Capítulo 19
422 días antes del suicidio
Anne
Todas las tragedias que han marcado la historia de la humanidad inician con un día lindo, y las que no la han marcado, también.
—¿Estás nervioso? Te ves nervioso —señaló Anne, sus manos intentaban alisar el traje de Alex.
—Yo no diría nervioso.
Él le regaló una sonrisa, de esas que dicen más que las palabras. Volvió a darse una repasada en el espejo, no por vanidad, sino que la ansiedad se lo comían entero, por primera vez.
—Todo saldrá bien, estoy segura.
—También lo espero —murmuró, girándose y quedando frente a ella de nuevo.
—Confío en ti, eres la persona más talentosa que he conocido.
Alex sonrió, acunando la mejilla de Anne en su mano.
—Hay muchas personas ahí fuera… pienso que, tal vez —tomó una pausa para apreciarla por un momento. Se veía preciosa ante sus ojos, el vestido…, su esencia estaba ahí, pocas veces la percibía de esa forma, entonces él creyó que estaba en lo correcto de nuevo—. Quiero hacerte una invitación.
—¿Una invitación?
Las invitaciones de Alex siempre terminaban por incluir a muchas personas, lugares demasiado sociales y todo lo que para Anne resultaba agotador. Él pasó por el lado donde estaba ella, tomó un pequeño sobre color beige y lo estiró, Anne lo recibió un tanto dudosa de lo que podría tratarse.
—Teatro —leyó, la única palabra escrita ahí. Lo hizo un par de veces más hasta que comprendió—. Sabes que no sé mucho de esto, Alex.
Los ojos de Anne lo escanearon con preocupación.
Anne no era una inculta, nunca lo había sido. En realidad, era demasiado lista… tanto para poder llamarla una erudita, pero ese también era uno de sus pequeños secretos. Y esa es la cuestión de los secretos, y el por qué es lo que más misterio guarda, incluso más que la misma razón de que sea denominado así.
—«Sueño de una noche de verano» —dijo él.
—¿Qué?
—Presentarán «Sueño de una noche de verano», es una función exclusiva. Sé que la has leído, en teatro te gustará mucho más.
—No la he leído.
—Anne, sabes que no es verdad.
—¿Estás llamándome mentirosa?
—No, no lo hago. Solo que estoy seguro que sí la has leído.
—No la he leído —repitió, sería.
Y esa era siempre su respuesta a todo: no lo conozco, no lo he visto, no lo he leído, no lo he escuchado. Alex seguía sin entenderlo, porque era más que claro que ella lo sabía, pero siempre tenía la extraña fascinación por negarlo todo hasta que se rindiera de insistir.
—Anne, no importa, ¿sí? —dijo él, manteniéndose sereno.
No pretendía arruinar ese momento, bastante había logrado con hacer que ella lo acompañara ese día, teniendo en cuenta que también estaría presente sus padres y… Emilie.
—Solo no quiero arruinarlo para ti, sé que te emociona esto… —explicó ella, su voz era baja, apenas entendible—. Intento cuidarte de una futura decepción.
—¿En serio lo estás diciendo? Creo que, Anne, estás exagerando un poco. Ya te he dicho que no importa. ¿Qué no lo has leído? ¡Pues no hay problema!
—Vale.
—¿Vale? Después de todo lo que has dicho… lo terminas con un simple «vale» —dejó una sonrisa resignada.
Ella no respondió aquello, o bueno, lo hizo dándole un abrazo. Era extraño, un abrazo con sabor a despedida. De esos que se dan cuando estás a punto de subir a un avión, de esos que reemplazan a las palabras.
Recostó en el pecho de Alex su rostro y cerró con lentitud los ojos, aspirando con calma el aire que estaba impregnado del olor de Alex. Era una de esas cosas que deseaba guardar en un pequeño tarro, las otras eran los sonidos de su voz y sensaciones que le producía cuando estaban juntos.
Recordar el sonido de los latidos de un corazón enamorado, el roce de unas manos que la amaban.
—Mis padres están allá afuera, tu silla está junto a la de ellos —le informó Alex, arrullándola en su pecho—, sabes que ya les he hablado muchas veces de ti… están deseosos de poder conocerte. ¿Está bien para ti?
Silencio.
Un toque en la puerta atrajo la atención de él, Anne continuó en la misma posición sin moverse.
—En diez minutos debe estar en la tarima, señor Haskell —informó la voz tras la puerta—. La presentación comenzará en quince, pero debemos ajustar detalles.
—Perfecto, gracias. Enseguida estamos allá —respondió Alex.
Volvió de nuevo la atención a su novia, quien descansaba en su pecho, parecía estar dormida o fuera de ese lugar, casi imposible de saberlo. Pero era suficiente con que estuviera, al menos de esa forma lo veía él.
Aguardó un poco de tiempo más, intentando disfrutar ese pequeño instante. Cerró los ojos e imagino de nuevo todo, las expresiones que abrían en su rostro, lo que vendría para ellos después de ese momento y lo que significaba para ella. Estaba nervioso, no por las personas que lo esperan fuera, misma que decidirían si él merecía o no el título de profesional. Aunque, en realidad solo una persona lo ponía de esa forma, la misma a la que sus brazos se aferraban.
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Editado: 30.11.2024