El sol de diciembre se asoma tímidamente entre las nubes, lanzando destellos de luz dorada sobre las mesas de la cafetería universitaria, añadiendo un brillo cálido a la atmósfera bulliciosa del lugar.
Me encuentro sentada en una esquina de la cafetería con mis amigos de siempre, entre ellos Violette y Alex, compartiendo risas y chismes mientras intentamos poner al día nuestras vidas entre sorbos de café humeante y bocados de tostadas quemadas.
La conversación fluye tranquila y ligera, pero algo en el aire cambia cuando lo veo y el murmullo de la conversación se detiene.
Aknar.
Es como si el tiempo se detuviera por un momento, y me veo atrapada en su mirada intensa y penetrante.
Con su habitual aire de confianza y una sonrisa descarada en los labios, se dirige hacia nuestra mesa con paso seguro. Mis amigos lo saludan sin mucho entusiasmo, ya que no lo conocen lo suficiente, pero yo me quedo en silencio, observándolo con una mezcla de curiosidad y cautela.
Aknar se desliza en el asiento junto a mí, su presencia llena el espacio con una energía magnética y siento un escalofrío poco común recorriendo mi piel. No puedo evitar recordar todas las veces que nos encontramos de esta manera, como si el destino estuviera conspirando para unirnos una y otra vez.
Él no ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi, sigue siendo el mismo chico arrogante y encantador que conocí hace tanto tiempo. Pero algo en él parece diferente, más oscuro, más peligroso, hay una sombra en sus ojos que no estaba allí antes, una tensión en su mandíbula que sugiere que algo anda mal. Sin embargo, su encanto sigue siendo tan evidente como siempre.
A pesar de no haberlo conocido lo suficiente antes, no puedo evitar recordar las veces que admiré sus ojos, incluso antes de conocer siquiera su nombre.
Mientras conversamos, me doy cuenta de lo fácil que es para las chicas caer en su juego, de dejar que las envuelva con sus palabras suaves y sus halagos. Pero yo soy diferente, estoy decidida a no caer en sus encantos, he aprendido a proteger mi corazón de los que buscan destruirlo. Aunque no puedo negar que una parte de mí anhela la emoción y la aventura que Aknar representa.
Y así, mientras terminamos nuestro café y nos despedimos con una sonrisa, sé que el destino nos unió por una razón. Y aunque no sé qué nos deparará el futuro, me encuentro dispuesta a enfrentarlo con valentía y determinación.
Mis amigos y yo nos ponemos de pie poco después de que Aknar abandonase la cafetería, tomé mis cosas y voltee hacia los chicos, que se encontraban con los brazos cruzados y me miraban inquietados.
– ¿Que mierda fue eso? – Violette no dudó en expresar su confusión ante lo que acababa de pasar.
Creí no haber sido tan obvia, pero al mirar sus ojos marrones era imposible no desprender ilusión y admiración.
– No sé de qué estás hablando, mejor vamos a clases, el profesor de Física no nos dejará entrar un segundo tarde.
– Vamos Thal, tus ojos brillaron al verlo. – Mencionó Alex, quien al parecer si estaba poniendo atención a su alrededor y no se encontraba en otro plano astral.
– Nunca nos mencionaste que lo conocías y mucho menos que tuvieran algo.
– Violette, conozco muchas personas, y no, nunca tuvimos nada, lo conocí mientras estaba con Alastor, y por cierto, gracias por recordarme a ese imbécil.
– Lo siento Thal, yo no quería…
Sabía que iba a funcionar, nunca hablábamos de él, era una regla no escrita, ya que odiaba recordarlo, estar con él había sido el detonante de todo lo malo que podría haber imaginado.
Fuimos a clases y nos reunimos durante la tarde en casa de Alex, pero había algo diferente, mi concentración no era la misma, pues en lo único que pensaba al estudiar sobre las líneas de campo magnéticas era que tal vez en la vida diaria las personas opuestas también se atraían.
Editado: 06.05.2024