De Jenny, Con Amor

2. CHICAS FARLANDIANAS

2

CHICAS FARLANDIANAS

De mis primeras citas y sus desastrosos desenlaces…

 

Supongo que aún les debo a ustedes una explicación de la razón por la que mi padre huyó con tanto ahínco todos estos años. Todo comenzó durante el momento de mayor gloria de mi padre como empresario. En ese tiempo, él y el señor Flowers, uno de los más importantes empresarios alimenticios del mundo, se habían agraciado tanto el uno con el otro que eran casi como hermanos. Se apreciaban tanto, que cuando nació su hija Jennifer, mi padre le prometió que cuando crecieran la casaría con su hijo de la misma edad.

Ambos, como frívolos y buenos empresarios, cerraron este acuerdo con un irrompible contrato legal.

He de decir que si bien es posible que el señor Flowers (a quien a decir verdad jamás he conocido) podría haber tenido la intención de consolidar su amistad con este acuerdo, las intenciones de mi padre eran un poco más de interés: a él le atraía mucho más la idea de juntar en una sola familia dos de las fortunas más grandes del mundo.

Claro, como seguramente ya dedujeron, los planes de mi padre se vieron frustrados cuando el señor Flowers perdió casi toda su fortuna. En un instante desafortunado, había pasado de ser uno de los multibillonarios más acaudalados del planeta, a ser sólo un multimillonario común y corriente.

Cuando el señor Flowers empezó a hablar de mi compromiso con Jennifer como la oportunidad de regresar a los grandes negocios, (yo tendría entonces unos 5 años, mi hermano Alex tan sólo unos meses de edad, y mi padre recién se habría divorciado tras pelear nuestra custodia completa con 23 abogados) fue entonces cuando mi padre comenzó a llevarnos “de vacaciones” por todo el mundo. Al menos eso fue lo que nos dijo hasta que tuvimos la edad suficiente para saber la verdad.

–Debo decirles la verdad, hijos– nos dijo una vez en Suecia, cuando Alex cumplió los 4 años y yo tenía 9 –No estamos de vacaciones. Huimos de unos criminales peligrosos y es por eso que nunca deben hablar con extraños.

Dos años después nos encontraríamos en Santiago de Chile. Alex seguiría creyendo que huíamos de un grupo de terroristas que buscaban apoderarse de la fortuna de mi padre, pero a mí me confesaría la realidad sobre mi compromiso con Jenny. ¿Cómo me sentí al saberlo? A decir verdad, un poco conmocionado, pero frente a mí estaba el hombre que me había cuidado toda la vida, y estaba dispuesto a apoyarlo en todo lo que decidiera.

Así habíamos pasado toda nuestra vida, huyendo de un lugar a otro, pues el contrato irrompible que había firmado mi padre lo obligaba a cumplir con su compromiso, mi compromiso, sin importar cuánto decayera la fortuna de los Flowers. Tal vez les parezca un pensamiento exagerado, pero en todo este tiempo mi padre había concluido que era mucho menos costoso pagar trescientos boletos de avión al año, o contratar alguno que otro piloto, que entregarle al señor Flowers la mitad de su incalculable fortuna. Además, en todo este tiempo él no había perdido la esperanza de hacerme contraer matrimonio con la hija de algún otro jeque multibillonario.

Mi padre y mi hermano, resignados, bajaron del auto y Fransuá indicó al resto de los criados que comenzaran a bajar de nuevo las cosas de los vehículos.

–Jaime Platas– saludó el agente Burke –Lo hemos estado buscando a usted y a su padre por todo el mundo.

–¡Cómo!– exclamó Alex –¿Quieren decir que no nos perseguían para secuestrarme y pedir en rescate la fortuna de mi padre?

–No exactamente, hijo– confesó mi padre –Aunque ciertamente, sí tiene que ver con mi fortuna.

Cuando nos sentamos en la mesa metálica del jardín, los tres visitantes se alegraron al saber que yo había decidido entregarme sin ninguna condición, y recibir a los Flowers.

–No sabe el gusto que nos da escucharlo, joven Platas– admitió el agente Porter –Aunque estoy seguro de que nadie se alegrará más aquí que la hija del señor Flowers. Le aseguro que es una chica encantadora, y ha crecido toda la vida emocionada por la idea de contraer matrimonio con usted.

–¿En serio?– pregunté. Aquello se me hacía difícil de creer.

–Por supuesto que sí. Ahora que has aceptado, a ella y al señor Flowers les encantará conocerte en persona. Si nos hacen la promesa de que no escaparán, avisaré a mi amo para que viaje a la isla y les haga una visita.

–No abandonaría esta isla por nada del mundo– les corroboré, ignorando las muecas de desagrado de mi padre –Si aceptan mis términos y condiciones, les prometo que me quedaré a conocer a los Flowers.

–¿Y cuáles son esos términos, joven Platas?

–Bajo ninguna circunstancia voy a dejar la isla de Farland. Si Jennifer Flowers quiere casarse conmigo, tendrá que venir a vivir aquí a Villa Gris.

Burke, Raven y Porter asintieron y Fransuá nos facilitó un teléfono. Tras marcar un número de 46 dígitos para hacer una llamada de mega larga distancia por cobrar, hablaron con el señor Flowers y le explicaron mi propuesta.

–El señor Flowers está de acuerdo, y avisa que estará disponible para visitar Villa Gris en 3 días. Hasta entonces, él y Jenny te mandan saludos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.