Yoon Gi observó al mayor con una ceja enarcada. ¿En serio estaba escuchando eso? Viró su rostro, posando sus ojos en otra parte de la habitación. Recordaba aquellas palabras que le había dedicado su padre cuando no había conseguido lo que quería del Clan Kim.
"No quiero que te fíes de ellos."
Entendia que su padre necesitaba demostrar que él era el dominante en ese terrero. Que todo estaba bajo su control, pero algunos como Kim Seok Jin estaban oponiéndose. Bueno, mayoría de los Clanes lo hacían y eso estaba enfureciendiendo sobremanera a su padre y realzando su personalidad destructiva.
—¿Que te asegura que aceptaré esa propuesta?— indicó arqueando una ceja hacia el hombre y dejando caer un poco su cabeza de lado. Esa posición le cansaba.
—¿Por que no la aceptarías?— curioseó, Jin ladeando un poco su rostro. Ese hombre no parecía para nada peligroso. Tenía demasiados rasgos tiernos que lo hacían ver más joven, con unos labios abultados, mejillas regordetas y ojos un tanto grandes, podría ser capaz de engatusar a cualquiera. Sus facciones no denotaban su verdadera personalidad inteligente, analítica y algo pasiva. Y eso lo tenía bastante confundido ahora que lo había analizado con más neticulocidad
Yoon Gi soltó una pequeña risa ronca. ¿A qué persona se le ocurría ponerse tierno para convencer a otro? Suspiró. Debía admitir que el hombre tenía su encantó.
—Porque ya soy parte de algo. Porque no me puedo arriesgar a que...— se quedó callado. No necesitaba explicar que su vida estaba en manos de ese hombre que lo había engendrado. Sería demasiado humillante.
—¿Qué? ¿Que está en riesgo? ¿Tú vida?— el semblante de Seok Jin cambió al que tenía antes, calmado y analítico. Hizo un ademán y sacó una llave de su bolsillo, sabiendo que se arriesgaba a ser golpeado nuevamente por el pelinegro. Soltó una leve risa y miró al muchacho incómodo, que se removía en la cama. Jimin y él habían tenido un duro enfrentamiento. Le sorprendió mucho que ambos seguían en pie después de haberse partido casi el alma, pero estaba decidido a parar esa pelea, así que le podio a Jimin que en el último golpe lo durmiera.
Yoon Gi le demostró cuán lejos podía llegar. Estaba amoratado por todos lados y aún seguía de pie. Sonrió en sus adentros. No se resignaría. Convencería al pelinegro—Vamos, Yoon Gi. Eres un hombre demasiado fuerte. No creo que alguien acabe fácilmente contigo.— expresó Seok Jin, honesto.
—Yo no pienso lo mismo.— soltó el pelinegro. El mayor abrió sus ojos cono platos. Ese chico era más pecimista de lo que imaginaba. Eso le demostraba que aún tenía una lucha con sus personalidades.
El chico de verdad era fuerte. Tantos años bajo el efecto de ese tratamiento deberían haberlo doblegado, vuelto duro, insensible y metódico, pero al parecer la segunda no se había desarrollado del todo y debía aprovecharlo.
Estaba tentado a preguntarle si sabía sobre el experimento de su padre. Estaba tentado a confesárselo, pero era mejor que él chico lo descubriera por sí mismo. Y si lo sabía ya, entonces no le serviría de nada seguir insistiendo en su alianza. Suspiró y miró la pequeña llave entre sus dedos.
—¿Cuánto quieres para hacerte parte de nosotros?— preguntó con rapidez. Yoon Gi arrugó un poco la nariz y aclaró su garganta reseca. ¿En serio él pensaba que el dinero le serviría de algo? No había ninguna razón, nada lo apartaría de su padre. Y no especialmente porque quisiera estar a su lado, si no porque le temía.
Le temía de verdad y no quería arriesgarse a nada, a pesar de que muchas veces prefería morir antes que seguir en ese martirio.
El pelinegro se quedó en silencio, mientras Jin esperaba impaciente la respuesta del menor. Se colocó a su lado en la cama e introdujo la llave en la cerradura del grillete. Soltó ambas manos y esperó la acción del joven.
Yoon Gi seguía sumergido en sus pensamientos. Buscó fuerza de donde no la tenía para con su cuerpo adolorido levantarse de su posición, miró a los ojos de Seok Jin.
—Lo siento, pero nada me hará estar de su lado.— respondió con palabras toscas y salió con rapidez de la habitación.
***
Desde que estuvo en la estancia del Clan Kim, había imaginado que su padre estaría buscándolo por todos lados, así que fue directamente a la casa donde realizaba sus trabajos y sin pedir permiso, entró a su oficina. No estaba en ella, así que se acercó a uno de los guardias.
—¿Donde está el Señor?— preguntó con naturalidad.
—En el sótano.— respondió el hombre.
Yoon Gi caminó con pausa, las costillas sentía que le ardían y las heridas en el rostro. Bajó las escaleras lentamente para no afectar más su quebrantado cuerpo. Cuando estuvo abajo y estable escuchó la voz de aquel hombre que conocía desde que nació y se tensó un poco. Respiró profundo y con unos cortos pasos llegó hasta el marco de la puerta.