—Detente, Nicolás —pide con la voz quebrada.
—¡Suficiente! —Ambos me miran—. Señor, yo sé que no tengo derecho sobre Sophie, pero tengo la voluntad de su madre. No pienso entregarla, ella se queda conmigo —declaro con seriedad.
—No puedes hacer eso...
—Prometí cuidarla y sobre todo protegerla. No pienso dejar que ella esté cerca de alguien que claramente se nota que la odia. Ella no merece sufrir tanto a su corta edad, los niños se percatan de muchas cosas y esas miradas de desprecio no pasarán desapercibida —enfoco mi mirada en Nicolás.
—Entiendo tu punto de vista, pero no puedo estar lejos de mi nieta… ella es lo único que me queda de Nicola.
—Yo lo sé, señor, pero entiéndame usted. Le hice una promesa a una madre que me confío lo que más amaba en su vida. Me niego a entregarla y dejar que viva en un ambiente de pésimas actitudes.
—Ella tiene razón...
—¡Es mi nieta, Nicolás! No sigas por favor —resuella.
—Si tanto te quejas, quítasela. Deja de hacer drama, después de todo su único familiar eres tú. Como ella lo dijo, no tiene ningún derecho sobre tu nieta —mi páncreas sufre con cada una de sus palabras.
—De aquí no se van a llevar a Sophie —miro a ese hombre fijamente—. Si la quieren, tienen que deshacerse de mí.
—No es necesario hacerlo, solo con llamar a la policía es suficiente. Prácticamente, estás secuestrando a alguien —Es obvio que me voy a meter en problemas, pero lucharé por proteger a Sophie. No permitiré que nadie le haga daño, ella no tendrá el mismo destino de sus padres.
—Hazlo, no le tengo miedo a la justicia. Querer proteger a alguien inocente, no es un delito —hay tanta tensión que puedo córtala como un cuchillo a la mantequilla.
—Si quieres tener derecho sobre Sophie y protegerla, cásate con Nicolás —con rapidez miro al señor.
—¡¿Qué estás delirando papá?! ¿Por qué propones ideas absurdas sin mi consentimiento?
El señor ignora a su hijo y viene hacia mí, mirándome con esperanza. No sé qué quiere conseguir proponiendo semejante barbaridad, pero si puedo conseguir proteger a Sophie, estoy dispuesta a hacer ese sacrificio.
—Si te casas con Nicolás, serás la tía de Sophie y tendrás derecho sobre ella, podrás estar con mi nieta todos los días, a todas horas, en cualquier momento. Podrás cuidarla, podrás cumplir tu promesa. ¿Qué dices, Thamie? ¿Aceptas mi propuesta?
—¡Dejar de decir estupideces, papá! —Mira a su hijo.
—En dado caso de que ella acepta mi propuesta y tú no, tu nombre no será parte de mi nuevo testamento. Solo habrá una heredera.
El rostro de Nicolás se deforma en ira ante la amenaza de su padre, está furioso y siendo honesta, veo mal que el señor haya metido a Sophie. ¿Acaso no se da cuenta de que su cambio de testamento puede perjudicar a su nieta?
—Bien, si quieres irte por este camino, lo haremos. Si ella acepta tu ridícula propuesta, yo me casaré, pero a cambio quiero ser el único heredero de toda tu fortuna. No compartiré con nadie lo que me pertenece.
Si él acepta lo que su hijo le pide, y por cosas de la vida, al abuelo de Sophie le llega a suceder algo, ella quedaría prácticamente en la calle. Sabe lo que hace, pero no todo saldrá como él quiere, porque Sophie no solo tiene a su abuelo, me tiene a mí. Y yo soy la hija de Kenan Montenegro.
—Está bien, pero habrá un par de condiciones. Una de ellas, es que tú no puedes solicitar el divorcio, solo tu esposa puede hacerlo —tensa su mandíbula con fuerza—. Si lo haces, este trato queda anulado.
Esto es una completa locura, hasta mi estómago se ha revuelto. Quiero huir con Sophie, eso sería lo mejor, pero no es correcto. Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo por el bienestar de Sophie.
—Por ahora, tú ganas, padre. Haré lo que quieres mientras me beneficie de ello —si la mirada fueran dagas, mi cuerpo estaría cubierta de ellas.
—Bien... —el señor me mira—. Señorita Montenegro, ¿aceptas mi propuesta?
Miro a Nicolás, pienso en Sophie, recuerdo a Verónica. Tengo una promesa que no puedo romper, una vida a la cual debo proteger, una voluntad que debo cumplir. El matrimonio es la única opción que me acerca a Sophie como su familia.
—Acepto.
—Thamie, no...
—Regresa a tu habitación, Octavio —no dejo de mirar al hombre que será mi esposo—. Ya he tomado una decisión, no pienso retractarme.
—Créeme que serás mejor que lo hagas—su mirada malvada hace tambalear mi voluntad—. Ya que no tengo nada más que hacer aquí, me largo —con una mirada llena de rechazo, se da la vuelta, yéndose a pasos rápidos y pesados. Supongo que Nicolás imaginó que no accedería a casarme con él, lastimosamente seremos esposo, aunque ambos odiamos ese hecho.
—Buenas tardes —miro a mi madre, quien mira fugazmente a mi hermano—. Ya estoy aquí, puedes estar tranquilo, Octavio.
Mi hermano asiente con su cabeza, me mira con preocupación y se da vuelta, regresando a su habitación. Si mamá está aquí, pronto estará papá y puede que hasta el tío Maykel.
—Usted debe ser Maia de Montenegro, ¿verdad?
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Editado: 20.01.2024