De Viaje A Chile

No Te Me Quites De Acá

Gonzalo

El caminar entre pasillos tratando de encontrar a alguien como si fuera una película de persecución, con esa tención y el nerviosismo que causa saber que en cualquier momento te vas a encontrar con tu objetivo, te provoca la sensación de querer escapar, lamentablemente en esta “película” provocada por mi mente yo era el más desafortunado, o mínimo así me sentía. Por el coraje que me invadió hace unos momentos, perdí de vista a Eddy, quien me prometió no dejarme solo en estos momentos, ahora se encontraba en quién sabe dónde.

Pensé unos segundos antes de abrir la puerta, sabía perfectamente que él era un pilar en vida muy grande en estos momentos, si no el único que realmente me preocupaba o importaba, no tenerlo en este instante me provocaba melancolía, miedo, tras esta puerta seguramente ya se encontraba mi madre que estaba más que lista para aclarar dudas, pero era yo quien ahora quería salir corriendo dejando atrás mis problemas, así como ella hizo conmigo hace años.

Tome todo lo que tenía en ese momento, o con lo que contaba; Mi estómago se sentía vacío, mi mente inundada, mi corazón latiendo con desespero, y mi temblorina invadiendo cada rincón de mi cuerpo, nada era inevitable en este mundo, en algún momento tenemos que pararnos frente a la costa para soportar las fuertes olas golpeando las rocas, así después disfrutar la playa en su mejor momento, ahora era mi turno, pero no me sentía preparado, nunca lo estamos.

La tortura que se sentí al escuchar ese rechinido de la puerta vieja para dejarme ver lo que había en esa habitación, lo odié con todas mis fuerzas. La tarde apenas estaba llegando a los ventanales del estudio de mi madre, recuerdo haber pasado la mayoría del tiempo aquí cuando era niño, cuando mi madre me ayudaba con las tareas mientras revisaba cosas de su trabajo, o cuando simplemente nos sentábamos a jugar cuando mi padre estaba de malas, todos esos recuerdos hicieron pedazos mi corazón, logrando deshacerse al encontrarme con mi madre.

Estaba sentada en el sillón mientras leía un libro que antes leíamos juntos, con sus lentes viejos y descuidados, se veía nerviosa, siempre temblaba cuando se encontraba así.

—¿Madre? —al escucharme no despego la vista del libro de inmediato, se quedó congelada unos segundos hasta que levanto la mirada, con miedo, temblando, y su vista totalmente perdida—¿Eres tú?, ¿Cristina? —poco a poco se fue poniendo de pie al mismo tiempo que se quitaba sus lentes que solamente usaba para leer. Al parecer no se esperaba esta visita de mi parte, solamente se encontraba ahí de pie, con la boca abierta, sus ojos cristalinos, mientras perdía las fuerzas dejando caer el libro que tenía en sus manos.

—Dios santo—esa voz era inconfundible, tantos años había pensado que su voz era irreconocible para mí, que, al volverla a escuchar, desgastada, con un sentimiento enorme, regresaban a mi esos regaños y cumplidos que tantas veces me dio.

—¿Me recuerdas? —al ver que no reaccionaba el miedo de imaginar que se había olvidado de mi me invadió, si ese era el caso, estaría destruido de por vida.

—Cómo olvidarte…mi guerrero de oro—escuchar nuevamente ese cumplido de su parte, despertó en mi cosas que daba por muertas.

Las palabras sobraban, ambos estábamos de pie sin saber qué hacer, solamente observándonos con lágrimas en las mejillas, sinceramente moría por abrazarla, por decirle cuanta falta me hizo estos trece años, pero aún me daba miedo, seguía pensando que era mejor guardar distancia para que ella decidiera que hacer, perfectamente sé que sabrá hacer lo mejor para ambos.

Poco a poco se fue acercando a mí, con una sonrisa que jamás había visto en otra persona, ni siquiera en Eduardo, solamente estaba ella ahí, sonriendo, arreglando todas las heridas que tenía en mi desde que me separe de ella, fue como si el tiempo, como si esos trece años nunca hubieran pasado.

—¿Dónde estuviste todos estos años mi niño? —esa pregunta fue suficiente para derrumbarme, para “dejar salir todo” como me decía mi leoncito.

—Cuanto te extrañe madre mía, cuanta falta me hacías mami—la abrace lo más fuerte que pude, sin necesidad de quererla soltar.

—Mi niño… ¿Dónde estuviste? Tantos años buscándote, tanto tiempo que dedique en tu búsqueda…nunca supe dónde te metiste—levante mi mirada que tenía hundida en su cuello para poderla ver a la cara y responder, pero el llanto no me dejaba—Tranquilo mi guerrero, respira, no llores, todo está bien.

—No puedo… ¡Mamá! Mi madre hermosa, por fin… ¡Por fin!

No sé exactamente cuánto tiempo paso, solo sé que el tiempo que paso, lo pase junto a mi madre, quien me estuvo consolando, tranquilizando todo el rato que nos mantuvimos en ese abrazo, ella me limpiaba las lágrimas con sus manos arrugadas y desgastadas mientras me llenaba de besos la frente y mejillas,

—Tenernos que hablar querido, sabes que tengo muchas dudas, así como tú tienes millones, por eso desde que me dio Valentina que te había encontrado, supe perfectamente que aquí tendríamos nuestra primera charla después de años, ¿recuerdas cómo nos escondíamos aquí de tu padre? —pregunto riendo mientras se limpiaba sus lágrimas.

—Desde que abrí esta puerta, pude vernos a ti y a mi jugando en la alfombra de este cuarto, con mis títeres o con esos carros de control remoto que escondíamos en aquella caja—señalé un compartimiento del librero de mi madre, mientras recordaba todo lo vivido en este cuarto.

—Hace tiempo que los saque de ese lugar, eran tesoros que no podía seguir ocultando…¿Dónde estuviste Gonzalo? Realmente te busque, realmente me preocupe por ti…pero jamás volví a saber de ti—mi madre se sentó en el mismo lugar donde se encontraba antes de que yo llegara.

—¿Me buscaste? —pregunte imitando su acción.

—Como desquiciada, invertí mucho dinero para que la policía te buscara en todo el país, pero nunca supe dónde te metiste pequeño, sé que tienes una mente maestra, por eso no me impresionaba que no te encontrara tan fácil.



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En el texto hay: chicoxchico, chile, gaylove

Editado: 27.12.2023

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