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Las tardes parecían alargarse en el cielo romano conforme el peso de su vientre aumentaba, el bebé que crecía dentro de ella se movía pocas veces al día, pero cuando lo hacia un malestar incomodo se apoderaba de Giannina haciéndola arrugar la frente.
- ¿Qué te pasa cariño? -preguntó Martina distrayendo su atención del programa de televisión que veía junto a su hija preocupada por el gesto de desagrado que vio repentinamente en ella.
- No sé por qué debe moverse tanto. -dijo por toda respuesta evidentemente incomoda.
- ¿El bebé?
- Claro… ¿Quién más? No soporto que se mueva, cada vez es más fuerte.
- Así debe ser hija, crece dentro de ti y se fortalece.
Martina comenzó a preocuparse por las actitudes cada vez mas extrañas que veia en su hija con respecto a su embarazo como días atrás cuando la encontró tratando de ocultar su vientre por medio de fajas, en ese momento le llamó la atención y por precaución la echó a la basura esperando que no tuviera más escondidas en algún lugar. Apenas llegara Marco debía ponerlo al tanto de las extrañas actitudes que había comenzado a manifestar Giannina durante su ausencia.
- Pero no me gusta. No me gusta que se mueva tanto. Siento algo muy desagradable cuando lo hace.
- Gia…
Martina se quedó de pronto sin palabras, su hija no estaba bien, tenía que comunicarse con Marco o con su médico cuanto antes, el niño y hasta ella misma podrían estar en peligro.
- Madre no me digas nada, soy yo quien está pasando por esto. -dijo señalando su vientre.
- Todas pasamos por eso… tu deseabas tanto ese hijo, luchaste tanto por poder quedar embarazada.
- Lo sé, y de verdad quiero este bebé, pero es desagradable. Además, el tiempo de espera es muy largo, con cuatro o cinco meses debería ser suficiente.
- Gia, ¿tienes cuantas? Veintiséis, veintisiete semanas, en poco tiempo más el bebé podrá nacer sin problemas, es poco tiempo. Ahora debemos preparar todo lo de su canastilla, deben ir a escoger la cuna, el color del cuarto…
- Cuando Marco llegue.
- Pero podríamos ir nosotras a ver. Así cuando tu esposo este aquí…
- ¡Dije que no! -gritó repentinamente enfurecida- no voy a hacer nada hasta cuando Marco llegue.
- Está bien. -aceptó esperando que con su pasividad calmara el ánimo de su hija- será como tú digas cariño.
Mas tarde, Giannina se quedo dormida, Martina no se atrevia ni amoverse por temor de que el mas minimo ruido la despertara.
- Señora Martina… -interrumpió el silencio Rosa al entrar al estudio en donde estaban mirando la televisión quedando paralizada al ver el gesto de Martina.
- Silencio Rosa, mi hija duerme. -susurró.
- ¡Ah! -bajó la voz- es que la busca un señor. Dice que usted lo está esperando, pero como no me dijo nada de que estaba esperando visitas yo le dije que se quedara detrás de la puerta.
Martina puso gesto de impaciencia por la palabrería del ama de llaves preocupada por la imprudencia al buscarla sin avisar en casa de su hija, pero mejor salía a hablar con esa persona que con seguridad ya tenía lo que le había pedido.
- Ya voy Rosa, no despiertes a tu señora. -advirtió en tono de amenaza.
- No, no la voy a despertar, pero sepa que el que la busca es una persona medio rara, no me quiso decir su nombre y eso me pareció de muy mala educación. -canturreó mientras seguía a Martina hacia la puerta- solamente me dijo que usted lo estaba esperando, pero yo no le creí, sabe que en estos tiempos se escuchan muchas historias macabras de asesinos que entran en las casas…
- Gracias Rosa. -cortó Martina a la empleada justo antes de abrir la puerta- pase por favor.
- Gracias. -dijo el extraño observando a su alrededor con ojo critico.
El hombre siguió a la Martina hasta otra habitación de la casa, era el estudio de Marco a que jamás se usaba en su ausencia, Rosa los siguió con la boca abierta impresionada por la osadía de Martina al meter a un desconocido en el estudio de su patrón y en compañía de un personaje tan misterioso dándole una última mirada antes de que se cerrara la puerta en su cara.
- Le dije que se tenía que comunicar conmigo antes de buscarme.
Martina se había colocado detrás del escritorio de Marco para guardar distancias, si bien había contratado a ese hombre para el trabajo con referencia de ser el mejor, no le inspiraba ninguna confianza, su mirada oscura y su rostro sibarita la intimidaban casi hasta hacerle sentir miedo.
- También dijo que quería saber lo que estaba pasando cuanto antes. -dijo con seguridad.
- Entonces dígame.
El hombre se quiso tomar un tiempo antes de contestar, evaluó su entorno con admiración asintiendo con la cabeza embelesado por el buen gusto y los lujos del lugar.
- ¿Me puedo sentar?
- Siéntese, pero no juegue más con mi paciencia y dígame que es lo que descubrió.
- El suyo es un caso inusual. Me llamó la atención de que me manda a investigar a su yerno. Casi siempre es a los esposos o a las esposas a los que tengo que seguir, a veces a socios. Pero a yernos nunca.
- Ese no es su asunto, le pague muy bien y por adelantado, no le debo nada más.
- No se desespere mi señora. -dijo con una sonrisa ladina- todo tiene una explicación.
- Eso espero que me explique. No tengo todo el día y nadie debe saber a qué vino.
- Su yerno tiene una amante. En eso tiene razón. Está viviendo en una propiedad que él posee Amalfi, ella está embarazada y él está planeando llevarla a vivir en otra ciudad más cercana a Roma.
- ¡Lo sabía! Todo eso lo sabía. Mi hija sufre mientras él se divierte. ¿Tiene fotos?
- Si. pero esas no las traje. No soy tan tonto, no me gusta correr riesgos. ¿se imagina que su hija entre en este momento y usted tenga las fotos en la mano?
- ¿El esta allá ahora?