Y vamos por la vida callando lo que sentimos.
Ahogando nuestros sentimientos en una copa de vino.
Olvidando y tratando de continuar.
Porque eso es lo que debemos hacer, ¿verdad?
Callar, ahogar el dolor y avanzar.
El tema de la fiesta es “Clásicos clichés románticos”. No sé quién escogió el tema, pero me encanta, y es que yo siempre he sido fanática del cliché, de esas historias que han sido contadas repetidamente de diferentes maneras y aun así logran cautivarnos. Me gusta saber que incluso con todos los obstáculos, errores y giros predecibles de trama, nada de eso importa, porque los protagonistas conseguirán su final feliz, y por mucho tiempo yo estuve anhelando conseguir mi propia historia cliché con mi final feliz. Pero mientras soñaba con esto, sé me pasó por alto un pequeño detalle, y es que la vida no hay finales como tal, cada punto final, solo sirve para dar paso a una nueva historia.
— La mezquita del siglo 14 y Madrasa del Sultán Hassan, ubicada en El Cairo es incomparable con ninguna otra en el mundo entero. Una verdadera maravilla.
Le dice Leo a un doctor del ala griega del museo.
No sé exactamente cómo surgió la conversación, pero Leo cuenta con orgullo, lo mucho que me merezco el puesto que me han ofrecido en el museo del Cairo. Es en honor a eso, que se está celebrando esta fiesta, que fue idea de Miguel y mi padre.
Recorro el lugar saludando a todos hasta que finalmente me puedo sentar en la mesa donde está mi papá y Miguel.
—¿Crees que es momento para dejar de competir entre nosotros, Ate?
Miguel me pasa una copa, pero yo niego con la cabeza. No quiero beber, debo tomar un vuelo temprano en la mañana y no quiero tener resaca.
—No, la vida seria aburrida sin tener alguien a quien alardear mis victorias, hermanito.
—Presumida.
—Esa es su forma de decir que te va a extrañar—interviene mi padre.
—¿Y tú papá? ¿Me vas a extrañar?
Mi padre finge pensar por un momento antes de responder.
—Tal vez un poco.
—Mentiroso, la vas a extrañar mucho.
—Yo también los voy a extrañar mucho a los dos. Son mis dos hombres favoritos.
Desde que me enteré de esta noticia, las horas han pasado como segundos y la ansiedad por el cambio me ha afectado un poco, pero al mismo tiempo, me encuentro emocionada por lo que me espera, por las nuevas experiencias y las cosas que voy aprender. Dejando atrás el sentimiento casi aterrador de dejar mi trabajo, mi hogar y a las personas que amo, aunque sea por un tiempo indeterminado, porque el futuro es algo incierto para mí y a pesar que siempre me ha gustado saber cómo terminan las cosas, ahora me encuentro emocionada con no saber lo que sucederá.
—Atención a todos los presentes, quiero proponer un brindis por mi quería prima Atenea. Una persona que me inspira a ser la mejor versión de mí y de la cual estoy muy orgullosa. Felicidades, Ate.
Corro abrazar a Paulina y le digo lo mucho que ella me va hacer falta.
Dejarla ahora sabiendo la difícil situación que está pasando, no se sentía bien para mí, pero ella me impulsó hacerlo, dijo que yo también necesito sanar y sé que dijo eso por lo que está pasando con Raymond, Paulina también me comentó que no puedo desperdiciar esta oportunidad.
—Mae a ti también te voy a extrañar mucho. ¿Me das un abrazo de despedida?
—Un abrazo de tres segundos —me dice Mae.
Yo chillo de emoción porque no son comunes las ocasiones donde uno puede abrazar a Mae, y nuestro abrazo dura solo tres segundos, pero es suficiente para mí.
La sonrisa se congela en mi cara cuando veo entrar a Raymond en mi fiesta de despedida.
—¿Invitaste a Raymond? —le pregunto a Paulina, porque sé que ella estaba a cargo de realizar las invitaciones.
—Sí, porque mi terapeuta comento…
—Espera un momento ahí, Paulina, ¿tu terapeuta? ¿Cómo exactamente tu terapeuta sabe sobre mi relación con Raymond? No veo que eso sea relevante para ti.
—No lo es, hasta cierto punto, pero debo ir a terapia una vez a la semana y ya no tenía nada interesante que decir, y es así como empecé hablar de ti y de Raymond.
—Eres increíble.
—Lo sé, pero eso no es lo importante ahora. Mi terapeuta dijo que te debes una última conversación con Raymond, pero no tengan sexo, eso lo confundirá todo.
—A veces, querida prima, te odio un poco.
—Eso no es posible, me amas. Ahora ve hablar con él, si quieres y si no quieres, le pediré de forma amable que se vaya. Pero no me pedirás eso porque quieres hablar con él. Si te hace sentir mejor, puedes fingir que te obligué hablar con él.
Mae pone los ojos en blanco y murmura entre dientes que las personas la estresan, mientras se aleja hacia un rincón del lugar para poder estar sola, pero a ella se le une Will, quien ha sido alguien que la apoyado mucho en todo lo que esta pasando. Para mi sorpresa, Mae empieza a conversar con Will, claro, a su manera, pero ella esta conversando.
—Iré hablar con él.
Paulina me sonríe y extiende sus pulgares arriba en mi dirección.
Tomo un par de largas respiraciones antes de caminar hacia donde se encuentra Raymond.
—Hola.
Es muy poco el tiempo que trascurre entre el silencio ensordecedor que nos envuelve, y la mirada penetrante que Raymond me da. Yo también miro sus familiares ojos verdes, recordando la primera vez que los miré y como me recordaron a las hojas frescas de los árboles. Esos ojos que siempre han brillado cuando me miraban, ahora lucen tristes y opacos, incluso me atrevería a decir que se encuentran algo vacíos.
Y cuando el silencio entre los dos se extiende, abro mis labios para decir algo y llenar el silencio, per Raymond se me adelanta.
#4192 en Novela romántica
#1219 en Chick lit
cliche romantico, amistad amistad rota amor humor amoroso, amor desamor drama
Editado: 20.12.2021