He visto ciento de películas de romance y he leído casi el doble de eso, y si algo de lo que he visto y leído es cierto, es que casi las mejores historias de romance empiezan con algo sencillo. No hay apuestas extrañas, grandes giros de la trama, o una serie de eventos fortuitos, claro hay algunas excepciones, pero la mayoría son simples: Un chico que conoce a una chica. No hay grandes sucesos muy elaborados, solo dos personas que cruzan sus caminos en lugares comunes y sencillos, como una cafetería o una biblioteca, incluso un supermercado o la acera en medio de una calle concurrida.
Justo de la manera que me sucedió con Mike, cuando nos conocimos en nuestro primer mes en la universidad porque el barista dijo mi nombre mientras yo intentaba ponerme en contacto con mi hermano, que Dios sabe dónde se había metido y tomé la taza de té de frutos rojos que estaba a la vista y le di un pequeño sorbo mientras le mandaba un mensaje a Miguel, y casi escupí el contenido cuando me di cuenta que no era mi té, si no algo amargo y muy cargado para mi gusto.
Recorro la cafetería, pero no debo ir muy lejos cuando veo al hombre que ha tomado mi té. El hombre aún no ha bebido nada porque está muy ocupado leyendo un libro.
—Eres muy bonito, pero no tienes cara de Atenea. ¿O sí?
Lo veo levantar la cara confundido y me mira sin saber de qué estoy hablando, yo le dedico una sonrisa mientras lo miro más detenidamente. Es alto y de cabello oscuro que sigue con aquella mirada confundida en su cara y yo decido apiadarme de él y señalar la taza que sostiene en su mano. Lo veo mirar la taza y capto el momento exacto donde él comprende porque le dije aquello sobre Atenea
—No, no me llamo Atenea, pero supongo que tú sí y que esta es tu taza.
—Así es, hombre extraño que anda robando los pedidos de los demás. ¿Debería presentar cargos en tu contra? —le pregunto e intento mantenerme seria todo el tiempo que puedo, pero veo que él capta la broma detrás de mis palabras porque se ríe un poco.
—No es para tanto, Atenea.
Yo inclino un poco la cabeza y finjo meditar.
—Bueno… Mike —le digo mientras leo su nombre en la taza de café—, sigo esperando que me devuelvas mi pedido, porque no me gusta el café.
Extiendo su taza de café hacia él y lo veo hacer malabares para darme mi taza de té sin dejar caer sus libros.
—Nos vemos, Mike.
—Espera, creo que la confusión amerita que te invite a tomar algo o almorzar.
—¿Eso crees?
—Sí, solo para asegurarme que no presentes cargos.
Ese fue mi inicio de mi historia con Mike, y no fue hasta varios meses después, que me enteré que él y Tracy eran mejores amigos de la adolescencia, pero yo no me sentí molesta por eso, no le vi nada de malo y seguí mi relación con Mike con normalidad. Seguí haciendo planes para un construir un futuro con él, me imaginé lo que haríamos diez años después, porque eso es lo que uno hace cuando cree que ha encontrado al indicado, cuando estamos enamorados y seguros de la relación que tenemos, porque a diferencia de Leo, yo no tenía indicios que Mike amaba alguien más y me hubiera gustado tenerlos, porque para nadie fue una sorpresa cuando él y Tracy empezaron a salir. Que ellos terminaran juntos era lo que todos esperaban.
—Ese fue el final que todos vieron venir menos yo.
Cada palabra del prólogo del libro de Tracy se ha quedado impregnado en mi cerebro, letra a letra y reglón por reglón. Es un poco difícil olvidar la sensación que inundó mi cuerpo conforme avanzaba en la historia e iba comprendiendo cual fue su inspiración, incluso si ella lo hizo de forma semi inconsciente, porque con cada capítulo que avanzaba, su historia con Mike tenía mucho más sentido y significado, así mismo, pude comprender mejor la profundidad de sus sentimientos hacia él.
Abro el libro y empiezo a leer el prólogo en mi mente.
Detengo mi lectura por un momento y voy hacia el final de la historia, porque recuerdo que hice eso la primera vez que tuve el libro entre mis manos, pero en ese momento no logré entender el significado que los protagonistas no se hayan quedado juntos, porque al final él se queda con la tercera persona, la otra opción. En la historia que escribió Tracy, Mike se quedaba conmigo y cuando yo leí por primera vez ese final, lo odié, porque no tenía idea que la historia iba sobre mí, que yo era esa tercera persona a la cual los lectores odian por el simple hecho de ser la novia del protagonista.
Solo en el final de este libro, Mike y yo logramos tener un final juntos, porque en la vida real, para él siempre fue Tracy y ahora se van a casar.
Cuando yo terminé de leer, me senté a pensar y analizar toda mi relación con Mike. Me sentí mal por mi prima, porque amo a Tracy y jamás fue mi intención lastimarla, no quería ser parte de ese triángulo amoroso, de ese cliché de mejores amigos, porque en ese típico cliché, siempre hay un corazón que se rompe y en el libro que Tracy escribió, fue su corazón el que rompió, pero en la vida real fue mi corazón el que sufrió daños, fue mi corazón el maltratado por dos personas que no tuvieron la valentía de confesar lo que sentía.
—Creo que los lectores de Tracy se alegraran de saber que en la vida real ella obtuvo su final feliz —digo mientras cierro el libro y lo vuelvo a poner en la repisa junto a los demás.
Por momentos me hubiera gustado que ella también cuente mi parte de la historia, que dejen de verme como la villana que nunca fui, porque yo solo fui víctima de la cobardía de ambos y la única que al final perdió. Pero da igual, ¿quién leería esa historia? A las personas solo le gusta saber sobre la pareja principal y yo solo era un complemento en la historia de ellos dos. Pero si mi historia se llegara a contar. ¿Cuál sería la mejor manera de empezar?
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Editado: 20.12.2021