A veces debes dejar de prometer cosas que no vas a cumplir. Como esas veces que dices que no vas a tomar más, pero lo vuelves a hacer a la siguiente semana. En mi caso, cuando prometí no volverme a subir a un avión nunca más, no pensé en que ahora que soy un jugador de la NFL, eso sería algo bastante frecuente en mi itinerario.
Por suerte esta vez el viaje era mucho más corto, y hacia Carolina del Norte, donde jugaría con los Panthers. La vida, el universo, dios, los planetas; o lo que fuera que jugaba a mi favor; me bendecía una vez más.
No solo iba a jugar con uno de los mejores equipos de todo Estados Unidos, también jugaría con mi mejor amigo: Daniel.
Por supuesto, que ellos precisamente me hubieran contratado no era una coincidencia. Daniel había movido los hilos para ayudarme a entrar, y Will también.
Dos semanas habían pasado desde que vi a Amalia por última vez, y no pensaba mucho en ella salvo en las noches solitarias en las que no podía dormir, rememorando una y otra vez su mano en la de Brian y no en la mía.
Me había enfocado en no pensar en ello, mi carrera y solo mi carrera debía ser lo más importante en mi vida.
El auto que nos llevaba a mi y a Will llevaba una fresca temperatura de aire acondicionado, así que cuando llegamos al enorme estadio, —hogar de los Panthers—, el golpe de calor que nos recibió fue abrumador. Para la fecha en la que estábamos, la temperatura podía llegar hasta los treinta y dos grados, y yo solo podía pensar en que iba a sudar mucho, pero mucho.
La imponente locación me hacía sentir como una hormiga diminuta en medio de un gigantesco barco, o quizá un bote —porque tenía la forma de uno—, pero un bote extremadamente enorme.
El mar de sillas en su mayoría azules parecía un monstruo a punto de devorarme. Nunca había jugado frente a tanta gente, y eso me ponía muy nervioso. Más aún porque tenía que mostrar mis habilidades frente a un montón de jugadores mucho más experimentados que yo. Tragué saliva, aunque eso empeoró todo, pues mi garganta estaba seca y terminé irritándola.
Daniel venía caminando desde el otro lado con una gran sonrisa en los labios y una bebida refrescante en la mano; casi corrió a saludarme en cuanto me vio.
—¡Lucas Hall! ¡Esto va a ser genial! —Pasó su brazo libre por mis hombros en cuanto estuvo cerca y comenzó a avanzar conmigo hasta la oficina del coach.
—¿Tú crees? Estoy un poco preocupado —admití en un susurro.
—¡Claro que sí! Conozco tus habilidades, te he visto jugar, lo harás muy bien. Ah, hola Will.
Mi menudo manager lo saludó con la cabeza y siguió en lo suyo: el celular.
Will se la pasaba haciendo miles de gestiones por el pequeño aparato, y muy pocas veces paraba en el mundo real. Solo cuando hablábamos de negocios o se encargaba del dinero.
A veces bromeaba en privado con Daniel sobre lo estereotipado que era el sujeto. Es que no hubiera sido tan típico si lo hubiera hecho a propósito. No solo era bajito y vivía en su celular, también era semi calvo, un poco subido de peso, sudaba mucho y de paso era soltero. Pero Will no era un mal tipo, de hecho, era uno de los mejores amigos viejos que podía tener.
—Aquí es —anunció Daniel cuando llegamos.
Todavía no había visto a ninguno del equipo, probablemente porque ya estaban esperando para hacer la práctica inicial conmigo.
Will abrió la puerta y en el escritorio estaba sentado un hombre bastante robusto, tenía una mirada que producía pánico tan solo verla; inclinó su cabeza y me miró por encima de los lentes que traía puestos.
—Al fin llegó el jugador estrella —su voz correspondía por completo con todo ese aspecto de hombre rudo y musculoso. Parecía un tipo sacado de una película de militares—, espero que seas tan bueno como dicen, y como te he visto jugar con los Bears.
Le di un apretón de manos, aunque realmente no estaba demasiado seguro, tenía la sensación de que me iba a aplastar los dedos.
—Por supuesto que sí señor, no se va a arrepentir de contratarme.
—Ah, ah, todavía no lo hago. Estás a prueba.
¿A prueba? Will no me había dicho nada de eso. Aunque en realidad todavía no había firmado nada con él. Mi cerebro ingenuo y emocionado había pensado que ya tenía un pase seguro, sin embargo, la realidad caía de vuelta a mí para recordarme, que nada en esta vida es seguro.
Y yo lo sabía muy bien.
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Editado: 03.11.2019