Del odio al amor y de vuelta

1. Sin excusar

 

        —¡Katherine! —volví a ver que no me prestaba atención... Otra vez—. No estás escuchando.

        Ella dio una última mirada a su teléfono y una sonrisa extrañamente estúpida se apoderó de su rostro antes de bloquearlo. Pero la había pillado, no había forma de que me evadiera esta vez. Ya le pregunté cuatro cosas distintas y obtuve respuestas incoherentes como: "Es cierto", "Tienes razón" o "Ajá". ¿Para qué venimos a una cafetería a "charlar", si va a estar ausente?

        —¿Qué dijiste?

        —¿Quién es? —le pregunté con una ceja enarcada.

        —¿De qué hablas? —replicó, dejando escapar una risa nerviosa. «Kath, Kath, a mí no me engañas»—. ¿Quién es quién?

        —¿Con quién hablas tanto? —le di una mirada sonriente a su celular cuando vibró sobre la mesa. Tres veces.

        Katherine cogió su taza y tomó un sorbo, para evadir la pregunta mientras veía rápidamente los mensajes recientes. Se lo quité de las manos al ver que se ruborizaba.

        —¡Ay! —se quejó, tratando de recuperar el aparato—, ¡dámelo Alexa!

        — ¿"Te amo como a nadie"?—pregunté con tono de burla—, ya dime, ¿quién es?

        —¡Nadie, dame eso! —se estiró por sobre la mesa para arrebatarme el aparato de las manos, pero lo puse fuera de su alcance y seguí revisando la conversación.

        —A ver, ¿le hablaste de mí? —dije sorprendida, al ver mi nombre varias veces.

        —Pues prácticamente vivimos juntas, obviamente le hablé de ti —Kath se había levantado y estaba por lanzarse sobre mí para arrebatarme su teléfono

        —Wooow... —fue lo que dije al encontrar una serie de fotos, enviadas y recibidas, bastante reveladoras que desearía no haber visto.

        —Suelta —no me opuse a dárselo, pues me había perturbado—. ¿Qué estabas viendo?, por eso te dije que me lo devolvieras.

        —Creo que ya no podré quitar eso de mi memoria —dije, refiriéndome a las imágenes. Luego agregué escandalizada: —No pensé que tuvieras ese tipo de conversaciones. Ahora veo por qué tanto nerviosismo.

        —Yo veré qué clase de conversaciones tengo y con quién las tengo—dijo mirándome con enojo—, además, tú misma te lo buscaste por coger el teléfono.

        Y era cierto, yo solita me metí ahí. Claro que no esperaba encontrar fotos tan reveladoras, ni de su pareja ni de nadie. Sólo alguna que otra conversación subida de tono, o información de la persona. No esperaba ver cosas tan íntimas de ambas. Aunque debo admitir que Katherine y yo nos conocemos demasiado bien, y desde hace mucho, como para no sorprenderme con sus fotos. Sin embargo, no me interesa ver a mi amiga desnuda después de comer y mucho menos a la chica del chat.

        —Lo sé, perdón, no me esperaba las fotos, lo juro —dije tratando de suavizar el ambiente.

        Me sentía amenazada por la postura pasivo-agresiva que Katherine reflejaba al estar de pie con una mano sobre la mesa y el celular en la otra, en gesto de reclamo. Se había inclinado hacia mí, con algunos mechones de cabello castaño que escapaban de su coleta y enmarcaban su rostro enrojecido.

        —Alexa, tú sabes que te quiero —empezó, cerró los ojos, respiró profundo y luego se enderezó, para luego volver a sentarse frente a mí—. Pero si vuelves a hacer eso, no te volveré a hablar por... Un buen tiempo.

        —Bueno, no tocaré más tu celular, ya vi demasiado de ustedes dos.

        —Cómo sea, en algo estamos de acuerdo —Katherine puso los ojos en blanco y llamó al mesero.

        —Pero no te salvarás de mis preguntas, querida —le dediqué una sonrisa falsa.

        Ella, iba a quejarse cuando llegó el mesero. Pero este no era quien nos había atendido antes, sino un chico muy sonriente que se movía con cortos pasos de baile junto a nuestra mesa. Lo reconocí por su cabello liso y oscuro, que le llegaba casi hasta los hombros. Sin mencionar su boca, que resaltaba más que cualquier otra cosa en su rostro. Apoyé un codo en la mesa y comencé a jugar con migajas mientras Katherine hablaba con él.

        —Hola, Mark, no te había visto, ¿acabas de empezar tu turno?

        —Sí, ¡me atrapaste! —dijo riendo y moviendo demasiado las manos—. A ti no te veía desde el viernes, Katherine, no has venido tan seguido como tu amiga aquí presente.




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