Ha discutido, peleado e ignorado al chico. Pero este no ha cedido ni un milímetro, la ha llevado en brazos hasta su casa, y ahora quiere obligarla a darse un baño de agua caliente. Su corazón se siente agradecido, acalorado, pero sabe que no puede ceder como una persona normal haría. Le pide a gritos, de nuevo, que la deje salir de la casa. Forcejea con él, pero sin querer la sudadera desgastada se rasga, dejando a la vista parte de su brazo desnudo.
Él ha visto las marcas de aquel día, no puede seguir. No quita su mirada, y cuando intenta hablar, la chica sale corriendo sin darle tiempo a hablar. Pero algo frena al monstruo, y al inocente.