No había doctor en el pueblo que supiera sobre la enfermedad del joven hombre. Cada mañana despertaba y comenzaba a ver alucinaciones, el sudor lo bañaba y como si estuviera poseído comenzaba a hablar de cosa que nadie comprendía. La gente decía que estaba loco poseído por algún demonio. Los clérigos no aceptaban la posesión y los psiquiatras concluían que locura tal vez pero que como no dañaba a nadie lo mejor era que solo reposará y se tomará más vacaciones hasta que se recuperará. La familia obedeció, pero las cosas empeoraron dejo de comer y tenía terribles fiebres que lo hacían decir palabras indescifrables para todo aquel que lo conociera, sus ratos de salud y lucidez eran tan pocos que todos esperaban ya su muerte.
Una ocasión en que pudo caminar lucido, se encamino sin rumbo fijo hasta que salió del pueblo. una vez fuera, en el camino vio a un vagabundo que con una pluma hermosa hacia extraños símbolos en el aire para después hacerlos volar con el viento. El joven se acercó preguntando qué era lo que hacía, pero no recibió respuesta durante un rato hasta que el hombre sonrió y comenzó a hablar.
-Tu padeces lo mismo que yo ¿no es así? Pero no te preocupes, no estás loco o endemoniado. También decían lo mismo de mí. ¿quieres saber lo que tienes? -
El joven asintió con la cabeza y el viejo nuevamente hablo.
- Toma - sacando un tintero de sus cosas - llénalo y tus dolores, fiebres y delirios terminaran -
Dudando un poco tomó el tintero y una vez en sus manos el objeto se llenó de tinta proveniente de su corazón y mente. Trato de agradecerle pero como si se tratara de una nube el vagabundo desapareció con el viento.
A partir de ese día el joven dejó de ser hombre para convertirse en escritor.