Debo Odiarte, No Amarte

Capitulo 5

Era una tarde muy diferente a las de siempre, pues esta vez no se encontraba encerrada dentro de su habitación, leyendo o platicando, con su mejor amiga rubia de ojos verde llamada Paige Hawks, o su amigo virtual Braxton; que, aunque no conocía físicamente lo conocía sentimentalmente.

 

Y todo eso se debía a una sola razón, y esa era que, en estos instantes se encontraba en la cocina, en compañía de esas chicas que trabajan en su casa. Amelie le estaba enseñando a cocinar unos deliciosos postres, pues se dice que aun hombre, se le llega a enamorar por medio de unos deliciosos alimentos, y mas si lo ha realizado su misma novia.   

 

Todo en verdad era diferente, porque también había vida en esa cocina, Emma, había dado el consentimiento de poner música y que hubiera algo de ruido en ese lugar, hubo risas, y por primera vez en su vida, la chica azabache de mirada verde esmeralda, se sintió viva, feliz, como nuca se había sentido.

 

Una señora, de edad ya avanzada de cabello blanco de mirada avellana, miraba sin decir nada; como estaba de radiante la chica azabache, con una verdadera sonrisa en su rostro, algo que jamás en su vida desde el tiempo que ella tiene de conocerla jamás había visto. Nada como lo que veía ahora, lo había visto desde hace 17 años, y eso que ella ha estado presente desde el nacimiento de Lidsen y Emma.

 

Había tomado una buena decisión, en dejar que la chica azabache se quedara ahí con ellas, y lo demostraba, en como ella no paraba de reír y cantar. De las dos Becker, Emma era más reservada, más introvertida, a diferencia de su hermana mayor, Lidsen era todo lo contrario, pues era alegre, extrovertida, y siempre rodeada de amigas y amigos. Siempre iba a fiestas o de shopping, como decía ella. Al igual que los señores de la casa, nuca se encontraba, pues siempre andaba ocupada.

 

Bueno, si habían dos personas que siempre sacaban una sonrisa de felicidad, y las únicas personas, que le dedicaban el tiempo de familia a la chica azabache, esos eran sus abuelos, el señor Joseph, y su esposa doña Leonore; y eso era, cuando llegaban de visita a la mansión.

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Yo me sentía tan feliz, que, de la emoción, me puse a cantar karaoke junto a rosita, una de las chicas, y la verdad no somos profesionales, pero tampoco desafinamos. Logre que el postre que Amelie me dijo que hiciera me saliera bien, tanto así, que no es por decir, pero me quedo rico y delicioso, pues seguí al pie de la letra las indicaciones que me había dado para hacerlo.

 

Al menos, ya sabia que hacer de postre, para cuando mi abue Joseph y mi nonis Leonore venga de visita. Ellos se merecían lo mejor de lo mejor.

 




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