Sentado a orillas de la playa, observaba cómo se movían las olas del mar. El sonido era como todas las veces que había tocado el piano que su madre le había regalado. Un sonido reconfortante, abrazador, intenso. Como un calmante para la ansiedad o la depresión.
Se recostó en la manta con los ojos cerrados y los brazos bajo su cabeza, disfrutando el momento. Era una de las pocas veces en las que podía permanecer tranquilo. Lejos del tormento de sus pensamientos y de los mandatos de su padre, tratando de encontrarse consigo mismo.
Inhaló y exhaló, sintiendo lo salado en el aire. Unas manos le acariciaron el flequillo, obligándole a abrir los ojos. Sonrió tenuemente a la persona frente a él.
—Te has quedado dormido?— preguntó ella con una voz dulce.
—Realmente no.— respondió aferrando su mano a la espalda baja de la chica.
—Creo que deberíamos irnos. Se hace tarde.
El pelinegro asintió. Ella se colocó sobre sus pies, imitandola el pelinegro la imitó. Caminaron un largo tramo, viendo las tiendas, los locales de comida callejera, hasta el hotel donde Yoon Gi se hospedaba y donde el vehículo de Ha Na se encontraba.
Subieron a la habitación y Ha Na se dispuso a recoger sus cosas. Yoon Gi la observaba que estaba un poco torpe, así que se dirigió hasta ella y tomando sus mejillas entre sus manos le dio un corto beso.
—Sinceramente no quiero que te vayas.— le expresó, poniendo cara triste.
—Pero tengo que hacerlo. Mañana debo ir al trabajo y papá también me espera.—respondió, tratando de sacar sus manos. Él insistía. Acercó su boca a ella y la besó con un beso apasionado y profundo.
—Quédate conmigo esta noche.— suplicó, luego de separar sus labios, para luego besarla de nuevo. Dejándose llevar por las mismas sensaciones que tenía cada vez que la tocaba, que la besaba. Ha Na le había demostrado durante ese poco tiempo una faceta de él demasiado distinta, irreconocible y placentera. Era como ver a un hombre diferente, pero en su propio cuerpo.
Sus labios se unían con premura. El pelinegro le acariciaba una mejilla con su dedo pulgar, mientras la otra mano trataba de aferrarla todo lo posible a su cuerpo. Sintiendo la textura de su piel bajo su mano. Tan cálida y arrolladora.
El ambiente estaba cargado de tensión. Los labios de ambos se tocaban, se demostraban la química, el deseo y más que eso el amor. Demostrando el sentimiento mutuo.
Yoon Gi se sacó la camiseta en un rápido movimiento y luego acercó lentamente sus manos al dobladillo de la blusa de la castaña. Besaba su cuello suavemente y se detenía en los lugares, que sabía le excitaban más rápido.
La joven emitió un suave gemido, dejándose llevar un poco por el momento, pero tratando de detener a su novio. Este, nublado por el deseo, sacó el sostén de la joven. Dedicó un sin fin de caricias dulces y delicadas en el pecho, y abdomen de la chica.
Ambos estaban bailando en esa melodía de emociones, entregándose y mostrando lo cuánto se necesitaban él uno al otro.
Yoon Gi admiró el cuerpo de su pequeña, deteniéndose especialmente en su rostro angelical y en sus expresiones de placer. Estaban compartiendo un momento muy íntimo. Era la segunda vez que pasaba. Estaba seguro que ya ella era dueña de su corazón, de su mente, de sus ser, incluso antes de haberla conocido.
No pudo evitarlo ni quería.
La besó nuevamente y se dejó embriagar por ella esa noche. Se dejó llevar por todo lo que su cuerpo pedía ser liberado.
Ha Na se estaba volviendo demasiado parte de él. La amaba.
Besó sus labios por última vez, luego de haber intercambiado un arrebatador extasis y susurró con voz agitada la palabra que se había hecho parte de sus labios para con ella por ese tiempo.
***
Abrió los ojos de golpe. Se sentía realmente aturdido, mareado. No lograba entender que le había sucedido. Una luz fuerte impactaba en sus ojos, así que trató de cubrirse, pero fue imposible conseguirlo al percatarse de que sus manos estaban aferradas al pedestal de una cama. Se removió inquieto, queriendo zafarse sin conseguirlo. Unos grilletes le rodeaban las muñecas. Gruñó, sacudiedose.
—Es mejor que te detengas o te lastimaras.— expresó una voz entre la penumbra, al fondo de la habitación. El cuerpo alto emitió unos pasos para estar más cerca y poder ser visto.
Yoon Gi bufó, viendo al personaje delante suyo y con mirada fastidiada se venció a seguir intentando escapar. —Se que no es grato el verme, pero está era la única manera de tener una conversación digamos... ¿Normal contigo?— dijo el mayor frente a él, descruzando los brazos.
El pelinegro volvió la mirada a aquel hombre unos años mayor que él.