El tiempo corría y Damián no llegaba, la noche había llegado para mí era imposible quedarme tranquila ¿Y como hacerlo? Con Eriol aquí era imposible, ese hombre no era para tomarlo a la ligera.
—¿Mel estás bien? —preguntaba la pequeña Odette, mirando a la muchacha caminar de un lado, a otro, sin estarse tranquila. La niña ya estaba mareada de ver a la doncella ir de un lado a otro.
—Si princesa ¿Por qué preguntas...?
—Ah pues será porque no dejas de caminar en círculos, ya parece que vas abrir un agujero en el suelo de tanto caminar, él vendrá no te preocupes. —Animaba la pequeña princesa tomando, a la muchacha de la mano, para llevarla a la cama y hacerla sentarse.
Minutos después ambas muchachas fueron sorprendidas, una de las paredes comenzó a moverse, de allí salió el capitán Andreas, con una capa negra y antorcha en su mano derecha. Se paró frente a las dos damas tanto doncella, como princesa estaban asustadas por la llegada tan repentina del capitán.
El rubio bajó su capucha, he hizo una reverencia ante la princesa, entregando a la pelinegra también una capa —el principe Damián me envió por usted señorita Melodía, póngase esa capa y venga conmigo —pidió el soldado—, usted princesa vaya a su habitación y no salga de allí. —Ordenó el militar a la niña.
—¿Dónde está él?, ¿por qué no vino por mi? —pregunté ya más que nerviosa, asustada ese zorro había prometido venir por mi ¿Y si le pasó algo? Y por eso no está aquí, o aún peor ¿Y que si es una trampa? Ya estaba algo paranoica me han pasado tantas cosas; que era imposible no desconfiar a estás alturas.
—No temas Mel ve con el capitán Rutden, mi hermano confía en él a ojos cerrados, ten toma esto. —Odette le entregó a la pelinegra un par de anillos que sacó de su vestido—, papá me los dió hoy a escondidas, eran las alianzas de matrimonio de él y mi madre, pero mi hermano y tú le darán mejor uso. —Decía la pequeña entre lágrimas poniendo las alianzas, en la mano de Melodía para luego cerrarla.
Abracé a la pequeña la extrañaría mucho, en muy poco tiempo esa niña estaba demasiado metida en mi corazón, el abrazo terminó por último besé su frente —portate bien si, y no te dejes hacer menos por la marquesa del terror. —Dije tratando de hacerla, reír no me gustaba verla llorar.
—Claro eso tenlo por seguro, como también será seguro, que la próxima vez que te vea serás la nueva princesa de Alkarya. —Asegururaba la pequeña con una sonrisa.
—Señorita Melodía debemos irnos, no debemos perder tiempo.
—Si, lo siento. —Me coloque la capa y seguí al capitán Andreas, por dónde él había llegado.
..........
—¿A dónde vamos? —el capitán me llevaba por unos túneles, que nunca había visto, si sabía de algunos, pues Damián me los había mostrado.
—La llevo fuera del palacio su alteza la espera. —Decía el militar sin dejar de caminar.
Ya había pasado mucho tiempo y aún no salíamos de aquellos túneles, sentía que algo no andaba bien, no sabía que era pero sentía una opresión muy grande en mi pecho; aunado a que literalmente, me costaba respirar.
—¿Ocurre algo? —preguntó el capitán, al ver que la muchacha dejó de caminar.
—Yo me siento cansada y me cuesta res... —La oración quedó a medias pues me había desvanecido, por la repentina falta de aire.
Andreas corrió rápidamente ayudarla, la tomó en sus brazos, he intentó hacerla reaccionar, afortunadamente la muchacha despertó pero estaba muy débil—resista un poco más, la salida no está muy lejos. —Alentaba el rubio, para que la muchacha aguantará, un poco más.
—Tranquilo estoy bien, solo algo fatigada, puede bajarme.
El soldado bajó a la muchacha, habían ya caminado media hora, en aquellos oscuros túneles, como Andreas había dicho la salida estaba cerca.
Sentí el alma volver al cuerpo al salir de aquel asfixiante y oscuro lugar, la brisa fresca de la noche acariciaba mi rostro y mecia mis cabellos, al ritmo de la brisa. Vi al capitán Andreas caminar en dirección a unos árboles, allí habían dos caballos, pero allí tampoco estaba Damián y mi preocupación volvió —capitan ¿Dónde está Damián? —pregunté ya algo molesta estaba cansada de preguntar y ese sujeto, se iba por las ramas. Cada vez que preguntaba.
El rubio dió una mirada pícara a la muchacha, que ya estaba colorada por lo que acababa de decir —su Damián allí viene señorita. —Decía el rubio señalando al nombrado, que se aproximaba, portando un uniforme militar identifico al que portaba el capitán Andreas.
El principe caminó hasta los dos recién llegados, mirando a la pelinegra de arriba abajo examinandola sentía su magia muy tenue, la tomó de la barbilla haciéndola sostenerle la mirada. Su rostro estaba pálido, y sus mejillas coloradas, su respiración era débil pero estable al menos, besó su frente y la abrazó sientiendose culpable, no debió exponerla a tanto tiempo bajo tierra, aquella hechicera Úrsula su antigua maestra una vez se lo había dicho hadas, ninfas y unicornios eran débiles bajo tierra.
—Damián...
—Ven conmigo. —Pidió el principe tomando la mano de la muchacha, guiandola a uno de los caballos atados al árbol. Melodía subió ayudada por el muchacho. Acto seguido el joven pelirrojo también subió al negro corcel, quedando detrás de la muchacha, tomó las riendas del animal para comenzar andar.
—Pense que yo iría en uno de los caballos. —Dije algo nerviosa la cercanía de su alteza me hacía sentir rara más bien expuesta, era raro porque aceleraba mi corazón tanta cercanía; pero a la vez su contacto me gustaba.
—Oh a mi lady ¿Le molesta mi cercanía?
—No.
—¿Y entonces? —volvió a preguntar el muchacho fingiendo inocencia, sabía perfectamente que ponía nerviosa a Melodía, todo esto era nuevo para ella, después de todo era solo una chiquilla.
El capitán Andreas montó él otro corcel, comenzando andar en dirección de él otro caballo —el ducado de Bleddyn está a cinco días en caballo, recuerda ir por las rutas acordadas, allí no hay tanta vigilancia, mi padre te estará esperando Damián.
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Editado: 22.01.2024