Demons (libro 2. Ángel Rebelde)

Los recuerdos de Lil

Lil, al igual que cualquier persona, no tendría que haber tenido recuerdos conscientes de su primera infancia, pero ella era una nephilim, y como les sucedía a casi todos una vez que sus progenitores decidían suprimir el Velo con el que los protegían de ser hallados por los guardianes, era como si se descorriese un cortina y podían acceder con facilidad hasta recuerdos tan remotos como el del día de su nacimiento.

Hasta la fecha, Lil había tenido dificultades hasta para recordar lo sucedido un año atrás, pero desde el momento en el que Heylel había retirado el Velo con el que había cubierto su primer encuentro, y aunque esa no había sido su intención, había retirado también el que le había impuesto Samael, de manera que Lil había comenzado a recuperar sus recuerdos y si bien no lo había hecho de un solo golpe, pues no estaba por la labor de recordar nada y en realidad le habría gustado olvidar lo que le había sido informado, poco a poco los mismos comenzaron a invadir su mente. Al principio habían sido hechos aislados que llegaban casi siempre cuando veía o escuchaba algo que los hiciese emerger como le sucedió cuando enfrentó a su padre.

No obstante, en las actuales circunstancias y con su cuerpo en estado de reposo, su mente se volvió especialmente activa. Lo primero que recordó con horrorosa claridad, fue haber estado a punto de asaltar a Kellen y eso no lo entendía de ninguna manera, porque aquel individuo no le gustaba ni un poco, lo que causo la lógica confusión. A partir de ahí, comenzó un recorrido en sentido inverso y las diversas escenas que se presentaron no contribuyeron en nada a su tranquilidad, y lo que sí hicieron fue aumentar su confusión.

Lo sucedido en casa de Samael le produjo mucho dolor, primero porque ella había confiado en Heylel y ahora sabiendo quién era él en realidad, eso lucía estúpido. La muerte de su madre y más bien las circunstancias de la misma, fue otro motivo de dolor, porque vio con claridad a Samael al momento de los hechos, y aunque ya le habían dicho que Samael era un ángel de la muerte, pero que no podía ser considerado directamente responsable de las que se sucedían, ella estaba segura que en este caso lo era. Pero aun suponiendo que se equivocase en lo anterior, Heylel también le había dicho que había otro ángel o un demonio, en ese momento no estaba muy segura y para el caso y en su opinión era lo mismo, que se dedicaba a esparcir enfermedades, de manera que a su juicio eran igualmente culpables. La muerte de su padre adoptivo y si bien no le causó el mismo dolor, tal vez porque no lo había conocido en realidad, sí una enorme tristeza e igualmente responsabilizó a Samael de ello.

El dolor dio paso a la ira cuando se presentaron los recuerdos de los meses previos y en los que Heylel había estado comportándose como un anticuado caballero enviándole flores, chocolates que fueron sustituidos por los menos convencionales pasteles de manzana cuando él se enteró, por boca de Maureen con seguridad, que ella no era especialmente afecta a los chocolates pero enloquecía por un pastel de manzana, y todo esto acompañado de montones de notas de una cursilería subida, como se había estado quejando ella ante su amiga. De allí pasó a la vergüenza cuando recordó la noche que había pasado con Heylel, lo que la hizo cuestionarse varias cosas; primero, encontraba increíble que hubiese podido comportarse de ese modo con un perfecto desconocido, aunque con rapidez concluyó que aquel cretino no tenía mayores problemas para conseguir lo que se le diera la gana y ni siquiera tenía que esforzarse mucho, porque en su opinión, el creador debió otorgarle en verdad la apariencia aborrecible que se describía en la Biblia y no aquel grosero atractivo. En segundo término, se dijo que había estado acertada al dudar del amor que él le había declarado, porque aparte de la obvia imposibilidad de que alguien humano o no, pudiese enamorarse en tan corto período de tiempo, estaba la verdadera identidad del individuo en cuestión y sus intenciones, y aunque esto chocaba violentamente con el juramento de protegerla que él había hecho, teniendo en cuenta que Lil no sabía cuáles serían las consecuencias de romperlo, siendo que en teoría no podían morir, entonces no le parecía que fuese nada especialmente problemático para él.

Después los recuerdos se volvieron más tranquilos, pues se trataba de su vida antes de Heylel y cuando ésta era más normal, o al menos eso había creído hasta que todo aquello que había permanecido oculto por el Velo, comenzó a emerger. La adolescencia era más o menos como la recordaba y la única diferencia consistía en las ocasiones que había visto cosas extrañas que luego sin duda había olvidado, así como vio algunas oportunidades en las que ella parecía saber lo que los demás estaban pensando, y aunque luego no lo recordaba, ahora sabía la razón. Lo que más llamó su atención del período que abarcaba su infancia y su adolescencia, fue que durante la primera, había visto al Kellen niño y en ese entonces eran amigos, él siempre estaba a su lado, la acompañaba a todas partes e incluso estaba mucho más presente que Maureen y que Tony cuya presencia era la que ella recordaba; pero entre los catorce y los quince años, un buen día despertó odiando a Kellen y era un sentimiento no solo de ella, sino de sus amigos y del mismo Kellen, pero como para esto no encontró una explicación racional ni de ninguna especie, decidió dejarlo por el momento y ya se lo preguntaría a él después.

El dolor retornó cuando volvió a pasar por el momento de la muerte de su madre, pero para su sorpresa, allí estaba Kellen de nuevo, aunque lo sorprendente para Lil no era su presencia sino la forma, porque la misma era la actual. Lil estaba tan sorprendida que prestó la máxima atención a todos los detalles y pudo notar algunas diferencias. Después del funeral de su madre, Samael la había dejado al cuidado de su nana y se había ido a uno de sus muchos viajes y luego de sermonearla diciéndole que no debía apegarse a nadie, porque las personas morían a diario. Aquello no había contribuido en nada a disminuir su dolor y lo que sí hizo fue aumentar su tristeza y su sentimiento de soledad. No obstante, un día en el que se encontraba en su habitación mirando una fotografía de su madre y llorando sobre la misma, sintió la presencia y levantó la cabeza.

  • Hola – saludó Kellen mientras ella se ponía rápidamente de pie
  • ¿Kenny?




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