"Bienvenidos a Aura"
Miro por la ventana del autobús el viejo cartel que dice, "Bienvenidos a Aura", sí, lo sé, a quién se le ocurrió ese nombre tenía muy poca creatividad. Bueno, me llamo Eleena, tengo casi dieciocho años y no tengo ni idea de que quiero hacer con mi vida, así que mis padres me convencieron para pasar una temporada con mis abuelos.
Cuando el autobús se detiene me bajo y busco mis maletas, de lejos veo a un hombre canoso que mira a todos lados como buscando a alguien.
- Abuelo- Grito y corro hasta poder abrazarlo, soy muy expresiva, para que ya se vayan enterando.
- Yo también me alegro de que estés aquí.- Me envuelve entre sus brazos.
- ¿La abuela no vino? .- Pregunto cuando ya estamos separados.
- Dijo que mejor se quedaba haciéndote un pastel.
- ¿De limón?- Nada más de pensar en el pastel de limón de mi abuela se me hace la boca agua.
- De limón
Vamos al viejo auto de mis abuelos y nos dirigimos a la casa.
En los pocos minutos que dura el viaje aprovecho para mirar por la ventana, me resulta extraño volver. Las casas son por lo general todas de ladrillo, con lindos jardines. Algunas pequeñas tiendas y restaurantes están abiertos. Veo una que otra persona caminando por las calles, la mayoría personas mayores, los jóvenes no quieren venir a vivir para este pueblo y los que nacieron aquí prefieren irse y vivir en una gran ciudad.
Cuando veo la casa de dos pisos, idéntica a las demás, no puedo evitar sonreír. Me bajo corriendo de la emoción y toco la puerta.
Una señora de unos sesenta y pico, pelo castaño con algunas canas y unos profundos ojos color miel me abre.
- Abuela.-Ellla me abraza con una sonrisa, ahora sí me siento en casa.
Pasamos a la acogedora sala llena de fotos de toda la familia y nos sentamos. Durante un rato hablamos, sobre todo ellos me hacen preguntas y yo contesto.
- Ele, será mejor que te des un baño y luego bajes a comer. Debes estar cansada.- Me dice mi abuela y yo abandono la acogedora sala para subir a mi habitación.
Una sonrisa de nostalgia me cubre el rostro cuando entro, está como lo dejé en las últimas vacaciones. La mediana cama en el centro, con sábanas azules, las paredes blancas, un escritorio, la mesa de noche con la foto con mis padres y mis abuelos, varios posters de las Bratz y la Mujer Maravilla están en las paredes, sí que tenía variados gustos a los ocho.
Ya bañada bajo para ir a la cocina. Ahí están mis abuelos. Mi abuelo, Julio, está leyendo el periódico, mientras que mi abuela termina de decorar una tarta, corrección, mi tarta.
- ¿Eso es para mí?- Me tapo la boca haciéndome la sorprendida.
- No, para mi otra nieta.- Suelta mi abuela, haciéndole el último detalle.
- Teniendo en cuenta de que soy la única nieta que tienes, sí, es para mí.- Digo buscando un plato para comer.
- De eso nada señorita, primero te comes la comida, luego como si te comes el pastel completo.- Mi abuelo me regaña como si fuera una niña, yo hago mi mejor cara de pena, pero es por gusto. Cuando Julio dice algo es imposible hacerlo cambiar de opinión.
Me como toda la comida y después disfruto de mi delicioso postre, es que doña Gema cocina como los dioses, por eso tiene una cafetería.
Más tarde cuando estoy acostada en mi cama leyendo siento que tocan la puerta.
- Adelante- Mi abuela abre la puerta y se sienta en una esquina de mi cama.
- Quería contarte algo.- Yo me acomodo en la cama y le hago un gesto para que siga.
- Bueno, como sabrás la idea de que vengas acá es para que te aclares las ideas y veas que quieres hacer.
- Sí- Digo yo sin saber a dónde quiere llegar.
- Hay una niña que va mucho a la cafetería, es muy amable y necesita una niñera, yo conozco a su madre, son gente buena.
- ¿Quieres qué sea su niñera? .- Pregunto, la idea no me desagrada. De hecho a veces he cuidado a un vecino y lo hacía bien, me estresaba un poco, pero no me iba mal.
- Pienso que sería buena idea.
- Está bien, dame la dirección y mañana voy.- Le digo con una sonrisa.
- Vas a adorar a Esmeralda.- Sonríe y sale del cuarto, al parecer además de trabajar en la cafetería voy a ser niñera.
Siento un ruido retumbando mi cabeza, me toma un minuto darme cuenta que es la alarma de mi celular. Alargo la mano y logro apagarla, contra mi voluntad me levanto de la cama y voy al baño. Cuando estoy lo suficientemente despierta como para no caerme del sueño, abro mi maleta y me pongo los primeros pantalones que encuentro y una blusa azul que me gusta mucho. Me miro en el espejo y no me veo tan mal,la blusa me queda bien, ya que combina con mis ojos, mi pelo castaño claro lo recojo en una trenza. Me pinto mis labios con un brillo transparente para resaltar más su color rosado natural. Cuando me siento lista, bajo para desayunar.
Veo a mi abuela tomándose un café en la cocina y mi abuelo comiéndose unas tostadas mientras lee el periódico.
- Buenos días.- Me sirvo un café, le echo dos cucharadas de azúcar, mi café tiene que ser como yo, dulce.
- Ele, podrías ir primero a la casa de los Dasch y cuando termines te pasas por la cafetería.- Me dice mi abuela apuntándome una dirección en un papel para luego irse a la cafetería con mi abuelo.
Termino el desayunos y me dirijo a la casa de los Dasch, vamos a ver como resulta. Me da vergüenza tener que admitir que tuve que pedirle ayuda a un señor que pasaba por la calle, en mi defensa diré que hacía casi diez años que yo no visitaba este pueblo.
Cuando llego a la supuesta casa pienso que me dieron mal la dirección. Esta tiene un aspecto un tanto perturbador. Es de dos pisos y ladrillos, por ahí coincide con las demás, pero lo que le da ese aire a película de terror es el jardín, con flores marchitas y césped descuidado que un poco más y llega hasta la rodilla.
Camino a la puerta pensando, "no juzgues un libro por su portada", "no juzgues a una persona por su jardín". Toco y me abre una niña con el pelo oscuro y unos preciosos ojos azules, más claros que los míos.