Su cabeza palpitaba ante las sensaciones que su cuerpo sentía en esos momentos. La sacudía de derecha a izquierda en negación. No digería en absoluto las palabras que Kim Seok Jin acababa de expresar.
De nuevo la batalla interna consigo mismo iniciaba. Su lado consciente y bueno, que fue oculto por el asesino y malo, se revelaba contra este luchando por apoderarse de él sin medida.
Desde un principio supo que todo de él estaba en manos de su padre, para su placer, para realizar lo que quería dejando de intentar alejarse y escapar, pero el mismo se había resignado a esa vida. Aunque jamás pasó por su mente la razón, la respuesta a la actitud tan desquiciada de su padre y su esmero por doblegarlo una y otra vez con sus ataques psicológicos y físicos. Él quería que él fuera un Assasin. El quería llevarlo a donde estaba en ese preciso momento. Ser la persona monstruosa que se debatía en si mismo.
¿Por qué?
Trago hondo y elevó sus ojos nublados por las lágrimas que se acumulaban, atascadas dejándole un doloroso ardor en la garganta. Ese chico del que se había burlado anteriormente era su hermano. Pero... ¿como? En ningún momento se había fijado en el embarazo de su madre. Nunca vió en ella una pista de haber tenido un bebé.
El chico se despegó de Seok Jin a regañadientes para luego encarar a su hermano mayor. Se notaba decaído, su semblante estaba duro y firme, su mandíbula estaba apretada y sus ojos enrojecidos le revelaban la batalla interna. Volvió su rostro a Jin y este le entregó las llaves para que le quitara los grilletes. Mostrando que confiaba y a la vez que Jungkook tenía la responsabilidad de lo que sucediera con ello.
Unas zancadas fueron suficientes para quedar a centímetros del pelinegro. Introdujo la llave en las cerraduras y le apartó las cadenas.
Yoon Gi continuaba en la misma posición. No se movía. Sus ojos continuaban conectados a un lugar desconocido para los dos hombres ante él. El pelinegro al fin miró al pelirrojo.
—¿Sabes de nuestra madre?— preguntó Yoon Gi sumergido en su nube. Jungkook asintió, sus palabras no salían de sus labios, pero seguía viendo al mayor.
—Ya sabes la razón por la que estás aquí.— inició Seok Jin tomando asiento en un sofá de cuero cerca de la silla que ocupaba el pelinegro.
—Pero hay algo más.— inquirió el pelinegro, mirando las acciones de Seok Jin. Sentía que no era esa la única. Algo estaba pasando, al menos eso creía.
—Así es.— asintió el más alto. Yoon Gi era demasiado astuto. La parte Assasin activa era demasiado metódica, analítica. Se pasó las manos por el cabello y le sostuvo la mirada. —Tiene que ver con tu madre...
Los ojos de Yoon Gi se abrieron como platos ante la mención de la mujer. Esa que siempre amó en la vida, la única que le dio las esperanzas para salir del camino en el que su padre quería llevárlo. Esa esperanza se fue con ella. Enfocó a Jungkook y meditó en su parecido con ella. Tenía los mismos hermosos rasgos. Sus ojos oscuros y sus labios finos.
—Hyeong... Conocí a nuestra madre. Ella me había contactado en secreto. Me contó todo lo que había ocurrido. Ella no quería que sufriera en manos de mi padre y por eso me dejó en el orfanato. Ella quería salvarte de sus manos, pero fue tarde y...
—Lo se.— respondió Yoon Gi, reviviendo el recuerdo de la muerte de su madre. Su mente viajó a ese día donde todo en su vida perdió el sentido. Donde el demonio que era su padre lo había apricionado a su infierno permanentemente y sin salvación.
***
Un día hermoso cálido y soleado de verano. Regresaba de la escuela entusiasmado, pues su madre le dijo que iban a salir solo ellos dos de paseo como solían hacer por las tardes. Era su cumpleaños y estaba más que emocionado, esperando la sorpresa que la mujer le daría. Corrió todo el caminó hasta la casa y cuando llegó agotado tomándose de las rodillas, cruzó la entrada, entró al salón esperando la voz de su madre, pero no la escuchó.
Buscó por toda la casa a la mujer confundido, pues ella no solía hacer esas cosas. Se condujo a la habitación de sus padres y abrió la puerta lentamente. Miró el espacio oscuro. Las cortinas no estaban corridas y no había luz encendida. Alzó sus manos al interruptor y lo presionó, para volver la mirada.
—¿Mamá?— la llamó buscándola con los ojos. Sobre la cama había una caja grande envuelta con papel de regalo de pianos y un moño en el centro. Se acercó y la tomó entres sus manos. Llevaba una pequeña nota.
"Para mi pequeño artista.
Te ama, Mamá."
Sus labios se estiraron de felicidad y abrió la caja con el corazón latiéndole con rapidez. Dentro se encontraba un suéter bordado con notas musicales, un libro de canciones y una fotografía de él ante el piano que le regaló en su décimo cumpleaños, con una sonrisa que mostraba sus pequeños dientes y sus encías.