Demasiado diferentes

6. ¿Yo ebria?, claro que no.

— Bueno, creo que ya me toca a mí, ¿no? — cuestionó serenamente. Era hora de mi venganza.

— Claro.

— ¿Verdad o Reto?

— Verdad.

— ¿Con cuántas chicas has estado? — interrogué, arrepintiéndome al segundo de decirlo, sintiendo cómo me recriminaba mentalmente por sonar tan poco feminista. Como si nuestro género fuera inferior y solo un juguete sexual. Pero no era así. Una chica podía hacer lo mismo que un chico. Lo peor era que desde que comprendía la palabra, había sido feminista. Eso lo hacía aún más odioso.

Saliendo de mis cavilaciones, dirigí mi mirada hacia Andrew y lo vi contar. Sin duda, era un imbécil.

— Creo que son doce.

— ¿Crees que son doce o son doce? Porque si no sabes las reglas, dicen que si no estás seguro de tu respuesta debes tomarte un shot — respondí vengativa, con cierto brillo malicioso en mis ojos, segura de que era evidente.

— Son doce — respondió esta vez seguro. Los chicos que habíamos ignorado hasta entonces nos observaban con caras de "siguen, sigan, por favor, somos solo espectadores".

— ¿Verdad o Reto?

— Verdad.

«Al parecer, le gustaba la honestidad»

— ¿Desde cuándo eres un idiota? —  en respuesta Andrew rió, lo que me enfureció aún más, porque parecía que cada jugada, cada paso, lo había anticipado y estaba listo para contraatacar.

— Dime tú, me conoces desde hace mucho tiempo, ¿no? — cuestionó, haciéndome pensar. Realmente estaba logrando enfadarme.

Pensativa, desvié la mirada hacia el techo y luego la volví a él, con una llama desconocida creciendo dentro de mí. Lo miré fijamente, sus ojos felinos me observaban con intriga desconocida. Contesté, absorta en mis pensamientos: — Mh-mm, creo que... desde siempre. Sí, desde siempre.

— ¿Verdad o Reto?

— ¿Verdad o Reto?

— RETO — respondió desprevenidamente.

— Te reto a que me digas tu secreto más grande. — comenté, queriendo tomarlo por sorpresa.

— No tengo tal secreto. — declaró calmado, imperturbable.

— Es imposible que no tengas 'el secreto'. — expliqué, desconcertada, segura de que no era posible. Después de una pausa, continué, — Es imposible.

«Todo el mundo tiene secretos, pero siempre hay uno que es como el supremo, el más malo de todos. Ese es el que quiero saber»

— Salut. — finalizó, tomando un shot e ignorando lo anterior para cerrar el juego. Aunque no le creyera, no podía hacer nada al respecto. Él había respondido y no tenía forma de demostrar que era mentira.

— Salut. — dije, pensativa, para luego tomarme el shot, al igual que Andrew. Sinceramente, ya no era consciente de lo que decía o hacía. Estaba muy ebria.

— Bueno, así termina la demostración, ahora les toca a ustedes. — animó a los demás y luego tomó mi muñeca, guiándome hacia las escaleras. Al llegar al segundo piso, continuó hasta el cuarto de invitados, entró conmigo y cerró la puerta.

— ¿Qué ocurrió allá fuera? Quiero una explicación. — inquirió, confundiéndome.

— ¿A qué te refieres?

— Me refiero a que quiero respuestas. — comentó Andrew molesto, cuando debería ser yo quien estuviera enfadada.

— No te tengo que explicar nada.

— Claro que sí, por tu culpa todos creerán que no nos llevamos bien — intentó aclarar Andrew. No sé si se escuchaba, pero lo que decía no tenía sentido.

— Pero no lo hacemos.

— Sin embargo, queremos que crean eso, y ahora parece imposible.

«Aparte de todo, me culpa el muy cínico, siendo él el causante de todo esto»

— No es mi culpa, eres tú el que ha empezado con lo del juego, ¿o me equivoco? — manifesté, ya sumamente molesta.

— Sí, pero yo no he intentado hacerte quedar mal con los demás y tú sí, y eso se nota.

— Estamos jodidos, ¡oh sí, estamos jodidos! — exclamó Andrew, fastidiándome, como si no lo supiera.

— Tú sí intentaste hacerme quedar mal, con lo de '¿hay alguien en este cuarto que te guste o te haya gustado?' — hablé, intentando imitar su voz, — Y las otras preguntas. ¡Por Dios! Lo hiciste a propósito. — expresé como si hubiera descubierto un tesoro, solo que uno engañoso y traicionero.

— Sólo eran preguntas, debían ser intensas. No es nada personal, soy el rey del juego y debía quedarse así, — respondió arrogante, aunque no le creí.

— No, no sé lo que tramas, pero no tiene que ver con ser el rey del juego. En primer lugar, no debiste mencionar ese juego. Dijiste que no harías nada que yo no haría y no cumpliste tu palabra.

— No es para tanto, ya todos abajo deben haberlo olvidado. — aseguró con convicción. «Espero que así sea»

— ¿Sabes qué? Tengo que bajar ya.

— ¡Oh, eso es una mala, mala idea! Estás ebria.

— ¿Yo ebria?, Claro que no. — manifesté mientras me tambaleaba.

— Claro que sí.

— No está tan mal, tú mismo lo dijiste. Aún podemos salir y actuar normalmente, como si nada hubiera pasado... actuar amigablemente. — expuse después de pensar en la palabra correcta. Hemos estado hablando de ser amigables todo el día, ¿cómo se me pudo olvidar? Supongo que es porque tengo sueño. Sí, eso es.

— Créeme, me gustaría hacer eso, pero no puedes bajar. Lo mejor es que te quedes aquí y digas que te sientes mal o algo así. Llamaré a tu hermana y ella vendrá a cuidarte. Es lo mejor. — explicó, ¿sincero?

— No es necesario, no puedo estar ebria. Tú tomaste lo mismo y en las mismas cantidades. Si es así, tú también deberías estar ebrio, ¿o no?

— No, yo sí sé beber, al contrario de ti. Si no sabías beber, debiste responder las preguntas. — señaló, quizás el único punto lógico en toda la noche.

— No podía, sería algo demasiado embarazoso.

— Yo las contesté y no pasó nada, ¿o sí? — aseguró, aunque no era lo mismo. Para nada.

— No es lo mismo, tú sí eres valiente.

— Tú podrías hacerlo si quisieras. — respondió con convicción Andrew. Era a lo que me refería, yo no tendría el valor de decir algo así.




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