Cinco.

V entreabrió sus labios y pasó su lengua entre ellos, mirándome divertido.

—¿Esperas que te lo diga así, sin más? Si te respondo, podría estar mintiendo ¿sabes? —Sonrió dulcemente otra vez.       
—Lo sé, pero déjame a mí la tarea de reconocer si lo que dices es la verdad o no.
—¿Y cómo lo sabrías? -Su sonrisa se intensificó.     
—No podría tener la certeza, pero cuando se trata de relaciones humanas ¿podemos tenerla al cien por ciento al momento de decidir creer en alguien? Al fin y al cabo, sólo tenemos su lado de la historia. La confianza es simplemente algo que se decide entregar basándonos en variables subjetivas.  
—¿y tú quieres confiar en mí? —No lo había pensado así.  
—Si nos vamos a ver más a menudo es el requisito mínimo ¿no crees?  
—Lo creo. Pero sigue siendo una historia muy personal. —Y luego como si recordara algo más, añadió—, Hay cosas en las que, si me las preguntaras, tendría que mentirte, así que prefiero guardar silencio.     
—¿Esa historia es una de esas cosas? 
—Hasta cierto punto. El resto te lo podría contar. Pero preferiría darte los detalles en otra ocasión. Por el momento sólo te diré que después de cierto evento nunca volví a ser el mismo y eso me hizo descender a una espiral de circunstancias desafortunadas e inevitables.

Lo miré de hito en hito. No parecía estar mintiendo, pero no dejó nada claro. Su tono había sido serio, y ahora sus ojos vagaban por el trozo de calle que se veía a través de la ventana junto a nosotros. Al cabo de unos segundos volvió a mirarme y esbozando una sonrisa preguntó:

—¿Y qué hay de ti? ¿Cómo llegaste allí? —Me parecía un poco descarado que me preguntara eso si apenas me había dado información sobre sí mismo, así que le respondí con la misma concisión.   
—Nunca estuve bien. Ya era hora de que eso cambiara.
—Veo que tampoco quieres revelar mucho de ti misma. —Sonrió—. Una pena. Realmente me gustaría saber más de ti.

Me mordí el labio. ¿Debería decirle?

—Podría contarte más adelante. —Justo en ese momento llegó Nat con las bebidas y le agradecimos. Sorbí mi café y disfruté de la sensación del líquido caliente y espeso bajando por mi garganta. —Pero hablemos de otra cosa. Quizás introducir ese tema no fue muy adecuado para una primera conversación. Cuéntame de ti, qué haces, qué disfrutas... No sé, esa clase de cosas. ¿Qué edad tienes?       
—Tengo veinticuatro. ¿Qué hago? Estudio... estudiaba fotografía y diseño gráfico. En las tardes solía acudir a una academia de artes audiovisuales. Eso era mi vida... antes de entrar a la clínica. —Sonrió con pesadumbre—. Aún no me acostumbro.
—¿No vas... a continuar tus estudios? 
—Tal vez... Las cosas se han vuelto un poco complicadas, pero espero tener la posibilidad de retomarlo. -Se encogió de hombros, como restándole importancia.

Todo en él era enigmas. Mentiría si dijera que no sentía un leve escalofrío en mi espina dorsal ante tanta incertidumbre. Pero algo en él era terriblemente atractivo. ¿Sería el aire lánguido que dejaba ver cuando no tenía esa expresión inocente en su rostro? ¿O quizás su voz profunda y aterciopelada?

No sabía qué era, pero claramente me estaba afectando.

—¿Y tú? ¿Qué haces?     
—No mucho. Tengo veintidós. Voy a retomar mi carrera en un mes. Estudio literatura. Hmmm... -Pensé un poco—. También me gusta la música. ¿Qué tipo de música te gusta a ti?    
—Ennio Morricone. Keshi. Chet Baker. Uhm... Christian Leave... No lo sé, hay muchos artistas, pero los primeros tres son los que estoy escuchando en este momento. También suelo escuchar mucho jazz y soul. ¿Conoces alguno de ellos?

Lo miré gratamente sorprendida. Su gusto musical era, en parte, también el mío. 

—Sí. Me gusta mucho Keshi y Chet Baker. De Ennio Morricone sólo conozco algunas piezas que tocaba en el piano cuando era niña. —Sonreí ante este recuerdo. La verdad me agrada el jazz, pero es un género tan vasto que nunca supe por dónde empezar, así que escucho esas típicas playlists de youtube. —me reí—. ¿Has escuchado shoegaze? 
—Nu-uh. —V tragó un poco de su café, quedando espuma en su labio superior. Se limpió con la mano.
—¿Quieres escuchar un poco?   
—Claro. —Arrimó su asiento al mío y yo le pasé uno de mis audífonos, usando el otro. Abrí mi más reciente lista de reproducción en Spotify, buscando Dagger, uno de mis temas favoritos de Slowdive. Él miraba por sobre mi hombro la música que tenía guardada.   
—¿Te gusta Radiohead? —Preguntó al ver una canción de A Moon Shaped Pool por ahí.
—Uh... sí. Hace tiempo que no los escucho, pero son mi grupo favorito.
—Son geniales. El último álbum es fantástico. Thom Yorke tiene una voz fenomenal, con ese falsete que suena tan... relajante y al mismo tiempo penetrante.
—¡Sí! Además el virtuosismo que tienen cuando tocan en vivo...  
—¿Los has visto? —V abrió desmesuradamente sus ojos.
—El año 2017 fui a Inglaterra a verlos. Fui con mi hermana... —Le di a reproducir a la pista—. Ésta es la canción que te quería mostrar.

La melodía comenzó a reproducirse. Examiné el rostro de V para no perderme su expresión al oírla. Sus ojos estaban concentrados en la mesa y parecía que fueran el mismo cielo con nubes atravesándolos: Así de visibles eran las emociones que surgían en él.

Bebía su café a sorbitos y marcaba el ritmo con el índice de la mano izquierda.

Al verlo de esa forma y con la emoción de la canción, no pude evitar sentir ternura y que quería tener más cercanía con él.