Salió del vehículo, dirigiéndose a las escaleras que conducían a la gran casa, no estaba acostumbrado a asistir a ese tipo de formalidades. Principalmente cuando se encontraban reunidos importantes funcionarios de la republica. Sabía que su padre era bastante bueno encubriendo su posición vandálica fuera del gobierno, pero también conocía que las cosas a veces no salían como se esperaban. Por esa razón siempre debía ser precavido.
Subió las escaleras y caminó en el vestíbulo, hasta entrar en el ascensor. Cuando llegó al décimo piso, salió del pequeño espacio metálico y observó la estancia. El lugar estaba abarrotando de personas, que bebían de sus copas y tomaban uno que otro bocadillo a gusto con el entorno. Que para su dicha no parecía para nada hostil. La música de los artistas armonizaba el espacio y hacía que las personas estarán más relajadas en el evento. Era un ambiente muy acogedor y atrayente, pero que también le mantenía en alerta.
Acomodó su chaqueta sobre la camisa blanca y ajustó un poco su corbata. Su padre estaba a unos metros, con una copa de burbujeante champagna, que hablaba con una familia de ojos un tanto más rasgados que ellos y piel unos tonos más canelos. Sonreían falsamente, sorbían sus copas y mantenían una conversación formal.
Yoon Gi solo estaba allí para lo de siempre. Cumplir las órdenes de su padre, guardar su cabeza y evitar a toda costa que lo atacasen. Porque enemigos los tenía de sobra cada su posición como gobernador de Daegu. Respiró agitado y escuchó el auricular con atención.
—Tenemos intruso al lado izquierdo en el balcón. Lleva un arma de alto calibre, quizá una cuarenta y siente.
Yoon Gi sonrió disimulando y caminó rápidamente entre el tumulto de gente que se movía al son de la música. Subió las escaleras y entonces todo para él pasó en cámara lenta.
Una cuchilla le rozó la mejilla derecha, dejándole una cortadura poco profunda, pero certera. El pelinegro se sostuvo el pómulo y observó la dirección de donde vino el objeto. Una mujer de cabello rojizo y ojos gatunos cubiertos en un antifaz de encaje, lo miraba con una sonrisa ladina. Llevaba en su cuerpo un vestido rojo intenso con una zanja en el lado izquierdo que dejaba su pierna al descubierto.
Yoon Gi enarcó una ceja sin entender lo que la pelirroja pretendía. Entonces esta, sin más se lanzó hacia él, llevando su pie entaconado al mismo lugar de la herida. El joven tomó el pie en el aire y lo torció haciendo que la mujer girara sobre su eje.
Con una mirada completamente sorprendida y tensando la mandíbula, la individua sacó una navaja que llevaba en sus muslos con una liga, iniciando unos movimientos rápidos para lograr al menos clavar el arma en un punto vital del hombre. Yoon Gi no estaba comprendiendo nada. ¿Qué quería esa mujer? ¿Porque lo estaba enfrentando?
La mano de la joven se condujo a su rostro y el pelinegro la sostuvo con un movimiento brusco en las muñecas, deteniéndola a unos centímetros de sus ojos.
—Pensé que se estaban burlando de mi cuando me comentaron sobre tu existencia.— expresó la mujer, cambiando la mirada fría y salvaje, a risueña en segundos. —Al parecer eres más de lo que imaginé.— continuo, y entonces sus labios soltaron una amplia sonrisa.
Yoon Gi respiraba agitado. Esa mujer era demasiado extraña.
La pelirroja aflojó el agarre de la daga, cayéndose esta al suelo. Miró directamente a los ojos del pelinegro frente a ella. Eran fríos y cálidos a la vez. Oscuros, con un aura que dejaba embelesado a cualquiera que los mirase. Demasiado embriagador para ella, demasiado excitante. Bajó luego a sus labios finos que posaban entreabiertos, rosados y apetitosos. Realmente se había sorprendido bastante con su belleza y luego con su habilidad. Él era como ella.
Estuvo intrigada por muchísimo tiempo, tratando de encontrar al sujeto que se hacía cargo de las tareas de Yeong Hwan en Daegu. Ansiaba saber más sobre él y ahora lo tenía frente a ella. Un hombre realmente impresionante. Le gustaba.
Apartó la mirada de su rostro y trató de zafarse de su agarre, sin embargo Yoon Gi obtendría respuestas a su ataque. La sostuvo de los hombros y la aprisionó en la pared interna del pasillo.
—¿Que pretendes?— dijo sin un mínimo de respeto. La mujer se quedó perpleja. No podía responder nada ante la cercanía repentina del pelinegro. Ese hombre, al igual que ella cargaba con un poderoso peso, quizá aún más. Se sentía confundida así que le sostuvo de las muñecas y en un movimiento brusco, se apartó de él, desapareciendo de su vista.
Yoon Gi frunció los labios. ¿Cuál era el afán de aparecérsele gente bastante rara y que encima quisieran matarlo? Chasqueó la lengua y exhaló fuertemente. Un disparo lo sacó de su lugar. Inició un análisis en toda él área con los ojos bien abiertos. Sacó su arma y corrió por el pasillo. Se detuvo y al instante tenía un arma en su nuca.
—No te muevas— advirtió el que sostenía la pistola, quitando el seguro.
Yoon Gi se alzó su brazo con rapidez, girando en un eje de noventa grados. La parte baja de su pistola impactó la cara de su contrincante, haciendo que este se sostuviera él área. Cuando iba a atacar el otro se cubrió.