7- Mensaje codificado

Ataque a los androides - Primera parte

—¡Oye! 

—¿Qué quieres ahora?

—¿No te acuerdas de lo que habíamos dicho?

—Para nada, ya sabes que me olvido de todo.

—No puede ser que siempre tengamos la misma discusión.

—Yo no estoy discutiendo.

—Bueno, yo sí.

—Pero ¿para qué querías hablarme? 

—Te lo dije la semana pasada, hoy debíamos hacer nuestro debate semanal.

—Pero si hace como dos semanas que lo habíamos dejado de hacer.

—¡¡Por eso mismo la semana pasada decidimos retomarlo!!

—Bueno, bueno, ¿de qué teníamos que hablar?

—¿No viste las noticias?

—No.

—A veces me exasperas, pero como no quiero seguir discutiendo, te lo diré: el ---- ha decidido implantar un toque de queda.

 —Ah sí, creo que lo escuché.

—No es un toque de queda normal,  ese es el problema. Dicen los periodistas que han visto a la policía prepararse.

—¿Prepararse para qué?

—¡Para matar! Cualquier persona que sea vista en las calles después de las 7pm será ejecutada por los agentes de policía. 

—Y cómo es que nadie en nuestro entorno ha estado hablando de esto?

—Porque no todos lo saben, no es algo que escuché en las noticias, es algo de las noticias.

—No puedes decir esas cosas por aquí, ¡cállate!

—Como iba diciendo, matarán a todo aquel que se atreva a salir de su casa después de esa hora, ni siquiera se admiten trabajadores. Por eso es que todas las tiendas y locales cierran antes. La gente que trabaja en turnos nocturnos, o hasta muy tarde, ahora tendrán que quedarse en sus trabajos hasta que termine el toque de queda. Yo soy una de ellos.

—¿Qué? Eso significa que no podrás volver a tu casa hasta…  ¿Qué hora?

—Las 7 am

—¡Las 7 am! ¿Qué pasará con tus hijos?

—Tendrá que cuidarlos otra persona, pero hasta que no encuentre a alguien, se quedarán solos toda la noche. Pero eso no importa, te hablé para saber qué opinas al respecto.

—No puedo opinar, me están leyendo.

—Nadie te está leyendo, ¿cuántas veces tendré que  repetírtelo? Mientras no digas ninguna palabra clave, no nos pasará nada, los demás se aseguran de eso.

—Ah sí, tus amigos del departamento de Comunicaciones. Yo no los conozco, así que debes entender mi desconfianza.

—Te entiendo, pero necesito saber tu opinión.

—Opino que tenemos una muy buena oportunidad para hacerlo.

—Ahora soy yo la que debe decirte que te calles.

—¿De qué estás hablando?  Yo me refería a la oportunidad de poder cocinar todo eso que no le dejas comer a tus hijos.

—¡Claro! ¡Tienes toda la razón! Ahora no podré controlarlos como antes. Seguro cenarán pura basura.

—A día de hoy, prácticamente todo es basura. Al menos a mí ya no me apetece comer nada.

—Pero es por tu enfermedad, ya sabes.

—Sí bueno, es una enfermedad bastante común.

—Podría decirse que hasta yo la tengo, y eso que soy bastante saludable.

—Tú siempre aparentas salud, cuando en realidad comes toda la basura que no le permites a tus hijos.

—Sí, es cierto. Yo no pienso negarlo más, porque el día de mañana puede que ingrese al hospital y no salga de allí. En ese caso, debería encontrar a alguien que cuide a mis hijos de la comida chatarra.

—¿Cómo vas a encontrar a alguien sin salir del hospital?

—Antes de ingresar, digo. Soy una especie de adicta a las compras de comida insalubre, siempre que veo una vitrina no puedo evitar meterme en la tienda y llevarme todo. Quizá es por eso que no llego a fin de mes.

—¿De qué estábamos hablando?

—De la policía.

—Ah cierto.

—Y yo te pregunte qué opinabas de todo esto.

—Sí, y yo te dije mi opinión.

—Bueno, pero al final nos fuimos por las ramas,  y no me explicaste bien qué querías decir con eso.

—Quería decir que probablemente pueda ir a tu casa a cuidar de los niños, asegurándome de que coman lo peor posible.

—Ojalá lo hagas.

—¿No era que no querías que comieran mal?

—No quiero que coman mal si yo no estoy, porque les puede pasar cualquier cosa. Pero si estás tú, confío en que no será tan malo.