En un mundo lleno de promesas rotas, confiaba en él, solo en él. Él era mi faro en la oscuridad, mi refugio en la tormenta. Pero, como un espejo que se rompe en mil pedazos, mi confianza se desvaneció.
Era un día como cualquier otro, el sol brillaba, pero en mi corazón solo había nubes. Él, la persona en quien confiaba, me había decepcionado. Las palabras de disculpa salían de su boca, pero cada sílaba solo profundizaba la herida.
"Lo siento", decía, pero las palabras se perdían en el viento. ¿Cómo puedes arreglar un corazón roto con simples palabras? La confianza es como un cristal, una vez que se rompe, nunca vuelve a ser el mismo.
Día tras día, me preguntaba cómo había podido confiar tanto en alguien para que luego me decepcionara. Las noches eran largas, llenas de pensamientos y recuerdos que deseaba olvidar.
Pero, a pesar del dolor, a pesar de la decepción, aprendí algo. Aprendí que la confianza no se da a la ligera. Aprendí que las heridas sanan y que, a pesar de todo, la vida continúa.
Y así, con el corazón pesado, seguí adelante. Con cada paso, la carga se aligeraba. Con cada día, la herida sanaba un poco más. Y aunque la confianza que tenía en él se había roto, sabía que con el tiempo, volvería a confiar.
Porque, a pesar de todo, la confianza es lo que nos une, lo que nos hace humanos. Y aunque a veces se rompa, siempre hay una oportunidad para reconstruirla.