Cuando me despierto son cerca de las 8 de la mañana, entra una enfermera y me da el desayuno frutas y avena sin nada de sabor, pasa no sé cuánto tiempo tiempo sin que pase nada me siento aburrida pero por el efecto de los medicamentos no pienso en nada, es como ver una pantalla de televisión en blanco. Al rato veo que entra la Dra Ximena con esa bata blanca que la hace ver diferente, me imagino que así tiene que estar en el hospital, me sonríe y me pregunta por mi estado me encojo de hombros por qué no tengo nada que decir.
– Bueno, hoy vamos a comenzar con la terapia, quería que las cosas fueran a otro ritmo, pero dadas las circunstancias… es mejor que aceleremos el proceso, como ya te dije, vas a estar acompañada de personal médico por tu seguridad y por unos días no vas a recibir visitas de tus padres, te vamos a aislar a ver cómo respondes.
Eso me hace sentir triste pero es difícil expresar las emociones cuando se está dopado y no sé si eso me alegra o me enoja, lo único que siento es una mezcla de todo pero que no puede fluir libremente.
Después de otras recomendaciones y cosas que dijo se retira, y me dice que más o menos en una hora me vienen a recoger, me deja una sopa de letras y un lápiz con muy poca punta -por mi seguridad, dice- que puedo pedir otro cuando lo necesite.
Me la pasé resolviendo la sopa de letras, cuando escucho que golpean la puerta y es un joven enfermero que no está nada mal me sonríe y entra con una silla de ruedas, me pide que me siente en ella para transportarme a la terapia, imagino que lo hacen por mi seguridad. Me traslada por los largos pasillos del hospital, es un lugar triste y feo, se escuchan gritos de personas y se ven otras tantas haciendo cosas fuera de lo común, todas están en pijama como yo, a pesar del efecto de los medicamentos me agarró fuerte a los brazos de la silla porque me producen algo de miedo, mi joven enfermero se da cuenta, sonríe, pone una mano en mi hombro y me dice que no me preocupe.
– Ellos no son agresivos, solo están en su mundo, no les prestes atención, nada más.
– ¿Yo puedo terminar así?
– Jajajaja no como crees, ellos tiene otro tipo de enfermedad, sus cerebros no funcionan como los nuestros… aunque a veces pienso que nosotros somos los locos y no ellos.
Sonrió antes esa ocurrencia.
Seguimos caminando hasta que llegamos a un consultorio de paredes blancas, hay un escritorio, una silla, un diván y detrás de este último un gran espejo en la pared imagino que es un espejo doble, en la silla se encuentra la Dra, apenas me ve entrar señala el diván para que me haga ahí, cuando me acomodo le pregunto por el espejo y despeja mis sospechas.
– Como bien lo sabemos eres muy lista si, es un espejo doble, lo usamos para comodidad de nuestros pacientes,como te dije vamos a estar acompañadas de un cuerpo médico, pero claramente tú no los vas a ver si no es necesario, olvídate del espejo.
Se acerca y me pone un monitor en el dedo y en el pecho, me dice que es para medir las pulsaciones y poder controlarlas, así ella va a poder actuar a tiempo. Me siento nerviosa pero creo que es lo mejor, como dice mi mamá "al mal paso darle prisa".
– Cuéntame qué pasó el día que te descontrolaste.
Le cuento nuevamente la historia de porque no fui a consulta, de lo que hablé con Lorena y que iba a empezar a escribir acerca de mi pasado. Me quedo callada porque la imagenes vuelven a agolparse en mi mente, el monitor cardiaco se empieza a descontrolar, la Dra se acerca a mí me ayuda a incorporarme y me da un vaso con agua, me pide que respire lentamente, hasta que mis pulsaciones vuelven a su ritmo normal.
– ¿Qué ves? ¿Cuál es la imagen más recurrente? ¿Qué veías esa noche en la cocina?
Tomó aire y trato de organizar mis pensamientos.
– Esa noche veía muchas cosas, todas las imágenes se ponían una sobre otra, me empecé a sentir mal y fui por un vaso de agua, cuando entré a la cocina fue como volver a ser una niña, no estaba en mi casa actual sino en la de aquella epoca, ellos estaban con uno de sus tantos amigos, papá me tomo de la mano y…
Otra vez el monitor empieza a emitir sonidos, la Dra me pide que me calme, que vamos a empezar a organizar las ideas.
– ¿Qué hacían ellos? ¿Quienes eran? Empecemos por el principio.
– Mis padres biológicos eran traficantes de drogas, en la cocina ellos producían metanfetaminas, por eso cuando me llevaron a la casa de acogida fue tan difícil la adopción, cuando conocí a mis padres yo seguía en proceso de desintoxicación, antes de mis cinco años nunca me habían dado a probar eso, pero después me drogaban para que soportará más fácilmente…
Me quedo callada, tratando de controlar mi ritmo cardíaco, la Dra espera a que me sienta mejor.
– ¿Soportar qué?
– Los abusos y las violaciones a los que era sometida a diario.
El esfero de la Dra queda suspendido en el aire, al hacerle esa confesión, se aclara la garganta y me pide que continúe.
– No es que mi vida hubiera sido color de rosa antes de esa edad, mis padres creo que me odiaban desde siempre, nunca recibí un abrazo o un beso de ellos, siempre eran golpes e insultos, a veces pienso si yo era realmente hija de ellos, es más, el día de mi cumpleaños fue la primera vez que mi papá abuso de mí, como regalo de cumpleaños.
La lágrimas corren por mi rostro descontroladamente, las imágenes corren por mi mente como si las estuviera viendo en una película, las pulsaciones están desbordadas pero no siento que me vaya a desmayar, la Dra me pregunta si quiero parar, siento que llegue al punto de no retorno y si paro en este momento no sé qué pueda pasar.
– No, estoy bien.
– Bueno, si sientes que no puedes más me avisas ¿Entendido? Cuentame como fue ¿qué pasó?
– Recuerdo que mamá me levanto con un pastel, algo raro porque nunca me habían dado nada, ese día me mimaron, creo que fue la única vez que lo hicieron ojalá no lo hubieran echo, mamá limpio la casa, la organizó muy bien y me puso un lindo vestido rosado, parecía una muñequita… ese fue el día que me dieron a Amadeo, fue mi único amigo, el que me acompañaba en mis momentos de desesperanza, todavía lo hace.