CAPÍTULO 19

—Lucas yo… la verdad no sé cómo empezar. —Ver su silueta de espaldas a mí mientras me cambiaba era una pésima forma de comenzar a hablar.

—Ya puedes voltear.

Se dio la vuelta y fue mucho peor, sus ojos marrones brillaban, y no sabía si era porque iba a llorar o la luz blanca del vestidor se reflejaba en ellos.

Estaba incómodo, bastante incómodo. Justo cuando pensaba que estaba empezando a olvidarla, volvía de nuevo a aparecerse de la nada en mi vida.

—Hiciste un grandioso partido —empezó a decir.

—Di lo que tengas que decirme y luego vete, como siempre haces. Tengo el tiempo un poco ajustado. Me están esperando para cenar.

No podía olvidar, así como así todo lo que ella me había hecho, todo lo que había pasado en Inglaterra, y, sobre todo, no podía olvidar así como así a Brian.

—¿Te esperan? ¿Quién?

Una parte de mí quería decirle que eran mis padres, pero, por otro lado, unas ganas de hacerla sentir celos me decían que le dijera, que era otra mujer.

—No creo que eso sea de tu incumbencia.

—Tienes razón —dijo decepcionada—, fue un error venir, es obvio que ya no quieres saber nada de mí.

—Si así fuera, tengo derecho, ¿no lo crees? ¿Acaso Brian sabe que estás aquí?

—Hace más de un mes que Brian no sabe nada de mí.

Esa revelación hizo que mi corazón latiera mucho más rápido, pero no podía cambiar nada, ella ya había tomado su decisión y yo la mía.

—Lo lamento, sé que él era lo más importante para ti.

—No, sabes que eso no es cierto.

Tomé mis cosas y empecé a avanzar hacia la salida, pasé a su lado ignorándola por completo, ella me siguió con la mirada, pero se quedó de pie en el mismo sitio.

—Pronto apagarán las luces, ¿te quedarás encerrada en el estadio? —le pregunté.

Negó con la cabeza y me siguió de cerca. No quería ir por la salida habitual, pues sabía que mis padres y Daniel estarían ahí esperándome. No estaba muy seguro de que supieran que ella estaba aquí, y aunque Amalia sabía que Daniel jugaba conmigo, suponía que había esperado a que se fuera para hablarme.

Una parte que creía haber enterrado muy profundo dentro de mi ser moría por salir, podía escuchar sus gritos desesperados en mi mente, y me decía que la llevara algún otro sitio donde pudiéramos hablar.

Sabía que me estaba aferrando a algo efímero, algo que podría no ser lo que estaba pensando o esperando, pero el hecho de que estuviera aquí, caminando justo detrás de mí, me daba esperanzas. ¿Por qué más sino ella volvería desde el otro lado del mundo? ¿Solo para disculparse? ¿O era otra despedida?

Cambié la dirección a la que me dirigía y sin que ella se diera cuenta le escribí un mensaje rápido a Daniel avisándole que se llevara a mis padres al restaurante, que yo los alcanzaría después.

Caminamos varios minutos incómodos en silencio; de vez en cuando giraba mi cabeza para ver si ella seguía ahí, y así era. Andaba cabizbaja y evitaba mirarme, como si estuviera avergonzada.

—Supongo que te tienes que ir —dijo cuando ya estábamos fuera del estadio.

Todavía había un montón de gente saliendo del lugar, el tumulto de personas cortó por completo esa aura de privacidad que sentía que teníamos.

—Todavía tengo un poco de tiempo, escucharé lo que me tengas que decir.

Pareció genuinamente sorprendida por lo que había dicho, y entonces sonrió.

—Pero aquí no, hay demasiada gente y bulla.

—No creo que necesitemos un lugar demasiado privado para hablar —dije sin pensarlo demasiado.

Ella se encogió de hombros y miró a su alrededor, como si buscara algún sitio donde pudiéramos conversar.

Me carcomía la curiosidad de saber qué estaba haciendo ahí; no podía dejar de mirarla, y es porque casi había olvidado lo bella que era.

—Esta bien, ven conmigo. —La tomé de la mano para esquivar a toda esa gente, y la llevé a una zona de las gradas donde ya no quedaba nadie.

—Lucas solo quiero pedirte perdón —soltó de golpe—. Sé que no lo merezco, y que seguramente estás odiándome en este momento, pero por favor, necesito que me perdones.