La noche transcurre con rapidez y en menos de lo que se espera amanece, los golpes en la puerta hacen que Vanesa despierte de un pesado sueño. Dicen que la resaca que causa el vino es lo peor que existe y puede que hasta ese punto tengan razón, la cabeza de Vanesa da vueltas al igual que su estómago y todos los sentidos, haciendo su mayor esfuerzo le dice a Aimeé que puede entrar.
—Pero señorita, todavía no está lista— dice la asistente, sin entrar del todo a la habitación la chica francesa observa como su jefa aún no se ha vestido y tiene unas fachas que de mencionarlo seguro y la despiden.
Vanesa pone una cara de desagrado que hace que su asistente se pregunte si ha dicho algo inapropiado, a su jefa nunca le ha gustado que le mencionen sus errores.
—Anda, búscame algo para este dolor de cabeza, estaré lista en quince minutos— dice Vanesa algo arrepentida de haber tomado tanto la noche anterior, no quiere perder su vuelo, aunque el hecho de volar en esas condiciones hace que se arrepienta aún más, una vez logra ponerse de pie observa como su asistente va por lo que le ha pedido.
Vanesa está lista en menos de nada, lo más presentable que le es posible, maquilla un poco su rostro, no en exceso, pero si lo suficiente como para ocultar las ojeras producto de su resaca, pone un poco de glitter café que combina perfectamente con el color verde de sus ojos, la vida sin glitter no es vida, el maquillaje sin glitter no es maquillaje, se repite ella al espejo mientras se lo aplica, los glitter siempre han destacado en su colección, para Vanesa la parte más divertida del maquillaje es aplicarse glitter.
De camino al aeropuerto Vanesa toma un café, se queja porque el conductor hace una maniobra algo brusca y hace que su chaqueta blanca se ensucié, Aimeé pone cara de asombro y espera a que su jefa diga algo al conductor pero esto no pasa, en su lugar solo trata de limpiarse la mancha para luego resignada mirar por la ventana, Aimeé sabe que no es la actitud normal en su jefa, no es que sea mala persona, pero, es demasiado joven, muchas de sus actitudes son las actitudes normales de las personas jóvenes, aunque esta siempre intente parecer más madura, mira con extrañeza a su jefa, algo ha de estar pasándole, Vanesa le devuelve la mirada a su asistente y levanta una de sus pobladas y perfiladas cejas, como queriendo decir ¿Qué carajos me ves? Aimeé desvía la mirada y continúan el camino en silencio.
Por suerte logran llegar a tiempo.
—¿preparaste todos mis documentos? — pregunta Vanesa a Aimé mientras esta última se encarga de llevar el equipaje.
—Sí.
—¿Empacaste los obsequios?
—Lo hemos hecho ayer.
—Perfecto. ¿está todo en orden con la empresa?
—Sí señorita.
—¿El registro de las ultimas ventas?
—Sí señorita— Aimeé responde algo atareada por el exceso de equipaje.
Una vez todo listo Vanesa se dispone a la sala de espera para abordar y se despide de su asistente con unas palabras que dejan atónita a la rubia.
—Te echaré de menos, estas a cargo, cualquier inconveniente que se presente me llamas— dice con serenidad.
Aimeé lucha por contener su gesto de asombro, pero al parecer Vanesa lo ha notado ya que ríe internamente.
—Yo también, jefa, que tenga buen viaje— le dice con amabilidad, ¿pero que bichos le ha picado? Primero arma unas vacaciones improvisadamente, se alcoholiza en solitario y ahora dice que me echará de menos, piensa mientras se aleja del lugar, no es que Vanesa sea mala jefa, de hecho, es de las mejoras jefas que ha tenido Aimeé y la más joven, pero el hecho de que es una caprichosa consentida no se podía ocultar, Aimeé relaciona los cambios en Vanesa con su asistencia a terapia las últimas semanas y se alegra internamente de que haya ido.
Pasa tiempo y Vanesa se dispone a abordar el avión, su equipaje de mano está algo pesado, se arrepiente un poco de no haber traído a alguno de sus empleados con ella, pero creía necesario visitar sola a su familia, no era nada del otro mundo, ella podía sola, en su camino a abordar varios hombres de traje negro se adelantan, uno de ellos choca con ella y le hace caer su equipaje, el hombre ni siquiera se detiene y sigue caminando sin sumo cuidado.
—¡Que tipejo tan mal educado! — dice Vanesa quien se queda viendo como este hombre sigue su camino sin mirar atrás, es bastante alto, hay cuatro hombres más vestidos de igual forma y parece que escoltan alguien, suspira molesta y se dispone a recoger su equipaje maldiciendo por lo bajo e intentando olvidar aquel inconveniente.
Viajar en primera clase no está nada mal, cada quien, en su propio espacio personal, eso es lo que más le gusta, pero claro que preferiría tener su propio avión privado y espera en un futuro no muy lejano conseguirlo, mientras se acomoda en su asiento Vanesa observa al hombre que la ha tropezado y confirma que tal y como había pensado es un guardaespaldas pues antes de ocupar su lugar se asegura de que su jefe lo haga primero, ¡que payasada! Piensa Vanesa preguntando como alguien viaja en primera clase con cinco guardaespaldas, ha de saber alguien millonario, pero, ¿no tendría un millonario su propio avión? ¡menudo circo con delirios de ricos! Algo molesta busca entre su bolso su celular, está apagado, se olvidó ponerlo a cargar y por supuesto Aimeé tampoco le recordó, se rasca la frente algo contrariada, el mal genio y la resaca hacen de las suyas y su dolor de cabeza aumenta. Vanesa pone a cargar su celular y poco después el avión despega.