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Illya nunca había sido alguien que tuviese la paciencia como para investigar durante largas horas, prefería que alguien más lo hiciera por él y por ello, Odette Moreau era perfecta para el trabajo: sin embargo, esos días Illya Gimondi tenía demasiado tiempo libre y, por su salud mental, decidió que el indagar más sobre La compañía del Cráneo no le haría daño. De hecho, se había dado cuenta que un sentimiento turbio y oscuro le invadía cada vez más los pensamientos: la venganza.
Era algo que había comenzado a anhelar casi con desesperación.
Esta desesperación le había hecho difícil concentrarse, ya que constantemente se veía en la necesidad de descargar su ira con los muebles en su apartamento, de pasearse por el lugar como si de un león enjaulado se tratase. Siempre con algo en la mente: ideando formas de atrapar a quien fuese responsable de manera rápida y, preferiblemente, sangrienta.
Pero ese era el Illya irracional, el Illya bestial que hacia aparición cada cierto tiempo...el Illya que disfrutaba de beber la sangre directamente de la piel caliente y tersa de una inocente muchacha en un bar de mala muerte.
El vampiro despegó los ojos de la pantalla de su computadora portátil y echó su cabeza hacia atrás, fijando su atención en el alto techo cubriendo su oficina. Y como acostumbraba, dejó que la culpa le inundara en cuanto cerró los ojos.
Pero esta vez no sólo se sentía culpable por seguir asistiendo a ese bar, también se sentía culpable y se odiaba por ser un completo inútil.
Había pasado veinte años sirviendo con los marinos estadounidenses; Illya Gimondi había presenciado su parte justa de violencia extrema y guerras. Hacía cinco años que había vuelto a casa, cansado no sólo físicamente sino mentalmente; y le había costado muchísimo trabajo sentirse cómodo entre las personas a las que amaba, ya que se encontraba en un inquebrantable estado de alerta y paranoia que no le dejaba dormir ni un poquito.
Con un poco de ayuda, logró superar aquello. Y sin embargo siempre había sentido que la guerra nunca le había dejado, que seguía dentro de él: dormida, esperando el momento indicado para resurgir y arrastrarle de nuevo a esa espiral de miseria.
La masacre en el Cipriani había sido ese momento.
Sabía que la guerra le había seguido a casa y se quedaría ahí por un buen tiempo.
El ser un marino implicaba guardar muchísimos secretos que debía llevarse a la tumba, no importaba si aún servías a tu país o si tu servicio había terminado. E Illya había seguido esa regla durante veinticinco años, sin rechistar. No sabía si quizá, el estar alejado de todo aquello durante cinco años le estuviese afectando, porque de verdad que sentía que debía contar lo que sabía antes de que alguien más lo descubriese y la situación empeorase.
Octavia y Luca estaban al tanto de ciertos aspectos sombríos en la vida del vampiro; pero había cosas que Illya había omitido en sus relatos, no sólo porque se trataban de situaciones que no deseaba recordar, sino que tenía la sensación de que, ocultándoles todo eso, les estaba protegiendo.
Sin embargo, sus secretos no protegieron a su padre ni a todas esas personas en el Cipriani ¿no es así?
Después de pensárselo unos minutos, decidió que estaba cansado de callarse lo que sabía de La Compañía del Cráneo, si quería cambiar algo tenía que comenzar por eso.
Justo cuando tomó su teléfono celular, este comenzó a vibrar. Illya observó a la pantalla y el nombre de Odette apareció durante varios segundos; el vampiro dudó por un momento, hacía ya un buen rato que no hablaban, por lo que supuso que la mujer no le estaría llamando sólo para charlar. <<Seguramente ha descubierto algo más>> pensó, un nudo se le formó en la garganta al recordar lo que debía sí o sí, contarle a la muchacha.
Respondió a la llamada y se preparó para escuchar la suave pero decidida voz de la detective, sin embargo, se encontró con los sollozos provenientes de una voz desconocida: — ¿Detective? — musitó, aunque sabía que no se trataba de ella.
Hubo un corto silencio antes de que la mujer al otro lado de la línea hablase. Illya tenía que admitir que su voz le resultaba agradable, incluso cuando podía escuchar la desdicha en ella. La mujer se aclaró la garganta antes de responderle: — Es Illya ¿no es cierto? —el vampiro no le contestó pero ella no le dio la oportunidad de negar o afirmar algo, simplemente prosiguió: — Soy la hermana mayor de Odette.
—Oh —murmuró Illya, levantándose y pasándose por su oficina, de pronto sintiéndose algo alterado.— ¿está todo bien?
Silencio al otro lado de la línea y segundos después, un sollozo proveniente de la mujer. A Illya le temblaron las manos, pasó saliva y cerró los ojos con fuerza, intentando calmarse; era claor que algo iba mal.