Del Revés Sin Merecerlo

11. ¿Otra vez me escriben dos músicos extintos?

¿Adivinas con qué soñé al día siguiente? Sí, con esas jodidas palabras en bucle. Llegué a tanto que creo que chillé. Chillé como a una histérica que la persigue un payaso con una motosierra en plena noche de Halloween con un estúpido disfraz de princesa Disney.
Y, por cierto, no se lo aconsejo a nadie y menos si, te pasa como a mí porque, tienes un miedo atroz e incansable a esos seres con nariz roja y sonrisa pintada en todos los colores posibles de este jodido planeta. 
Total, que Spencer tuvo que venir a calmarme a las tres de la madrugada. Cuando lo volví a reclamar dos veces seguidas más, acabó durmiendo conmigo. A veces juro que si no fuera mi hermano lo mandaría un poco a tomar viento por ser tan bueno cuando le apetece.

Como siempre, a las siete menos veinticinco de la mañana me levanté para poder bajar a desayunar sin tener que enfrentarme a Bastón de Caramelo y su estúpido ego de niño pijo de último año y mi pereza. 
Era miércoles por lo que tenía clase y tenía que darme prisa si quería bañarme antes de ir al instituto.
Alguien había hecho tortitas de plátano así que me terminé de vestir con el uniforme para la clase de Educación Física y bajé rápido por las escaleras hasta llegar a la cocina. En ella encontré a mi maestra de Economía dejando dos platos con su respectivo zumo de arándanos, recién exprimido, y cubiertos sobre la mesa lateral que hacía de isla.

—Buenos días Talia. ¿Cómo has dormido? Tú hermano hoy no disfrutará con nosotras de este banquete porque dice que tiene algo que hacer antes de ir a clase. No ha dicho nada más. —Me dejé caer en la silla después de que ella se sentase tras colocar un lote de seis cerezas en nuestros platos de cerámica con motivos florales.

Eran mis favoritos aunque no se lo dije a nadie.

Asentí de manera que ella pudiera continuar con lo que le quedaba por decir y comencé a comer.

—Morgan aún sigue en el hospital y ha llamado temprano para informar de que todo marcha bien con Brooke y sus padres. Creo que la tendremos de vuelta antes de que cante el próximo gallo.

Saber aquello me tranquilizó y me animó lo suficiente como para poder plantearle mis dudas de clase y las preocupaciones que ni siquiera era consciente de que estaba acumulando y hundiendo en mi propio pozo personal.

No tardamos más de una hora en desayunar. Pensé que íbamos tarde hasta que me di cuenta de que mi despertador estaba adelantado un par de horas.

Soraya fue mucho más amable de lo que había imaginado. Si es cierto que solamente la solía ver en clase o al salir de mi casa por haber estado visitando a mi madre. No había tenido oportunidad de hablar antes con ella como lo que era para mí: una de mis tías que no comparte vínculo sanguíneo directo con nadie de mi familia. 
En un pueblo tan pequeño como Trasmoz no es raro que tu maestra se convierta en tu tía porque tu madre, ella y Micaela son inseparables desde que se conocen. ¿No te ha pasado con alguien? ¿No tienes una persona en tu vida que es como si fuera una parte más de ti como si fuera un hermano o hermana más? Eso es justo lo que me pasa a mí con Brooklyn, la adoro mucho más de lo que le he podido demostrar. 
Volviendo a la señorita Hermann. A pesar de que nunca la he visto con niños, me llevó y me recogió del instituto.
En cuanto a las horas de sueño infinito que los alumnos más aplicados suelen llamar lecciones de contenidos teóricos, fueron de lo más normal. ¿Odias correr durante siete minutos para conseguir un mísero suficiente? ¿Has aprendido que la Guerra de Sucesión fue entre carlistas e isabelinos? Pues ya está, las mías eran igual de aburridas.

 

♠♠♠♠

 

Al segundo de entrar en mi habitación y dejar la mochila de cualquier manera sobre la cama y con los libros de Economía en la cama —cuyos ejercicios de hace dos semanas me habían entrado de terminar—, el ruido de dos notificaciones y el canto del gallo de un reloj de cuco, anunciando la llegada de la tarde, se instalaron en mi mente. Lo creía una corazonada por las palabras de Soraya aquella mañana así que metí la mano en cada uno de los bolsillos que tenía a mano: los de la mochila, los del abrigo, los de mis pantalones cargo...

Lo encontré al volver a sonar debajo de la montaña de libros.

¡Era un mensaje de Brooke! En él decía que ya estaba en casa y que se encontraba en proceso de recuperación pero estable. Le respondí con insistencia si podía ir a visitarla y se negó las cinco veces que se lo planteé de diversas maneras.

Me costaba creer que no quisiera verme pero lo dejé pasar con el pensamiento de que tanto vaivén la había dejado demasiado exhausta como para recibir visitas o para abrir al pobre chico del Telepizza que se había atrevido a venir a este pueblo mal visto para la Iglesia.

Tras lanzar el móvil a la cama y ahogar un grito quejumbroso con la almohada, me dispuse a completar la tarea pendiente para el día siguiente. Me preparé un sándwich de tomate, queso y jamón york sobre eso de las nueve de la noche y me acosté a ver Starz en El sofá. 
La puerta principal se abrió y se cerró tras alguien dos horas después. No me giré porque no vi conveniente recibir a mi hermano. Era el único que tenía llaves y que no decía nada al entrar. No saludaba desde que empezó a asistir a 3° de la ESO. Mientras que él ponía su culo gordo de pijo estirado en el hueco libre del sofá, que me había molestado en cubrir con una sábana del color de una hoja marchita para no manchar la tela con la salsa de mi cena, yo prestaba atención a Modern Family.




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