Un mes después…
Habían pasado ya varias semanas desde que Amalia y yo dejamos Atlanta atrás para volver a nuestra cotidianidad. Parecía haber mejorado su estado de ánimo, aunque de vez en cuando me parecía verla triste, ella de inmediato cambiaba esa cara por una sonrisa, pero yo sabía que no iba a estar del todo bien hasta que su padre no hubiera salido de rehabilitación.
En cuanto a mí, las cosas parecían ir mejor en el futbol. El entrenador me llamaba para participar en los juegos mucho más seguido, noté que, en cada ocasión solía aumentar mi tiempo en la cancha, aunque fuera por unos minutos. El equipo estaba perdiendo, lo curioso era que no era por falta de defensa o un buen ataque, Cody, el titular, no parecía estar jugando demasiado bien. Por supuesto todavía no era nada seguro que me dieran el puesto a mí, sin embargo, mis esperanzas estaban muy por encima de lo que deberían estar.
Luego de volver, mi idea de propuesta parecía más lejana. Y a medida que pasaban los días, siempre surgía algo que me impedía hacerlo o tan siquiera pensarlo.
—No puedo creer que todavía no lo hayas hecho, tienes el anillo, tienes las ganas, ¿las tienes cierto? ¿o es que acaso ya te arrepentiste? —preguntó Daniel mientras nos cambiábamos en los vestidores.
—No, no me he arrepentido. Es solo que no logro encontrar el momento indicado. Cuando volvimos de Atlanta ella estaba mal por su padre, luego pasó aquel incidente de su trabajo y ahora no lo sé, en unos días ella podrá volver a saber del señor Brown, y sé que volverá a ponerse mal de nuevo —resoplé frustrado—, siento que no voy a poder decírselo nunca.
—Creo que estás buscando excusas donde no las hay, si quisieras hacerlo ya lo habrías hecho —finalizó.
En cierto modo tenía razón, no era que buscara excusas, sino más bien que buscaba el momento perfecto y este parecía nunca llegar.
»¿Por qué no la invitas a cenar a un restaurante y se lo propones ahí? —preguntó.
Tomé mis cosas y esperé a que se pusiera de pie para salir del entrenamiento. Comenzamos a caminar hacia la salida del estadio y la idea de pronto no me pareció tan mala.
—Mmm pensé que era algo demasiado típico, pero en realidad no es mala idea.
—No pretendas armar un show gigante de esto, es mejor si se lo dices en privado. Además, seguramente esto la va a animar y así dejará de pensar en su padre.
El problema era que yo no quería que la pedida de matrimonio fuera una excusa para que ella se sintiera bien, si nos íbamos a casar, deseaba que esa felicidad fuera todo lo que sintiera, y no que fuera algo para compensar su tristeza por otro lado.
Cuando llegué a casa Amalia ya estaba allí, y parecía muy feliz. Bailaba sin siquiera darse cuenta mientras acomodaba algunas cosas del cuarto.
—¿Qué sucede? ¿Por qué tan feliz? —pregunté.
—Me han llamado del centro de rehabilitación y he hablado con mi padre. Al parecer está mucho mejor. —volteó a mirarme y suspiró— ¿Sabes? Lo escuché como antes, y no lo sé —se encogió de hombros y se acercó a mí, tomó mis manos y pude ver la esperanza brillando en sus ojos como dos luciérnagas—, tal vez esto sea el inicio de un nuevo cambio.
Temía que sus pensamientos fueran encaminados a creer que su madre y su padre pudieran volver. No quería ser pesimista, ni mucho menos, pero las probabilidades de que eso pasara eran bastante lejanas.
Aún así, odiaba ser el portador de la realidad, así que me limité a abrazarla y alegrarme con ella por las buenas noticias.
—Me alegra mucho saber que tu padre ha empezado a mejorar —dije genuino.
—Esto hay que celebrarlo, ¿no crees?
Enarqué una ceja confundido, pues no tenía idea de que ella se me había adelantado con los planes, ¿es que acaso eran señales del destino que me decían que no lo hiciera?
—¿Tienes algún plan?
—Bueno, pensé en salir a cenar, pero luego dije ¡al diablo! Así que compré estos. —Amalia sacó del refrigerador dos botellas completas de ron y vino y las meneó frente a mí. —Pensé que quizá podríamos tener una cena más privada y tomar un poco.
—Me parece perfecto —dije sonriendo.
Tal vez no estaba del todo perdido, podría aprovechar esta cena para pedirle matrimonio, tal y como lo había planeado. Ahora que las cosas mejoraban de verdad, no había ningún impedimento para hacerlo realidad.
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Editado: 03.11.2019