Me quedé con el teléfono en la mano, helada.
Nunca había ido a la casa de Jimin. ¿Cómo se suponía que supiera dónde estaba? La angustia llevó lágrimas a mis ojos y me sentí pequeña e insignificante. En realidad eso era, pequeña e insignificante. ¿Qué podía hacer? ¿Llamar a Yoongi? ¿Y eso no sería peor? No tenía tiempo para pensar en las consecuencias. Sólo debía llegar donde Jimin lo más rápido posible.
Llamé a mi amigo, y afortunadamente me contestó a los tres tonos.
—¡Daphne! ¡Qué bueno que me llamaste, just-
—Yoongi, no hay tiempo, envíame la dirección de Jimin, YA.
—¿Qué pasa?
—¡No hay tiempo! Tengo que llegar allá lo más rápido posible.
—Pero... ¡Espera! ¿Le pasa algo a Jimin? —¿Debería decírselo...?
—Está en peligro.
—Voy contigo entonces.
—Yoongi... Puede que...
—¡Dijiste que no había tiempo! Juntémonos en el metro más cercano a su casa. Te envío la ubicación por kakaotalk. —Y me cortó.
Corrí entonces al interior de la biblioteca a recoger mis cosas, las que metí apresuradamente en mi mochila sin preocuparme del orden en el que estaban, y mientras corría hacia la salida abrí el mensaje de Yoongi para saber hacia dónde dirigir mis pasos.
En cuanto llegué, completamente bañada en sudor, divisé la cabellera oscura de Yoongi. Me estaba esperando. Su pálido semblante estaba contraído por la preocupación. Sin siquiera saludarlo le señalé que debíamos salir y correr a la casa de Jimin, lo que hicimos con presteza.
—¿Qué pasó? —Me preguntó Yoongi deteniéndose frente a una parada de taxi ante mi desesperación, la que él notó— No llegaremos a tiempo a pie. Necesitamos tomar un taxi. Esperar un bus sólo nos tomará más tiempo. Ahora explícate.
—Jimin... no sé cómo diablos sucedió, pero el sujeto que... el sujeto con el que... se acostó, me llamó para decirme que lo iba a matar.
—¡¿Qué?!
—Sí-
—¿Por qué te llamó a ti?
—Es una larga historia, y muy complicada. Todavía no logro atar todos los cabos...
—Cuéntamela. —Justo en ese momento llegó un taxi, y nos subimos tan rápidamente como pudimos, dejando inconclusa nuestra conversación.
Yoongi le dio la dirección al taxista y durante el viaje noté que realmente no sabía cómo tomarse la situación. Lo tomé de la mano en un intento de infundirle ánimos, pero ciertamente estaba igual que él.
—Es aquí. —Señaló Yoongi. Pagamos y corrimos al edificio. No tenía conserjería ni tampoco era un complejo cerrado, sólo se trataba de varios edificios celestes, algo viejos y de departamentos pequeños. Seguí a Yoongi y subimos las escaleras sin parar (puesto que no había elevador), hasta llegar a la puerta de Jimin.
Yoongi ingresó la contraseña y la puerta se abrió. El departamento estaba algo oscuro, pero de inmediato vimos la ventana abierta unos metros frente a nosotros. Las cortinas blancas flotaban hacia adentro con el viento. El silencio era aterrador.
Sentí como si todo sucediera en cámara lenta a partir de ese momento. Vi a Yoongi correr hacia la ventana, asomarse y gritar como un loco el nombre de Jimin. Su voz se había desgarrado en su grito, el que resonó conteniendo toda su angustia y dolor. De inmediato y sin siquiera mirarme, salió a trompicones del departamento y corrió escaleras abajo hacia donde supuse yacía Jimin.
Ya sabía lo que había ocurrido. No miré por la ventana. No quise verlo así. Me estremecí con el llanto que se apropió de mi cuerpo y saqué mi teléfono para marcar el número de la ambulancia.
Me senté en el sofá junto a la ventana y tocando su tela algo raída me pregunté cómo habría sido que Jimin lo escogió para su casa, si disfrutaba sentarse en él, si le gustaba o no. Ya nunca se lo podría preguntar. Sus plantas, abundantes en todo el departamento, ya nunca más serían cuidadas por él. Sobre la encimera de la cocina había algunas bolsas de una cadena de minimarkets. No tuve el valor de acercarme a ellas a ver qué contenían. Seguramente eran alimentos. Las lágrimas salían profusamente de mis ojos al pensar cuan injusto era todo. Jimin pensaba comerse aquellos alimentos, pensaba seguramente guardarlos en su nevera, pensaba que su vida seguiría al día siguiente y jamás se figuró que un evento así interrumpiría el curso de su existencia. ¿Por qué él? Jimin no era nada más que ternura, aquella persona que siempre estaba para ti sin importar qué. Era el que menos se merecía acabar así. Y sin embargo... era mi culpa.
Escuché el sonido de la ambulancia aproximarse al edificio, pero me quedé allí, sentada en el sofá, estática, sin poder reaccionar. Sólo podía llorar.
El único sonido que se escuchaba era el del refrigerador, pero de pronto escuché un ligero ruido que provenía desde una de las habitaciones en el pasillo a la izquierda. No le presté atención sino hasta que se repitió un par de veces más. Entonces me levanté y decidí ir a ver de qué se trataba. Al entrar a una de las dos habitaciones que había, me encontré con una sorpresa detrás de la puerta. Un pequeño gato calicó, de no más de seis meses, se encontraba allí, asustado, con las pupilas dilatadas, la cola enrollada a un costado y sus patitas delanteras escondidas bajo su cabeza. Lloré con más fuerza. Seguramente Jimin cuidaba de ese gato y lo quería. ¿Qué sería de ella ahora? Me acuclillé y le tendí la mano para que me oliera y así poder acercarme a ella. Su nariz tocó la punta de mis dedos y se levantó para reacomodarse, quedándose a mi lado. Acerqué entonces mi mano a su cabeza, y acaricié levemente el pelaje de esa zona. Así nos encontró Yoongi.
—¿Y ese gato? —Levanté la mirada. Mi amigo se veía deshecho. Su expresión había perdido la vida y sus manos estaban a sus costados, todo su cuerpo gritando una derrota. Me levanté suavemente para no asustar al gatito y fui a abrazarlo, y ninguno de los dos pudo más en ese abrazo. Yoongi lloraba en mi hombro ruidosamente, y yo sólo podía acariciar su espalda y su cabello. No había nada que pudiera hacer para consolarlo. Jimin se había ido.