De Bailarina a Primera Dama

I

La mañana era hermosa, todo iba a la perfección la chica visitaba a esa hora a la persona encargada de hacerle su vestido de novia. Sus pocos ahorros los pensaba invertir en hacer un vestido que la hiciera recodar lo feliz que sería en su nueva vida. Su novio era un hombre apuesto, pensar en Carlos la hacia sonreír como una idiota.

Mariana observaba su vestido estallado a su figura. Su sueño se cumpliría, se detuvo frente al espejo su amiga Lucía chiflaba al verla tan decidida ante ella . La prenda se parecía adherir perfectamente a su cuerpo, su cabello marrón estaba recogido en una cola de caballo, sus ojos cafes claros brillaban de emoción.

No tenía exactamente una figura perfecta, pero tampoco tenía complejos por eso. Su pequeña cintura se marcaba muy bien bajo la tela del vestido confeccionado por su mejor amiga y compañera de habitación -Waho amiga. No lo puedo creer, eres toda una diosa.

- Gracias. Estoy muy emocionada sabes.

-Lo sé bella Carlos se volverá loco al verte.

-No me digas bella -decía haciendo un puchero -Sabes que así me llaman en el bar y eso es algo en lo que no quiero pensar por hoy.

Sabiendo que ese tema les incomodaba a las dos, lo dejaron por la paz. Mariana se quito el vestido y salieron para hacer sus compras, tenían muchas cosas por hacer y el tiempo era muy poco. La chica estaba muy emocionada parecía que por fin sería feliz, sonreía a cada momento -Sin duda el amor hace milagros, hasta hace poco no sabías sonreír -le picaba su amiga.

-Las cosas no son fáciles.

-Nada en esta vida es fácil, vamos linda no has hecho mada malo, todo a sido por salir adelante y ayudar a tu madrina no tienes porqué avergonzarte.

-Es imposible no hacerlo. Todos a mi alrededor comentan la mala vida que llevo y me juzgan por todo lo que he hecho ¿Por qué no se ocupan en sus asuntos y me dejan en paz? Por eso amo a Carlos pues él no me juzga.

Lucía evitó el tema de Carlos, a pesar de ser el novio de su amiga ella aún no confiaba en él. No se podía confiar en los hombres, eso era seguro. Mariana trabajaría su última noche en el bar por lo que tendrían que darse prisa, le haría mucha falta su amiga, nadie mejor que esa chica. Ella entendía todo, vivieron muchas cosas y eran inseparables, sin embargo ya estaba decidido, sus vidas tomarían rumbos diferentes.

La noche llegó en un abrir y cerrar de ojos -Genial, mientras unas chicas en su despedida de solteras beben, disfrutan y se la pasan bien tú tienes que trabajar. La vida es tan injusta y yo como tu amiga debería disfrutar también -decía la chica lamentando tener una vida tan miserable. Nuevamente tenían que salir para divertir a los clientes del bar.

Como todas las noches muchos hombres esperaban verla, deleitarse con su sensualidad. Hacía tiempo que su reputación estaba por el suelo algo que a Carlos su novio pareció no importarle, aunque no podía decir lo mismo de su futura suegra que era "peor que una espinilla en el trasero" pensaba.

 Esta será la última vez se dijo asi misma. Ese había sido el trato trabajar hasta su última noche de soltera.

Se esmero mucho al enseñarle a la chica que la iba a suplir, no había vuelta atrás. Doce años en un solo lugar podían decirse fáciles, pero ella sabía lo duro que fue y si no hubiera sido por Branli quizá nunca cumpliría su sueño, tampoco es que lo estuviera alcanzando de la noche a la mañana pero gracias a que aquel hombre le brindó un techo cuando no tenia a nadie ella pudo sobrevivir. Llegó a ese lugar con once años nadie le daba trabajo y menos con la pinta que tenía.

Sus estudios le costaron mucho y cuando por fin obtuvo un nivel mejor le dijeron que sencillamente no podían darle un trabajo porque le faltaba experiencia. Se cansó de buscar una oportunidad que parecía que nunca iba a llegar, se resignó a trabajar en el mismo lugar dónde pudo realizar sus estudios.

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Daian un hombre con una reputación intachable, conducía su auto con toda la calma del mundo, como quien no quiere llegar al lugar citado, siempre fue una persona recta y no le apasionaba hacer cosas que llamarán la atención de la prensa. Usaba a los medios de comunicación para su propio beneficio, nunca decían de él más de lo que personalmente se encargaba de hacerlo saber.

-Jonathan si es otra de tus bromas no vivirás para contarlo -decía mientras empuñaba sus manos sobre el volante, odiaba andar en terrenos donde no sabía como desenvolverse, en su trabajo todo está siempre bajo control, su carrera política hasta la fecha todo marchaba sobre ruedas. Una vida envidiable para muchos, pero todos en esta vida esconden algo una parte suya con el fin de que nadie la descubra por temor a ser usada en su contra.

Daian tenía un secreto, algo que nadie lo sabía excepto Adam su mejor amigo. Jonathan era su hermano menor un poco loco, pero con un buen sentido del humor que él envidiaba a veces. Siguió su camino. La música clásica se escuchaba en su auto, baladas su género preferido. La vista en la carretera, no podía darse el lujo de cometer un error.

La foto de Jonathan en la pantalla alertó a Daian, su hermano sabía que nunca respondía las llamadas cuando conducía a menos de que fuera importante y él nunca llamaba para algo de vida o muerte. Daian se estacionó a un lado de la calle y respondió a su hermano -¿Qué pasa ahora Jhonny? -habló antes de que este lo hiciera.

-Vamos hermano deja la amargura un poco.

-¿Para que llamas? Estoy a mitad del camino.

-Solo quiero saber si ya estás cerca.

-Llego en quince minutos -dijo contestando al chico del otro lado de la línea. Cortó la llamada y siguió con su camino, después de diez minutos llegó al lugar. Jonathan lo esperaba en la entrada, el lugar no le pareció lo mejor para hacer negocios. Finalmente decidió entrar, a penas estuvo dentro notó que nada era lo que pensó -Aquí no hay ni un solo socio.

-Así es hermano, lo siento eres tan ingenuo. Te invité a venir para que se te quite la amargura que llevas, vamos ponte cómodo que la noche apenas empieza -contestó Jonathan con una sonrisa.




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