Un mes después...
—Gracias por ayudarme—le digo a mi padre cuando me subo a su auto.
—Ya hablamos de esto y te dije que estaría contigo hasta el final. Esto será algo solo entre tú y yo. —me dice sonriendo y aquello me hace sentir un poco menos nerviosa.
El trayecto es en silencio. Aún no sé si lo que estoy a punto de hacer sea realmente lo correcto, pero no puedo hallar otra respuesta, no encuentro otra solución. Sea como sea, esta tortura tiene que acabar.
Mi padre maneja alrededor de una hora y cuando empiezo a reconocer la zona, los nervios hacen su trabajo habitual en mi. Me repito una y otra vez que está bien, que lo que estoy a punto de hacer no es tan malo. Buscar justicia nunca será malo. El auto estaciona frente a un gran edificio color gris, completamente enrejado y con cuatro guardias de seguridad en la entrada. Hay dos cámaras en cada esquina y las puertas ni siquiera tienen ventanas. Es escalofriante y tétrico al mismo tiempo. Si la piel se me eriza con solo verla, no me quiero imaginar cómo me pondré cuando entre. Mi padre se baja detrás mío y se acerca a uno de los guardias para saludarlo con un agarre de manos y una sonrisa. Sé que se conocen, pues mi padre ha tenido que defender a muchos inocentes y pues, tiene varios contactos.
Por rutina y como es debido en todas las cárceles, me tuvieron que revisar entera. No me sentía comoda con los guardias, por lo que, le pidieron a un oficial del sexo femenino que hiciera el trabajo, para mí suerte, también conocida de mi padre. Ella resultó ser muy amable para la fachada hostil que presentaba.
—Por aquí—me ordena mientras se introduce por un pasillo largo y oscuro. Volteo a ver a mi padre y me da un asentimiento.
—Todo está resuelto. Tú puedes—me dice y asiento antes de seguir a la oficial.
Ella camina hasta parar en una habitación sin ventanas. Me puse nerviosa en cuanto vi como era, pero trate de hacerme lo más fuerte que podía. Pienso en Henry y en Ty, y que ellos merecen toda la justicia del mundo.
—Puedes pasar. Ya está todo resuelto con tu padre, solo da dos toques en la puerta y ellos entrarán—me avisa y asiento conforme antes de entrar.
El cuarto dos por dos es agobiante y comienzo a transpirar enseguida. Me ato mi cabello en una coleta alta cuando una segunda puerta se abre y de allí entra Pinzas. Frunce ligeramente el ceño y sonríe con malicia cuando uno de los guardias le quitas las esposas y le ordena que se siente en la silla frente a mi. Él nos deja a solas y verlo me produce una mezcla entre miedo y odio. Prefiero centrarme en el odio para acabar luego con esto.
—No esperaba verte Linda querida—dice fingiendo amabilidad. —¿A qué se debe tú visita? Después de...casi seis meses...
—Se que ya tienes una sentencia y que te trasladarán mañana en la mañana—le digo tratando de sonar firme y segura—...y déjame decirte, que sé muy bien que tienes comprado al juez, si es que no me quedo corta...—el alza las cejas impresionado y sonríe mientras me mira. Su apariencia despreocupada me irrita.
—Esas...son fuertes acusaciones—dice y rie un poco.
—Esa, es la verdad y lo sabes—gruño—...pero creeme Pinzas, que no te saldrás con la tuya—digo mientras me pongo de pie—..quisiste acabar con nosotros, pero eso no sucederá...jamás y yo me encargaré de que así sea.
Retrocedo sin dejar de mirarlo y golpeo la puerta dos veces tal y como la oficial me dijo. Él me mira como si todo lo que hubiera dicho fueran solo palabras bobas de una niña. Más bien, está ahí sentado burlándose de mi. Sin embargo, por la puerta entran tres sujetos enormes. Cada uno más delincuente que el otro, pero por hacer este trabajo han recibido una buena recompensa.
Sonrío cuando la sonrisa de Pinzas desaparece y me acerco un poco a él.
—¿Asustado?—pregunto con inocencia.
—Que lista resultase ser—dice sin nada de gracia ni humor mientras mira de reojo a los tipos—Al final, parece que no somos tan diferentes...— dice y su sonrisa retoma su posición. Sus ojos me penetran al punto de sacudir mi cuerpo con escalofrío.
—Te equivocas—le digo muy decidida—.. tú, eres una maldita y asquerosa plaga que hay que exterminar por completo, y yo solo busco justicia Pinzas...—le digo y su sonrisa vuelve a disminuir—Se acabó Pinzas. Pagarás por toda la mierda que nos hiciste y sobre todo, pagarás por Henry y por Ty. Esto...es por ellos.
Retrocedo mientras miro como uno de los tipos fortachones lo sujeta por los hombros obligándolo a ponerse de pie. Decido que no pienso mirar esto y abro la puerta para irme, sin embargo, él me frena.
—No seas tan ingenua, con matarme no acabarás nada Linda. No sabes de lo que soy capaz de hacer aún siendo cenizas...solo espera y verás. —su ojos muestran toda la frialdad y maldad que siempre hubo en él. No está fingiendo ni disimulando, es una mirada escalofriante y que fácilmente no podré olvidar.
Salgo lo más rápido que puedo y cierro la puerta detrás mío mientras me recargo en ella para recuperar el aliento. Me siento en el piso tapando mis oídos cuando puedo oír los golpes y gritos de Pinzas. Decido que es mejor salir de aquí y me pongo a correr para desaparecer lo antes posible. Jamás volveré a este lugar.
Mi papá espera impaciente afuera y en cuanto el guardia me abre la puerta corro hacia él para abrazarlo. Pensé que me sentiría mejor, crei que sentiría paz dentro mío pero no es así. No me siento bien, no me siento tranquila y es que, yo no soy una asesina, yo no soy así. Mi padre me consuela pero las lágrimas no dejan de salir. Acabar con una vida jamás será resolver un problema, pero es que no encontré otra alternativa. Sabía que Pinzas saldria en un par de años, sabía que buscaría venganza y volvería hacernos daño y no estaba dispuesta a pasar por otra desgracia.