Rocky era la película favorita de Ronald y debo admitir que es una gran película. Sin embargo, no soy una gran partidaria de las peleas: la violencia tiende a paralizarme.
Así que, al ver como aquel desconocido recibía un golpe tras otro por parte de los otros dos hombres, me encontraba inmóvil.
Pero mejor retrocedo un poco a la mañana de ese mismo día.
(...)
Me acomodé el cabello detrás del hombro y alisé la falda que llevaba puesta.
Estaba asegurándome que todas las ventanas estuvieran cerradas cuando visualice a Ronald.
Se encontraba hablando con un hombre que me daba la espalda por lo que no podía divisar su rostro. Ambos parecían mantener una conversación hasta que Ronald le tendió, disimuladamente, un par de billetes.
Al instante, comprendí que se trataba de sus negocios.
El hombre tomó el dinero antes de sacar una billetera del bolsillo trasero de su pantalón y guardar allí la paga. Luego, volvió la billetera a su lugar, despreocupadamente.
El desconocido, como su supiera que alguien le observaba, giró su cabeza y sus ojos se encontraron con los míos.
Me quede fija en el lugar, sin saber cómo reaccionar. De nada serviría esconderme, puesto que él ya me había visto. Por esa razón noté los colores subir a mi rostro debido a la vergüenza.
Lo que para mí resulto una eternidad, en realidad solo fueron unos segundos ya que él se volteó, nuevamente, como si nada.
Su rostro había mostrado tal indiferencia que, por un momento, dude de si en verdad me había visto.
El novio de mi madre saco un cigarrillo de su bolsillo y le dijo algo al hombre que ahora aparentaba unos cuantos años más que yo. Este último, sacó de su bolsillo trasero un encendedor y, en el proceso, su billetera cayó al césped.
Ninguno pareció darse cuenta y Ronald encendió su cigarrillo antes de empezar a fumar.
Compartieron un par de palabras más hasta que el chico se fue y Ronald entro a la caravana de mi madre, cosa que aproveche para salir al exterior.
Indecisa, me aproximé hacia la billetera, asegurándome que ni Ronald, ni nadie me vieran y la tomé metiendola en el bolsillo de mi sudadera.
Seguí caminando, alejándome de allí, en dirección a la escuela y, una vez que llegue, abrí mi casillero, saque mis libros ꟷque, en realidad, no eran míos, sino que se lo había tomado prestados de la bibliotecaꟷ y me dirigí a la primera clase.
La mañana transcurrió con normalidad y cuando toco el timbre, anunciando la hora del almuerzo, regresé al casillero a guardar mis cosas. Estaba por cerrar la tapa nuevamente cuando alguien lo hizo por mí de manera brusca, provocando que yo diera un brinco para atrás del susto.
ꟷOh, lo siento ꟷdijo Nicole, con fingido pesar ꟷ. Te vi cargando muchas cosas y decidí darte una mano.
Ella era una compañera de clases que solía molestarme de vez en cuando.
ꟷEstá bien ꟷaseguré bajando la mirada.
ꟷAl parecer no te ha gustado el regalo que te escribí ayer ꟷprotestó con un puchero, mientras miraba mi casilleroꟷ. Ya no está.
Yo negué con la cabeza, un poco asustada.
ꟷEs una lástima ꟷcontinuóꟷ. Me esforcé mucho para que lo termines borrando.
ꟷYo no quería... ꟷSu mano en mi mentón me detuvo.
ꟷCalla ꟷordenó con una voz tan dulce que me heló todo el cuerpo.
Del bolsillo de su abrigo saco un rotulador negro y con la boca lo destapó.
ꟷQuédate quieta ꟷpidió con la tapa todavía entre los dientes.
Cerré los ojos, conteniendo las lágrimas, cuando sentí la punta del rotulador en mi frente.
Al cabo de unos segundos me soltó y yo abrí los ojos encontrándome con una amplia sonrisa en su rostro.
ꟷMucho mejor ꟷaseguróꟷ, te veías tan pálida y... solo le agregué un poco de color.
No contesté nada, en su lugar, pase por su lado y camine a paso rápido al baño.
Algunas personas a mi alrededor empezaron a verme y a murmurar cosas entre ellos y mis nervios aumentaron.
Al llegar al baño, cerré la puerta y me aproximé al espejo.
Jadeé al verme.
Fulana era lo que tenía escrito en la frente.
Me acerqué al lavabo y abrí el grifo.
Intenté quitarme la tinta con el agua, pero apenas salía. Seguí frotando mi frente con los dedos son nerviosismo y gemí frustrada al ver que solo generaba que se extendiera una mancha negra.
El timbre de la próxima clase sonó y me di cuenta que llegaría tarde.
Las lágrimas comenzaron a salir y tuve ganas de gritar.
Seguí frotándome la frente cada vez con más fuerza hasta que, de un momento a otro, me di cuenta que ya no me estaba pasando los dedos, sino las uñas. Deje de hacerlo al instante.
Ahora no solo tenía una mancha negra en la frente, sino, también, rasguños que pronto se verían mucho peor.
Reprimí un grito de frustración y cerré los ojos intentando tranquilizarme. Cuando por fin logré estar mejor, salí del baño y caminé por los pasillos desolados hacia la puerta principal. Salí de la escuela y me encaminé a la casa.
Al llegar, agradecí profundamente no ver a nadie.
Comencé a buscar en los cajones de la cocina algo con lo que sacar la mancha y suspiré aliviada al ver una botella con alcohol etílico.
Lo tomé y me fui al baño.
Me eche un poco en las manos y me las pase por la frente, viendo como la tinta, por fin, comenzaba a salir y aguantándome el ardor que sentía por los rasguños.
Cuando por fin terminé, me senté en el retrete levantando las piernas y pegando mis rodillas al pecho. Probablemente lo ocurrido con Nicole sería en lo único que pensaría lo que restaba del día.
Al cabo de unos minutos, la falta de calefacción comenzó a notarse. Me llevé las manos al bolsillo de la sudadera y me enderecé cuando note la billetera de cuero entre mis dedos.
La saqué y me quedé observándola.
Decidí abrirla y me encontré con un poco de dinero, una identificación y unos papeles sueltos.