En un hermoso comedor lleno de manjares exquisitos, en donde, solo se podía ver a una chica de ojos color verde esmeralda tristes, pues era la única que ahí se encontraba. Su padre en alguna reunió de negocios, su madre almorzando con sus amigas y su hermana mayor con su grupo de amigas. Solo sillas vacías y un gran silencio, ni siquiera se podía oír el cantar de las aves. Ella terminó su almuerzo, por lo cual se disponía a levantarse, y recoger su plato y vaso al menos algo que hacer.
Mi niña, ¡deje eso ahí, que ahorita mismo yo lo recojo!
No es como si se me fueran a caer las manos por solo recoger el plato y el vaso, o los pies si camino a la cocina- lanzó una pequeña sonrisa para su nana.
No. Pero si es cierto que usted es la hija de los dueños de la casa, y como tal, no tiene la obligación de recoger las cosas de la mesa, para eso estamos nosotras la servidumbre, mi niña.
¡Por favor nana, no me hagas esto!, prefiero mil veces ser una chica común que puede ayudar -cara de súplica-o prefieres que sea una niña rica de esas mimadas, que ni puede siquiera peinarse el cabello por si sola, o agarrar agua de la jarra a un vaso que solo está a unos pocos centímetros de distancias, porque se les cae las manos con tan solo hacerlo.
¡Pero mi niña! -ver a su niña tan triste, le rompe el corazón- está bien, solo porque no me gusta verte triste.
¡Gracias nana! - con una sonrisa en sus labios- veras que me haces un bien- recoge el plato y el vaso y ambas se dirigen a la cocina.
Al llegar a la cocina, las chicas se quedaron perplejas pues nadie, pero ningún miembro de la familia se acercaba a la cocina, pero ni a buscar un simple vaso con agua. Al ver a la joven, la saludaron dándole las buenas tardes, y eso solo fue lo único.
La joven de ojos verde esmeralda les respondió de igual manera, y luego lo que hizo, para la servidumbre fue de ¿Cómo? ¿qué pasa aquí?
Si me permite por favor, tengo que lavar los trastes que use, y dejarlo para ocuparlos luego. ¡Ah! y la comida estuvo deliciosa, mis felicitaciones Amelie, como siempre te luces, me encantaría ser una gran cocinera como tú.
¡Ah! No es para tanto señorita, se hace lo que uno puede, deberás que me halaga -ella una señora ya mayor, con su cabello ya blanco, pues toda su vida, trabajó para la familia Becker al igual que Merylin.
Mi niña, - ¡deje eso, las muchachas lo aran!, y usted suba hacer su tarea.
Nana, por favor déjame hacerlo, además el día de hoy estoy libre ya hice mis tareas. Y hoy quiero ser la ayudante de Amelie en la cocina, para aprender a cocinar. ¡Siempre me vigilas! -la nana para mí, y ama de llaves para todas las demás servidumbres, siempre era la que estaba más conmigo, que mis propios padres-.
Señorita, mejor hágale caso a Merylin.
No, no y no. Nana, ¿quieres que sea mimada e insolente? -miraba a su nana de manera caprichosa
Por una vez en mi vida, quiero hacer las cosas que yo quiero, solo te pido me dejes. Por mis padres ni te preocupes, que ellos ni saben a dónde voy o que hago, además yo no voy a ir de chismosa a decir ¡fíjate papá, mamá, que la nana Merylin me dejo en la cocina, y Amelie me hizo cocinar! o ¿sí? Alguien irá de chismosa, ¡verdad que no! - miraba a las chicas.
Un gran suspiro dio la ama de llave y le dolía saber, que lo que la más joven de la familia decía era verdad. Y no tuvo más opción, que apoyarla en lo caprichosa que estaba siendo en esos momentos. Era mejor verla ahí con todas ellas, que encerradas horas en su cuarto.
Esta bien, pero con la condición de que sus deberes del colegio no los va a descuidar. ¡Entendido!
¡Si, Señora! –en forma de militar- entonces a trabajar. Oigan, que acaso no pone algo de música, para que las cosas sean alegres. Por mis padres ni se preocupen, que ni estàn.
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Editado: 13.08.2022