Daño Colateral

Capítulo 12

Capítulo 12

          Anne

Anne volvió a asomarse por la ventana en busca de una presencia, pero como las veces anteriores, no encontró ni el más mínimo indicio de Alex. Había pasado poco más de dos horas desde el momento de la llamada, y que él le pidiera apenas esperar unos minutos. Era extraño puesto que no era impuntual y mucho menos se hacía compromisos que no tomaría luego. Todas las personas que lo conocían tenían claro eso, Adrien y Anne también lo tenían muy claro.

—Estar observando la calle cada cinco minutos no hará que venga más pronto —se burló Adrien. Mientras degustaba, con calma y parsimonia, un café que habían preparado unos minutos atrás—. Te ves demasiado obvia, Anne. Después soy yo quien se hace ideas erróneas de su situación.

Anne se apartó enseguida de la ventana y volvió junto a él, sin decirle una sola palabra. Ellos siempre se daban por sobreentendidos.

—Bueno, quizá si tenías razón —murmuró Adrien, pasando uno de sus brazos por la espalda de ella—. Deberíamos pensar en alguien más.

Anne soltó una risita, que parecía más de molestia.

—Pero ahora seré yo quien decida —le dijo ella, sonaba indignada—, y, a que no te imaginas a quien tengo en mente. Seré buena y te daré una pista: su nombre comienza con S y termina en Sian. ¡Magnífico!, ¿no te parece?

—Bueno tampoco te tomes todo tan personal —soltó un quejido, apartándose con prisa de su lado—. Se suponía que esto no se trataba de ti, sino que buscábamos un buen lugar para el pequeñito —alegó—. Ambos estuvimos de acuerdo en que él era nuestra mejor opción, solo déjalo estar. Encontraremos a alguien, ¿vale?

—¿Cuándo me he tomado algo personal? —Anne sonrió al notar la expresión de preocupación que mostraba su amigo—. Yo solo estoy pensando en lo mejor para el perrito, al final de cuentas es lo que queremos, ¿no?

—Claro, es lo que queremos, mi querida Anne.

El sarcasmo se entremezclaba con el aire, y ambos compartieron unas cuantas miradas. Las mismas que fueron interrumpidas por el timbre. Y casi terminan en el suelo al intentar apresurarse a llegar hasta la puerta.

—¡Calma!

—¿Es él? Si vino —dijo Anne.

Se detuvieron a unos cuantos pasos de llegar, como si necesitaran una confirmación para poder dar el siguiente paso.

Anne se sentía nerviosa, no le gustaba sentirse así y mucho menos por Alex. Mucho menos después de lo que habían hablado y acordado en el cementerio, en el lugar que descansaba Gerald. Su Gerald.

—Eso significa que ya no existe la necesidad de Sian. ¡Eso sí es estupendo! —exclamó Adrien, sonriendo. Ambos retomaron el camino a la puerta y antes de abrirla giró hacía Anne y le dijo—: ¡Si nos vamos a auto incluir en el club de los veintisiete, al menos démosle a alguien la oportunidad de vivir una buena vida! 

Anne le regaló una media sonrisa.

La manija de la puerta se giró, y la vista de ambos se posó sobre las personas que esperaban ahí. La sorpresa se hizo con Anne y Adrien, porque no solo estaba era Alex, si no que traía compañía, una nueva compañía. Y eso no era la única cosa que les generó sorpresa, si no que Alex se veía diferente, no solo en la actitud sino también porque era la primera vez, desde que se habían conocido, que él llevaba algo diferente a un saco y traje elegante. Llevaba una sudadera que lo hacía ver más relajado, el cabello húmedo que le caía por la frente y una sonrisa enmarcada en el rostro.

Anne sintió que no lo reconocía.

Él llevaba las manos entrelazadas con la chica que lo acompañaba, una pelinegra de bonito rostro y mirada sencilla. Ambos sonreían inmersos entre sí. Adrien le dio una corta mirada a Anne quien se veía seria, pero demasiado tranquila para lo que él esperaba. Con la misma rapidez volvió la atención a los recién llegados.

—¡Eh, buenas noches! —dijo Adrien.

—Perdí la noción del tiempo, de verdad lamento eso —fue lo primero que dijo Alex. Su alegré voz se proyectó en el lugar y, con demasiado cuidado, desprendió su mano de la joven—. Pero estoy aquí, creo que es lo que de verdad importa.

—Por supuesto.

Adrien le sonrió aun sin recuperarse de la impresión que le había causado. Alex dio un paso dentro, tomando una postura más seria se dirigió a su ahora denominada amiga:

—Anne —citó su nombre con una muestra de incomodidad.

Y, pasaba para ellos dos como cuando tienes la sensación que el tiempo se ralentiza, y solo quedan dos personas flotando en un universo infinito de posibilidades. Unos cuantos segundos que se transformaron en pequeñas infinidades.

Él le había ofrecido la mano y ella se la estrechó, mirándose a los ojos. Y no hizo falta que se pronunciara alguna palabra, aquel intercambio de miradas dijo todo lo que ambos se obligaban a callar. Así pasaron más tiempo del que deberían.

Las mismas miradas que fueron interrumpidas por un carraspeo de garganta por parte de Adrien, haciendo que la atención que ambos se compaginara con la realidad.

—Lo siento, ella es Emilie —señaló Alex, avergonzado. La ahora Emilie sonrió y estiró la mano para saludar a Adrien y Anne, quienes con amabilidad correspondieron el saludo—. Emilie es… —antes de responder escaneó a todos los presentes, seguía sin encontrar las palabras adecuadas—. Estamos saliendo.




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