Capítulo 11:
[Olivia]
Pasado...
Esto me ponía los pelos de punta y más porque temía que fuésemos descubiertas. Maldición. ¡Quería matar a Helen! ¡Se había vuelto loca! ¿Acaso no pensaba las consecuencias que esto podría traer? Pareciera que no.
—Basta, Evans —se quejó—. Todo saldrá a la perfección —susurra y yo niego.
—Nada saldrá bien —espete—. ¿Entiendes que no quiero pasar el resto del año escolar en detención? No me gustaría manchar mi perfecto expediente —avisé y soltó una pequeña risa.
—No seas gallina —me desafió—. Además no seremos descubiertas, nadie sabrá que hemos sido nosotras; así que tranquila —intenta que me calme, pero no funciona. Joder.
Nos escabullimos dentro de los vestidores del equipo de fútbol, ya que Helen quería preparar su venganza en el casillero de ambos; tanto como en el de Joey y el de James. Deseaba que ambos tuvieran una probada de su propia medicina o como demonios se diga. Solté un suspiro cargado de nerviosismo, maldición.
» —Calma Liv, calma. Todo saldrá bien, ella sabe lo que hace —me intento animar, pero no funciona. «
Una vez que llegamos a los casilleros de ambos, Helen dejó su bolso en el suelo; en el cual traía todo lo necesario. En estos momentos la expresión en su rostro daba miedo y un escalofrío me recorrió entera. No me daba buena espina todo esto, de verdad. Más allá de que temía ser descubierta y que ello manchará mi perfecto expediente; era enfrentarme a mi padre. ¡Me mataría si se enteraba! Joder.
Vi como abría el casillero y luego preparaba la trampa, que consistía en disparar balas de pintura en cuanto la puerta fuese abierta. Seguía sin comprender de donde sacaba esas locas ideas, es más era una genio; de verdad lo era.
Una vez terminado todo, me regaló una sonrisa sádica y que prometía muchas cosas.
—Esos hijos de puta, tendrán un merecido escarmiento —avisó y negué.
—Te has vuelto loca —solté y su sonrisa se expandió aún más.
—De eso no cabe duda —admitió.
Luego tomó sus cosas y salimos pitando del lugar. ¡Oh madre mía! No quiero ser testigo de cuando el arma se dispare y la pintura caiga sobre ellos; les dolerá como los mil demonios y más que será casi a quema ropa. Una sonrisa se dibujó en mis labios, es cierto cuando dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. ¿O era la revés? Tendré que investigar sobre ello.
(…)
Cierro mi casillero y me dispongo a irme de este infierno. Deseaba llegar a la cafetería y comenzar mi turno. Al menos me mantenía entretenida y lejos de todos los recuerdos malos. Estupendo. Nótese mi entusiasmo.
Cuando estoy a punto de salir, alguien detiene la puerta y en cuanto mis ojos conectan con los suyos —los cuales están cargados de rabia—, mi cuerpo entero tiembla.
—¿Has sido tú? ¿Dejaste pintura en mi casillero? —quiere saber y comprendo a que se refiere; aún quedaban restos de pintura en su rostro y en gran parte de su cabello.
Niego.
—No —miento automáticamente.
—¿Segura? —espeta.
—Sí, Joey. Estoy malditamente segura que no he sido yo —el cabreo se adueña de mí, claro que habíamos sido Helen y yo; pero no pensaba admitir aquello. No sería tan estúpida de mandar al frente a mi mejor amiga y menos a mí—. ¿Qué te hace pensar que podría haber hecho eso? —pregunté como si nada.
Sonríe de esa manera que tanto me molesta y repugna; jodido imbécil.
—Eres la zorra a la que le jugué una broma y quizá por ello quieres devolverme el favor —dice y mi mano viaja a su mejilla, en cuanto la palabra "zorra" se cala en lo más profundo de mi ser.
—No vuelvas a llamarme así —advertí—. Pero ten cuidado, tal vez tengas enemigos y ellos te han querido jugar una mala pasada —dije y sin esperar respuesta de su parte; abrí la puerta y salí pitando de allí.
¡Joder! Casi he sido descubierta, maldición. ¿Era tan obvio que había sido yo? Tengo que hablar con Helen con urgencia, debe saber de este pequeño planteo por parte de Joey. ¿Y si le avisa al director de esto? Estaré perdida.
Presente...
Ambos nos encontramos en silencio, no sabía por donde comenzar y mucho menos como explicar aquella nota. ¿Pero como podría? Le habían amenazado y ni siquiera tenían una razón coherente para hacerlo. Respiro con profundidad, intentando calmar mi nerviosismo.
—Encontré esta nota en mi casillero, está tarde —expliqué y saqué la nota.
La tomó entre sus manos y comenzó a leerla; su ceño se frunce dejándole paso al cabreo. Podía notarlo, él era casi transparente con sus emociones. Mordí mi labio y me sentí miserable; todo estaba mal. Alguien acababa de amenazarnos y no teníamos ni puta idea de quién podría ser. Él en cambio, nos conocía y sabía todos nuestros movimientos; nos vigilaba desde las sombras. Maldición.