Había logrado convencer a aquel duque, me había dado autorización de entrar a su biblioteca, era enorme dioses, nunca había visto tantos libros juntos los estantes llegaban al techo, este sería el sueño de mi hermana Melibea seguramente no saldría de un lugar así en dias Melibea era una ermitaña de los libros, aunque en la aldea estos eran escasos y ya no era que aportacen mucho; oh bueno eso era lo que Melibea decia siempre se quejaba de que ya en la aldea no había libros desconocidos para ella.
—¿Lilly puede entrar conmigo? —pregunté al encargado, esperando una respuesta afirmativa, tenía el presentimiento de que ella también tenía curiosidad por entrar junto a mi a ese lugar.
—Si, siempre y cuando sea a tu lado jovencita y recuerda solo tienes una hora, además solo puedes llevarte un libro y devolverlo, a los dos días.
—¡Señor no puede hacer una pequeña excepción por mi.
—Pedí con un tono de voz tan agudo y condescendiente, que ni yo me reconocí.
—Buen intento muchacha pero ya es mucho que puedas entrar y además de todo, con tu amiga, no es personal Lilly, solo sigo órdenes del amo Eriol. Tú lo entiendes pequeña. —Dijo el de avanzada edad
La nombrada, solo asintió. —Tranquilo señor Dumah, no se preocupe, yo entiendo perfectamente las complejas reglas de su excelencia el duque...
—Esta bien, comprendo ven Lilly tenemos poco tiempo. —mi amiga me siguió al área de geografía e historia, debía buscar información de Azrrahen, ciertamente no se porque lo hacía aún así me causaba mucha curiosidad ese lugar y debía aprovechar estar en este lugar para investigar lo que pudiera de aquel extinto reino.
—Mel acá encontré uno y dice historias y leyendas de Azrrahen.
Me sorprendió, yo tenía entendido por lo que Marina había contado, era que la servidumbre, no sabía leer.
—¿Lilly tú sabes leer? —pregunte contrariada—. Creí que no sabías, es decir que, ustedes no sabían leer.
—En teoría no debemos saberlo, aunque algunos si sabemos hacerlo, la antigua duquesa enseñó a la señora Adelaida, la cocinera, a mi madre y al jardinero, mi madre me enseñó a mi y a Marina, pero por favor no digas nada. —Decia la sierva temerosa por quedar al descubierto.
—Esta bien no diré nada, pero ven vamos a un lugar tranquilo, y alejado para estar más cómodas. —Lilly me siguió y ambas fuimos a un lugar retirado, ella me pasó los libros y comencé a ojearlos. Una de las cosas que más llamaron mi atención era la portada habían unas siluetas con mujeres con alas, era más que obvio que eran alas, estuve revisando y era un lugar con muchas leyendas más de una relacionadas con las hadas, esos seres que con cada cosa que leía y aunadas, a las que mi hermana me había contado comenzaba a creer que esos seres mágicos si existieron.
—¿Será posible que aún estarán entre nosotros esos seres? —ciertamente la curiosidad, me estaba sobrepasando y por mucho estos temas nunca habían sido de mi interés.
—Melodía debés ver ésto.
Lilly señalaba una ilustración, dónde salía una ocarina muy parecida a la mía. «Oh cielos podría jurar que era mi ocarina esto no podría ser casualidad o ¿Sí?» Me sentía mareada de tantos libros era mucho para digerir. Grande fué mi decepción al intentar leer lo que allí decía, era una escritura que ni Lilly y mucho menos yo podíamos entender. Aún así no me resignaría, ya era hora de irnos, nuestro tiempo hoy ya había acabado.
Lilly y yo nos retiramos, pero nos llevamos, el libro, quizás encontremos respuestas más rápido de lo que pensaba.
..........
Esperaba a su padre en su oficina, era raro porque se había tardado y eso no era propio del rey Darius, a los pocos segundos las puertas se abrieron, era su padre junto a Rowena la marquesa de Sohir era una viuda sin tierras, ni fortuna solo le quedaba su título, era la concubina del rey aunque esté lo negara pero lo que está a la luz para todos no necesitaba ser explicado.
Se levantó e hizo una reverencia, presentando su saludo al rey, este le hizo ademán de volver a tomar asiento, seguidamente también dió orden a la marquesa de abandonar la oficina, la dama obedeció no muy gustosa prueba de ello era el resonar de sus zapatos mientras abandonaba la oficina del monarca Alkaryo. Los guardias cerraron las puertas dando privacidad al rey Daríus y su primogénito.
—¿Y bien qué desea su majestad? —Arguyó el principe con un aire irónico entornando sus ojos.
—Deseo muchas cosas hijo mío, una de ellas es que no te metas en problemas, pero creo es mucho pedir. —Refutaba Daríus usando el tono sarcástico que usaba su insolente vástago.
—No prometo nada. —Replicaba el principe con desinterés.
—Seré breve Damián...
—Gracias se lo agradezco majestad. —Comentó el principe con burla.
Daríus bufó cansado y continúo —ya será tu cumpleaños y pienso celebrarlo como es debido, será así por varias razones. —Soltó el rey sin dar tregua a la opinión de su vástago, ya sabía lo que iba a decir el muchacho, no daría más oportunidades tanta libertad había hecho de su primogénito un real dolor de cabeza. En su momento pensó que el príncipe solo asumiría su papel, lamentablemente se dió de cuenta que había creado a un muchacho problemático y sin aspiraciones, ni sentido del deber.
Abrió su mirada aguamarina al máximo, su expresión burlesca desapareció. Quiso objetar esa decisión, pero su padre no lo permitió y al contrario hizo un gesto para que hiciera silencio y lo dejara continuar. Él contra sus deseos le obedeció a regaña dientes a su progenitor.
—Hijo quiero que escojas esposa, mi tiempo como rey acaba y el tuyo está por comenzar, Damián se que tienes dudas, también se que no te sientes listo pero esto no se trata de ti, ni de mi, es por Alkarya, nuestro deber es con nuestra gente. No somos simples individuos príncipe...
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Editado: 22.01.2024