Capítulo 2

Había transcurrido una semana desde el inicio de clases, y durante ese lapso, Jess no dejaba de hablar sobre los nuevos estudiantes y lo atractivos que eran. Sin embargo, yo aún no había tenido la oportunidad de ver a ninguno de ellos. Las aulas de los de último año se encontraban en otro piso, y rara vez pasaba por allí. 

En ese momento me hallaba en el salón de Jess, esperándola para irnos al centro a comprar algunas cosas para la feria. 

—No entiendo por qué tardas tanto, ¿es tan difícil guardar tus cosas? —, me lamenté desde la puerta. Escudriñé el aula en busca de alguna señal de movimiento, pero apenas quedaba alguien en el lugar. 

—Jess, por favor. Ya todo el mundo se fue, ¿puedes mover el trasero? — añadí con impaciencia. 

—Dios, Ava. Espera, no encuentro mis lápices—, murmuró mientras registraba debajo de los asientos en busca de sus pertenencias. 

Ante su frustración, decidí ayudarla. Pasamos unos minutos buscando, pero los lápices parecían haber desaparecido en el aire. 

—Esto es increíble, ¿ahora roban? — frunció el ceño con indignación. —Primero me molestaban y ahora esto. 

Poco rato después, Jess decidió que era hora de irnos. 

Nos pusimos en marcha, ya que si no nos apurabamos perderíamos el tren. Estuvimos caminando por unos 15 minutos aproximadamente, hasta que logramos divisar la estación. 

Todavía faltaban unos minutos para que llegase el tren por lo que decidí ir por algo de tomar. 

—Iré a la tienda, ¿quieres algo? — pregunté mientras me levantaba de mi asiento. 

Jess negó con la mirada perdida en su celular. Hice una mueca y giré sobre mis talones. 

Llegué hasta el lugar y pedí un capuccino, es mi favorito. Pagué y emprendí camino hacia los asientos. 

Mientras caminaba iba mirando mi celular, gracias a esto choqué con alguien haciendo que mi bebida se derramara sobre su camisa. 

Dios, ¿por qué debía pasarme esto? 

Reaccioné y traté de limpiarlo como pude, pasé mis manos por su pecho y me di cuenta de que estaba bien trabajado. 

Analicé su camisa por unos minutos y me di cuenta que era la misma de mi instituto. ¿Quién es este chico? 

Estuve tan concentrada tocando su pecho y pensando en quién podría ser que ni siquiera miré su rostro. De repente escucho como se aclara la garganta y dice: 

—¿Podrías quitar tus manos? 

Por el amor de Dios. 

¿Cuánto tiempo estuve así? 

Rápidamente me alejé de él y bajé la cabeza avergonzada aún sin mirarlo a la cara. Él suelta una leve risa a lo cual yo frunzo el ceño. 

¿Se está burlando de mí? 

—Oye, te estoy hablando — levanta un poco la voz lo cuál hace que me sobresalte un poco, al fin lo miro. 

Es la persona más bella que han visto mis ojos, es un chico bastante alto, su cabellera negra cae con gracia por su rostro, sus ojos son oscuros y profundos, su cara es simplemente perfecta. 

—Lo lamento, venía distraída, si quieres puedo pagar la lavandería, no tengo ningún problema puesto que todo esto es mi culpa, si no estuviera viendo el celular no habría ocurrido este accidente, lo siento muchísimo, espero puedas disculparme —. hablé demasiado rápido por lo cuál pienso que no me entendió — lo siento. 

Él solo me miraba sin decir nada. 

Revisé disimuladamente mi celular y me di cuenta de la hora, el tren estaba por venir. 

—Debo… debo irme, el tren está por llegar. 

Sin más, el chico se acercó a mi. Subió una de sus manos y tocó mi mejilla, no logré comprender lo que estaba haciendo. Se separó y me miró. 

—Tenías café ahí — lo miré confundida — y no te preocupes por esto, yo también tuve la culpa. No me fijé por dónde iba. 

Dicho esto, se marchó. 

El corazón me latía con fuerza, dejándome con un torbellino de emociones confusas. No había tenido tiempo de procesar lo ocurrido cuando el tren llegó, y me vi obligada a subir a bordo, dejando atrás al enigmático chico con la camisa manchada de café y una sensación extraña que me embargaba.