Lil jamás en su vida se había sentido tan incómoda como en aquel momento. Desde que estaba muy pequeña, ella había sentido pasión por el periodismo y se pasaba la vida haciéndole entrevistas a sus padres, maestros o amigos, de modo que preguntar, averiguar y hasta meterse sin autorización en donde no la llamaban se había vuelto casi un estilo de vida. Sin embargo, ahora que le estaban dando permiso para preguntar, y aunque había preparado con cuidado su entrevista, su mente parecía una hoja en blanco.
Aquello si bien no la hizo recordar lo que debía preguntar, sí desató no solo su lengua, sino su ira.
Lil miró el mencionado anillo y abrió mucho los ojos, ya que en efecto había hecho su investigación como era debido y sabía que aquel anillo era famoso, pues se trataba del rubí grabado con el escudo de armas del Principado de Dantalian. Según lo que había investigado Lil, la dinastía Dantalian era lo que se conocía como nobleza real o de sangre, pues no había sido otorgada por ningún soberano como era lo más usual, sino que la suya podía rastrearse hasta más allá de los registros existentes. Pero la cuestión era que a menos que aquel fuese un charlatán de oficio que se hubiese procurado una réplica del famoso anillo que podía llevarlo directo a la cárcel, y en realidad Lil no creía que nadie se tomase tantas molestias únicamente para fastidiarla, entonces aquel sujeto debía ser el misterioso príncipe. No obstante, eso solo aumentó su sorpresa y las preguntas que acudieron a su mente atropellando a cualquier otra, no tenían nada que ver con su investigación.
La posible vergüenza que hubiese podido sentir Lil, se estaba yendo a paseo muy de prisa y estaba siendo sustituida por un deseo cada vez mayor de acomodarle un buen puñetazo a aquel cretino. Sin embargo, intentó pensar con frialdad, necesitaba aquella condenada entrevista para aprobar la materia, así que debía concentrarse, el asunto era que no resultaba sencillo con el individuo mirándola como si pudiese leer sus pensamientos. Lil hizo el mayor esfuerzo por desviar la mirada, ya que hasta el momento era como si sus ojos hubiesen sido cosidos a los de él, pero, aunque lo consiguió, al menos de forma breve, el resto del conjunto no era más tranquilizador, pues aunque nunca había estado en presencia de un príncipe, a pesar de que su padre se codeaba con varios, este no le lucía como uno, porque por empezar no vestía de manera formal, sino que iba con unos jeans negros, camisa y chaqueta del mismo color y no llevaba corbata.
Lil maldijo para sus adentros y pensó que estaba siendo muy obvia, pero como eso ya no tenía arreglo, intentó concentrarse en otra cosa.
Lil casi se atragantó, porque no había manera de que él supiese algo que le había dicho a Tony hacía como tres meses atrás, pero intentó no perder la compostura y prestar atención a lo que decía.
Las mejillas de Lil se colorearon de nuevo al pensar en sus notas y se preguntó qué demonios le había sucedido a su instinto, porque por regla general ella sentía cuando alguien se le acercaba por la espalda, más aún si estaba parado tras ella y sin duda él debió pasar mucho rato mirando por encima de su hombro para enterarse con tanta exactitud de sus planes y aun así no lo había sentido. No obstante, fue sacada de sus pensamientos cuando lo vio levantarse.