La música era hermosa. Tanto que mientras la escuchaba sentía su corazoncito oprimirse en su pecho, sus labios estirarse en una feliz sonrisa y todo su ser viajar pensando en cosas que solo él entendía. Nunca había escuchado un sonido tan tranquilizante y bello.
—Te gusta hijo?— preguntó la mujer, viendo a su pequeño mecerse con sus tonadas de un lado a otro. Era tan tierno. Sus mejillas regordetas se alzaban, y dejaban ver una alegre sonrisa de encías rosadas. A la par que sus ojos desprendían un brillo que le achicaba el alma. Su hijo era encantador.
—Si— dijo el niño con su voz pequeña y ronca. Extendió su pálida mano hasta la de su madre y la miró con adoración. La mujer sin preguntar, alzó al niño para sentarlo en su regazo y colocar sus manitas sobre las teclas.
—Es fácil. Solo tienes que distinguir entre las blancas y las negras. Esta es Do— hizo que el niño pulsara. — esta es Re.
—Suena bonito, mamá— aplaudió el niño alegre.
—Todavía falta para que puedas tocar una canción, pero puedes aprender poco a poco. Te enseñaré.
El niño mantenía una sonrisa de oreja a oreja, mirando a la mujer que admiraba. Le tomó la cara entre sus pequeñas manos y le plantó un sonoro beso en una de sus mejillas. Cosa que hizo enternecer a la mujer y sonreírle a cambio.
—Gracias.— expresó abrazándola. Y se enfocó luego en el que le parecía un gran piano ante el. Estaba entusiasmado.
—Feliz cumpleaños, Yoon Gi.