~ D-26 ~
Hanna.
Luego de los dos volver a ser nosotros mismos y mantener una distancia razonable el uno del otro, porque realmente no me sentía yo misma al tenerlo tan cerca, decidimos solamente caminar sin rumbo fijo mientras él aclaraba todas mis dudas.
Lo cual era la razón principal por la que lo estaba persiguiendo y por más que trataba de explicarle él solo huía de mí como si yo fuera a matarlo. Ahora que lo pienso, puede que yo hubiera reaccionado igual que él si un extraño me persigue así... Debería dejar de perseguirlo cada vez que lo veo, me hace lucir como una loca.
—Sería bueno que dejaras de huir de mí cada vez que me ves —le digo y él me da una sonrisa apenada.
—Lo siento, es que siempre parece como si quisieras matarme —explica y yo asiento con la cabeza dándole la razón.
—Bueno, no es del todo falso —susurro y él me ve con una deja alzada —. Pero prometo ya no volver a correr detrás de tí siempre y cuando ya no huyas más de mí y respondas todas mis preguntas —negocio y él lo considera unos segundos antes de responder.
—De acuerdo... Supongo que para comenzar deberíamos presentarnos primero ¿No? —responde y yo solo asiento con la cabeza —Bueno, ¿Quién empieza? —pregunta y yo ruedo los ojos exasperada y divertida a la vez.
—Iniciaré yo. —tomo el mando de la situación para acabar rápido con las formalidades —Me llamo Hanna, tengo veintinueve años y soy humana —digo con una sonrisa irónica y lo señalo a él —¿Y tú qué eres exactamente? —le pregunto a pesar de ya hacerme una idea de lo que es según mis experiencias e imaginación.
—Bueno, soy un Cupido. Mi misión es impartir amor en el mundo. No hay nada más allá para nosotros. Vivimos y respiramos por el amor —explica con una pequeña sonrisa que no llega a sus ojos y yo hago una mueca sin poder evitarlo.
—Eso suena... Demasiado cursi y trágico para mi gusto —digo honestamente y él ríe por lo bajo.
Verlo reír así hace cosas raras a mi cuerpo y por más que lo odio, tampoco puedo negar que me hace sentir bien aunque no quiera.
—¿Y tú nombre? Tengo que llamarte de alguna manera —le pegunto.
—No tengo un nombre, no exactamente —responde y se rasca la deja mientras mira pensativo el suelo —Nuestro sistema para tener un "nombre" se basa más en una posición, un rango. Cada Cupido tiene una letra y enumeración que los identifica, el cual puede cambiar según los méritos que vas ganando que te hagan subir de posición. Mi posición y "nombre" actual es D4, puedes llamarme de esa manera. No creo que vaya a cambiar en mucho tiempo, o en el peor de los casos solo bajaré más de número —dice con resignación, mi corazón no puede evitar oprimirse por lo triste que suena al explicarme todo eso.
—Entonces no tienen un nombre propio... ¿Y es tan malo ser un D4? —pregunto con un poco de duda, no queriendo decir algo equivocado por error.
—En nuestro equipo hay cuatro niveles: A, B, C y D. Como podrás adivinar, estoy en el último nivel. El número es el que más te define ya que tienes que subir tu enumeración por tus propios medios y trabajo duro. Los números son desde el 1 hasta el 999. Yo actualmente soy D4, estoy en el último nivel y aunque mi enumeración no es de los peores que hay, eso no quiere decir que no pueda bajar estrepitosamente, menos luego de todos los errores que he cometido recientemente —dice abatido y mira el hilo que nos une, yo me quedo sin aliento al ir comprendiendo un poco la situación.
—¿Entonces estamos en problemas en estos momentos por estar unidos? —pregunto y me imagino lo peor.
—Tú no. Yo lo estoy si mis superiores se enteran. —se señala a sí mismo —Los Cupidos tenemos reglas y digamos que he roto muchas.
—¿Cuántas? —murmuro preocupada por haber logrado enojar a seres del amor o lo que sean.
—Como unas tres, tal vez... —dice con cautela y al fin logro dejar ir el aire que contenía.
—No está tan mal la verdad, no son muchas. —digo más aliviada y con optimismo —¿Cuántas reglas tienen?
—Son muchas, tal vez unas miles.
—¡Entonces realmente no es tan malo! ¿Romper tres reglas de entre miles? ¡Quién se daría cuenta! —digo feliz pero la forma en que me mira hace que dude de mi buena suerte —... ¿Qué? ¿Qué está mal?
—El problema no es exactamente la cantidad de reglas rotas, sino el peso e importancia de cada una y... yo he roto tres de las cinco reglas principales...
Tardo unos segundos en procesar lo que me acaba de decir y en entender lo que trata de decirme. Verlo temer por mi reacción no ayuda a mi ansiedad, solo la aumenta al creer lo peor de la situación en la que estamos.
—De miles de reglas... ¡¿Rompiste tres de las cinco principales?! ¡¿Estás bromeando?! Por favor dime que me estás mintiendo —ruego y él me mira con compasión. No me mires así, lo odio. —¿Qué nos harán si se enteran que rompiste estas reglas?
—No creo que te hagan nada a tí, eres una humana así que seguro solo te borrarían la memoria o algo así —dice tratando de hacerme sentir mejor.
No lo logra ni un poco.
—Yo... ¿Soy humana tan si quiera? —mumuro para mí misma pero él logra escucharme.
—¿Qué quieres decir? —pregunta confundido y me analiza de pies a cabeza —¿Cómo no vas a ser humana? Te ves muy humana para mí, no hay nada diferente.
No le digo nada por mirar todo mi cuerpo solo porque no lo hacía de manera pervertida, pero que ni se le ocurra volverlo a hacer, es incómodo.
—No lo sé, mantenía la esperanza que alguno de ustedes pudiera responder eso por mí —digo con honestidad pero ahora dudo un poco de si contarle o no toda mi historia.
—¿Qué cosa? No te estoy entendiendo —dice muy confundido y parando de caminar hasta ponerse al frente de mí, haciendo que me detenga ambién.
—Yo... No se si te diste cuenta pero... —trago saliva y alzo la mano donde está el hilo —Yo puedo ver estas cosas y no creo que sea normal porque no hay nadie más a quien conozca que las puede ver, así que... ¿Realmente crees que soy humana? Porque yo lo estoy dudando mucho y ya no sé qué creer ni a quién más recurrir —digo seria.
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Editado: 24.10.2024