.
- ¿Entonces no me sacarás unas fotos a mi?. - Le pregunté y él asintió.
- A ti si. - Susurró y un escalofrío recorrió mi cuerpo, no incómodo si no agradable.
- ¿También al bebé?. - Pregunté de nuevo y me asintió. - Me siento afortunada. - Celebré y Calvin me silenció cuando sus labios presionaron los míos. - Calvin... - Dije cuando se apartó de mí y me puso una mueca.
- Te ves adorable. - Manifestó y sonreí tontamente dándole con el peluche. - Oye. - Me soltó y luego sonrió travieso.
- ¿Interrumpo?. - Nos preguntó la madre de Calvin.
- No, madre. - Le dije viendo a Calvin que caminó para su madre.
- Bajaré por el equipaje. - Se dirigió a su madre. Ella le asintió.
- Claro, hijo. - Me acerqué mirando como Calvin me dedicó su mirada. - Cariño. - Me habló la madre de Calvin. - Te quería pedir el número de teléfono de tu abuela, ahora que somos familia tenemos que conocernos.
- Si, claro. - Contesté pensando que en verdad, ni Calvin ni yo estábamos casados, era una gran mentira. - Le paso ahora su número.
- Estoy deseando hablar con ella y darle las gracias, por la maravillosa hija que a criado. - Me dijo y apreté el peluche. Tenía miedo que la verdad saliera a la luz, seguro que me acabaría odiando. - ¿Te encuentras bien?. - Me preguntó la señora Áñez y le asentí más de una vez, nerviosa.
- Solo cansada, el viaje a sido agotador. - Mentí y ella se me acercó.
- Te encuentras pálida, ven siéntate en la cama. - Me hablaba preocupada y simplemente la obedecí, me senté en la cama. - Te traeré un vaso con agua. - Me dijo luego.
- No hace falta. - Inquirí pero se marchó. Miré por el dormitorio sintiéndome mareada, mi vista estaba nublada.
- Daniela. - Escuché la voz de Calvin y cerré mis ojos respirando profundamente. Calvin me agarró de la cara y abrí los ojos mirándolo.
- Sólo estoy un poco mareada. - Le dije y él asintió.
- Está bien. - Contestó sentándose a mi lado y me rodeó con su brazo. Su mano tocó mi frente y se la agarré intentando mirarlo, ya que todo me daba vueltas.
- Calvin, estoy bien. - Le hice saber. - Si no lo estubiera, no me fuera dejado mi tía Manoli venir hasta aquí.
- No puedo evitarlo. - Se quejó sin quitar la preocupación de su rostro. Dándome cuenta de que tenía frente mi a una persona que se preocupaba por mi bienestar, que estaba a mi lado y entonces quise ser lo mismo para él... Dedicarme a él y olvidar a Hian.
- ¡No!. - Dijo una mujer cuando eché a perder la masa de las galletas.
- Lo siento. - Me incliné pidiendo disculpas. Me encontraba apenada y la mujer maldecía llamando a la señora Áñez. Inmediatamente se acercó mirándome y haciendo que me incorporara.
- Yo no quería estropear la masa. - Hablé a mi madre. Ella me sonrió.
- Con su nuera aquí no acabaremos nunca. - Maldijo la mujer y mamá se dirigió a ella.
- Cálmate, Carmela. - Después me miró. - ¿Por qué no vas al restaurante de papá?. - Me preguntó viendo que las demás chicas de la pastelería de mamá ya me estaban echando una mirada de desdén.
- Que vaya allí sólo hará que queme el restaurante. - Exclamó Carmela que me odiaba.
- Carmela, no digas tonterías. - Le regañó mamá que me miró. - Vamos, cariño. - Caminé con ella saliendo de la cocina de la pastelería, hasta una salita.
- Lo lamento mucho, mamá. - Le pedí quitándome el delantal.
- Lo siento yo por dejarte en tus vacaciones que te metas en la cocina. - Me contestó aunque claramente quería ser amable conmigo. - Venga, ve al restaurante, papá te estará esperando para que almuerces con él.
- ¿No vienes?. - Pregunté como si pudiera abandonar su negocio.
- Ayudaré a Carmela y a las chicas. - Me contó con una sonrisa. Arreglaría el problema que yo armé. - Tú no te preocupes.
- Está bien, mamá. - Respondí viendo luego como caminó para la cocina. Suspiré apenada y pensé en Calvin que se marchó hace dos días. Tenía trabajo en Luciana Del Sol, que clase de trabajo haría en la clínica dónde mis tíos trabajan. Una semana en el pueblo y dos días sola, con mis suegros. Caminé marchándome de la pastelería, las personas caminaban por la calle y algunos en pareja. Me acerqué hasta una barandilla que daba a un río, observé los patos nadando en el río y sonreí. Seguí caminando sin alejarme de la barandilla y agarré mi teléfono móvil sacándole una foto a los patos, eran tan monos nadando.