13-
- Señor abogado, usted debe comprender mi situación… - dijo casi suplicando la cliente frente Antonio.
El la observaba con discreción y profesionalismo, era una mujer relativamente joven, bastante agraciada y muy bien arreglada, con ropa costosa y de muy buenos modales. Ella lloraba, aparentaba estar sufriendo por la pena que la aquejaba como lo hacían todas las “victimas” de las injusticias que el abogado había escuchado una infinidad de veces antes de esa.
- Él me engañó abogado. – siguió diciendo la mujer – me prometió que sería un esposo dedicado y amoroso, que nunca me faltaría nada a su lado…
- Comprendo. – afirmó Antonio mientras hacía anotaciones en una hoja de hilo frente a él.
- Luego de unos meses todo cambió. – continuó relatando mientras sacaba un pañuelo de papel de su cartera – dejo de ser el marido que prometió para dejarme a un lado, lo más importante era siempre el equipo, las prácticas. Hasta lo complací de inmediato cuando quiso tener hijos. ¿Qué más puede hacer una esposa?
- Comprendo lo que me dice señora. Ahora dígame, ¿Qué aspira usted ganar llevando su divorcio a un juicio?
- Quiero la mitad de los bienes. – sentenció duramente.
- Pero por lo que veo, usted firmó un acuerdo prenupcial.
- Eso lo sé. Pero para eso está usted señor abogado. No me importa el costo, sé de buena fuente que en esta oficina trabajan los mejores abogados de Italia, y hasta de Europa. Sé que han conseguido ganar casos imposibles. Así que estoy segura de queun simple acuerdo prenupcial no será de gran dificultad. Yo lo hice todo por ese hombre, lo apoyé, le di un hijo, así que merezco la mitad de lo que tiene independientemente de lo que diga cualquier papel.
- Voy a necesitar pruebas de sus alegatos.
- Tengo fotos de sus enredos con mujeres, de su vicio por el juego y de otras cosas más.
Antonio se tomó unos segundos para pensar.
- Hagamos algo. Voy a estudiar su caso con detenimiento, voy a pedirle a uno de mis colegas que me ayude a buscar la mejor solución para usted y sí está de acuerdo con nosotros, entonces comenzaremos a trabajar. ¿Está usted de acuerdo?
- Sí, claro. Sólo necesito la seguridad de que van a tomar el caso.
- Vamos a plantearle una posible solución, usted decidirá si nos contrata. – dijo Antonio sonriendo con galantería - No se preocupe por nada. Déjelo todo en mis manos, haremos que la justicia este de su lado.
- ¡Muchas gracias! – dijo sonriendo ampliamente – siento que estoy en buenas manos…
- No lo dude.
Minutos después el abogado se encontraba solo en su oficina reflexionando sobre el nuevo caso que le había presentado esta posible cliente, apenas podía creer que se tratara de la esposa del famoso futbolista de élite que se había ganado el balón de oro ese mismo año, en su mente se comenzaba a formar una leve idea de cómo sería ese divorcio, y de cómo debía manejarlo en caso de que tomaran el caso, con seguridad estaría involucrada la prensa amarillista que solía empeorar y distorsionar por completo los sucesos de los famosos dificultando el trabajo de los abogados y por su puesto el resultado de las querellas legales, situación con la que nunca se había sentido cómodo, debía conversar todo eso con Marco, había que estar preparado cuanto antes.
Antonio tomó el teléfono sobre su escritorio, marco en número de su colega dejándolo repicar hasta escuchar la contestadora automática, repitió el proceso dos veces más con el mismo resultado, la siguiente vez lo hizo ya algo extrañado, sí no se podía comunicar llamaría a su casa. Un último intento y Marco por fin respondió.
- Hola.
- ¿Marco?
- Claro que soy yo, o ¿llamaste a alguien más?
- No, claro que te llamé a ti. ¿Por qué no respondías?
- Estoy ocupado.
- Tengo que hablar contigo de algo importante. Estaba por llamar a tu casa.
- No lo hagas. Se supone que estoy contigo. – dijo Marco de forma fría.
- Oh. Y sí estás conmigo… ¿en dónde se supone que estamos?
- Trabajando.
- Ok. ¿y tú donde se supone que no estás?
- En Amalfi.
Antonio miró el techo de su oficina y suspiró profundamente en busca de paciencia.
- No te has desecho de eso. – afirmó.
- No.
Ambos callaron por un segundo.
- Necesito hablarte de un nuevo caso. Algo grueso.
- ¿No puede esperar?
- Gente famosa y de mucho dinero... No, no puede esperar.
- Estaré allá en dos días. Eso fue lo que le dije a Gia, no puedo llegar antes.
- Esto no puede esperar dos días Marco. ¡En dos días podemos armar el caso!
Antonio escuchó el suspiró de Marco al otro lado de la línea, esperó por la respuesta.
- Ven hasta aquí.
- ¿A Amalfi?
- Si. – respondió Marco con frialdad.
- ¡Son casi cuatro horas de camino!
- Sí no quieres manejar, dile a Roberto que te traiga.
- Y sí no quiero.
- Te esperas dos días.
- Eres una desgracia.
- Concedido. Te espero aquí entonces. Francesca se alegrará de verte.
- Chao, Marco. – dijo casi perdiendo la paciencia para cerrar el teléfono son esperar el saludo de su colega.
Antonio posó de nuevo el teléfono sobre su escritorio, se quedó viendo el aparato que recién había puesto el mismo maldiciendo mentalmente a su amigo que siempre se salía con la suya con ese carácter frío prepotente que tanto le molestaba a veces “prepotente, cretino, parece hipnotizado por esa mujer” pensó para darse cuenta de que sus propias palabras le revelaban un buen motivo para ir hasta Amalfi, ESA mujer. Podría ver con sus propios ojos y satisfacer esa curiosidad morbosa que le causaba la prostituta latina que había hechizado a su amigo y colega, cómo amigo él se sentía en la obligación de saber lo que estaba pasando en su vida, y de que la situación estuviera realmente bajo control ya que el mismo se vería involucrado peligrosamente sí la mujer en cuestión escapara y denunciara a Marco.