El olor a pan recién horneado llenó de inmediato mis fosas nasales, pues aquel exquisito aroma me tentaba a comprar una pieza de ese delicioso pan para mi y Bastián.
—Melodía se en lo que estás pensando hermana, yo también tengo lo mismo en mente.
—Pues vamos hermanito a ¿Qué esperas? Que el pan se acabe, el que llegue al último paga. —Me eche a correr en dirección a la panadería, sin mirar atrás y de vez en cuando a esquivar a algunas personas que se metían en mi camino, sólo me faltaba cruzar una esquina más para llegar pero no ví a alguien que se interpuso en mi camino y por tal impacto caí de sentón en la empedrada calle; no quise quejarme pero de verdad, si me dolió esa caída.
—¡Vaya, vaya miren a quien tenemos acá! Si no me equivoco, es la señorita belicosa, ¿te volviste a meter en líos cariño...?
Esa voz, esa ronca, pero irritante voz burlona ya la conocía bien, era aquel chico de la cantina, «oh por los dioses que mal habré hecho para toparme con ese imbécil de nuevo».
Miraba a la muchacha sentada en el suelo —¿Y...? ¿Te comieron la lengua los ratones?
—No estoy metida en ningún problema y en segundo lugar, fuiste tú quien formó jaleo aquella vez yo solo me defendía de gañanes manos largas como tú. —Aquel tonto ni sobrio era medianamente educado.
—A parte de conflictiva, me sales cínica gitanilla, eres todo un estuche de sorpresas preciosa, ven te ayudo a levantarte. —Se inclinó ofreciendo su mano a la altiva gitana para que se levantará del suelo, la chica le miraba dubitativa pero aún así aceptó su ayuda para ponerse en pie nuevamente.
Aquel joven se ofreció ayudarme y yo acepte, tomando la mano que me ofrecía, como apoyo, para levantarme me sentí algo tonta, pues ya tenía mucho rato sentada en el suelo.
—Gracias.
Solté de inmediato su mano, no había porque alargar más el roce entre nosotros.
—Y dime niña si no estás huyendo de nadie ¿Por qué andabas correteando como un cervatillo asustado? La gente normal suele caminar para ir por el pan. —Comentó el pelirrojo con un tono burlesco de voz dejando a un lado la hostilidad de su primer encuentro en el pasado.
—No eres gracioso ¿Se supone que debo reírme? Yo voy a comprar el pan como a mí se me antoje corriendo, dando brincos, o a gatas eso no es tu asunto y no me llamo niña, ni gitanilla, ni pequeña belicosa soy Melodía oíste bien ¡MELODÍA! —solté exasperada ante la actitud del joven de llamativos ojos turquesas.
—Muy armonioso tu nombre Melodía, aunque no contrasta con tu falta de equilibrio y coordinación al andar por ahí llevandote a quien sea en el camino...
—Hermana ya llegué, me entretuve un poco, pero ya llegué y bueno por lo visto me toca pagar el pan verdad Mel. —Decía el castaño fatigado por la carrera que había dado.
Al percatarse de la presencia del muchacho junto a la gitana decidió marcharse, ya había tenido su dosis de diversión fastidiando a la muchacha y tenía cosas más importantes que hacer.
—Si claro además tampoco, tengo como pagar, todo el dinero te lo entregue anoche, así que si o si no es que tengas muchas opciones, después de todo debes pagar tú Bastián.
Miré otra vez y aquel muchacho había aprovechado mi distracción, para retirarse, aunque esto último lo agradezco internamente pues Bastián era muy protector y de seguro si me veía con aquel muchacho, no dudaría en hacer preguntas.
Entramos al recinto con gusto pues aquel olor a pan, era verdaderamente una delicia, Bastián dividió aquella pieza de pan en dos y comenzamos a comer gustosos ese manjar.
—Está rico Mel las manos de ese panadero, están bendecidas hermana no lo crees así. —Decía Bastián dándole una mordida al delicioso pan.
—Estoy de acuerdo contigo hermano sus manos están benditas, es el pan más rico que he probado. —Dije también dándole una mordida.
—¿Mel quién es aquel chico que estaba contigo antes de que yo llegara?
—¿A quién te refieres Bastián? Al chico frente a mi, me estaba preguntando por una dirección, aunque le dije que no conozco este lugar y nada luego se fue supongo. —No sé si mi hermano, me creyó o no, debía ser lo más natural. Bastián no debía saber que fui a aquella cantina de seguro no me permiten volver a la ciudad, bastante que me costó convencer a mis padres para que me permitieran venir y ese chico podría arruinar mi oportunidad.
—Vale está bien, mira lo que te quiero mostrar, me lo dieron unos campesinos, ya los había visto ayer en la taberna.
Lo que mi hermano me mostró era un pergamino, algo doblado por haber estado en su bolsillo mientras corría aquel pergamino era una invitación, para una fiesta en la taberna dónde los gitanos se presentaban. Allí era donde Bastián y el resto de mi aldea estaba haciendo sus actuaciones, me quedé un momento pensando en ver si podía asistir a la taberna Bastián no quería que yo estuviera en ese lugar, aunque por otro lado no quería que se molestara conmigo por seguir insistiendo en el tema.
—Mel hoy será la última noche en Aldremir, mañana partiremos a casa quiero, que asistas está noche a la taberna, vendrán muchos a celebrar y muchos nobles vienen, también hermana, eso es mucha plata hoy vendré por ti más temprano.
Me dispuse a ir de nuevo a la plaza donde tocaba, mi violín para mí la música era más que trabajar, era mi escape, deleitar a las personas, con notas que salian de mi alma era como abrir mi corazón, sin temor, ni pudor frente a las personas
Comencé a tocar una tonada esa era una de las preferidas de Melibea, ella era la alegría de mi hogar, era una hermosa hada a la hora de bailar sus movimientos delicados y gráciles, los listones eran como parte de su cuerpo, era como si volara para muchos era como si sus pies no tocasen la tierra era única, etérea
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Editado: 22.01.2024