CAPÍTULO 3

Tal vez me estaré volviendo loco. Dos sucesos extraños me han pasado y no tengo la menor idea de si son reales o no. pero debo callar, debo guardar silencio ante las preguntas de Paula, que ya sospecha que algo me pasa, y buscar la manera de que no se dé cuenta que en la casa suceden cosas muy raras.

Los lamentos de la niña todavía llegan por las noches hasta mi habitación, pero ahora los oigo más lejanos, más allá de mi puerta. En tanto que han pasado tres meses desde que el extraño ser vino a verme tiritando de frío; aunque moriría de miedo me gustaría charlar otra vez con él para cuestionar su procedencia y que me explique de una maldita vez quién rayos es esa niña que llora tanto. Es posible que esta noche suceda, pues el cuarto se hace cada vez más frío, tal como aquella en la que llovía.

No, no es él, tan solo es la ventana que da al traspatio que permanece abierta. Debo cerrarla para no enfermar. Ya acostumbrado a hacerlo, desde la cama subo a la silla de ruedas para ir a cerrarla; sin embargo, algo me detuvo en vilo. Un hombre desnudo estaba de pie, mirando por la ventana hacia mi cuarto.

El corazón dejó de latir por un instante, quedé inmóvil ante aquella figura descomunal que dejaba ver todo lo que era. Ya no es un hombre, pero estoy seguro de que en algún tiempo lo fue. Su cuerpo, todo viscoso y sucio, estaba allí, cual estatua de bulevar frente a mí, sin emitir un gesto, una sola palabra. Lo aterrador no era su cuerpo viscoso, sino sus cuernos. Enormes cuernos salían de su frente, juraría que era un minotauro, pero solo tenía los cuernos en cabeza y cuerpo de hombre. Al fin pude preguntar:

• ¿Qué bestia eres? ¿De qué infierno has salido?

El miedo me obligó a cerrar los ojos y cuando los abrí era ya de mañana, y extrañamente estaba acostado en la cama. Miré hacia la ventana que da al traspatio y la vi con el cerrojo puesto; entonces deduje que se trataba de un sueño, de lo contrario, Paula estaría a mi lado.